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Es increíble cuán dura es la sociedad capitalista con el artista. Por si el dominio de una disciplina artística no fuera ya lo suficientemente difícil, el artista lucha también contra los prejuicios de una cultura social que menosprecia su labor, no la entiende y mitifica. Hay muchas más vocaciones artísticas que las que se desarrollan realmente, a causa de la discriminación capitalista, lo que lleva a mucho a desertar sin haberlo siquiera intentado y, a otros, a mantenerse entre la espada y la pared: quieren, pero no se atreven a ser artistas. ¿Tú también quieres, pero no te atreves a ser escritor?
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En algún otro momento he hablado al respecto, pero me ha parecido necesario reincidir en el tema y desarrollarlo de manera más directa y desglosar diez de los mitos y prejuicios que mis alumnos y tallerícolas seguidores tienen y a los que no saben enfrentarse. Mitos y prejuicios que son causa de un conflicto interno que no resuelven y les llena de insatisfacción y malestar.
Con la reflexión que hago aquí no busco hacer proselitismo de la creación literaria porque yo me dedique a impartir clases y, entre más aventureros de las letras haya, más probabilidades tengo de llevarme el pan a la boca. La vocación literaria se tiene o no. Es un amor por el oficio que no sabe de horarios, de fuerza o tesón; es pura entrega. Es un despropósito que, a golpe de tecla, termina convirtiéndose en una actividad que, felizmente, lo colma a uno de satisfacciones e incluso de beneficios profesionales.
En este sentido, quien no hace caso a la vocecita interior que le llama hacia la creación literaria, se comporta como un amante que ignora el sentimiento que tiene hacia su amado. ¿Qué locura es esa? Si estás enamorado y el objeto de tu amor está al alcance de tus manos, ¿por qué no ir detrás de él? Y, sin embargo, eso es lo que pasa a más de uno. A mí me pasó, hace como tropecientos siglos, cuando era un embrión y comenzaba a soñar con la idea de dedicarme a la escritura. Pero afortunadamente pude librarme de los pájaros en la cabeza y centrarme en lo único que importa: escribir.
Así pues, eso me gustaría ayudarte a conseguir también. Líbranos, Señor, de los pájaros en la cabeza, para que podamos hacer caso de la vocación a la que nos llamas, amén.
Estos son los diez mitos y prejuicios más recurrentes contra los que probablemente ya estás lidiando y contra los que no sabes qué hacer, aquellos que te impiden atreverte a ser escritor:
1 Creo que no voy a ganar dinero
Esto es una señal clarísima de que esta no es tu vocación verdadera. Tienes razón, es probable que no vayas a ganar dinero escribiendo, pero también es probable que sí, si te lo tomas en serio, haces las paces con la lógica de la industria editorial y te abres a la posibilidad de conseguir ingresos derivados de la escritura, pero no necesariamente de la creación literaria, no al menos, al comienzo de tu carrera.
Nadie hace dinero de la noche a la mañana. Bueno… casi nadie. Si dejas que este sea un motivo que te impida acercarte a la creación, te estás martirizando innecesariamente. No has encontrado la razón que da sentido a tu propio ejercicio literario, más allá de la obtención de beneficios económicos.
Lo que sé es esto: un escritor que se beneficia económicamente de su trabajo literario, ha pasado una considerable cantidad de tiempo previo sin conseguir ese tipo de beneficios, centrándose en el desarrollo de su talento y la acumulación de su patrimonio intelectual.
Ya que hablamos de capitalismo, traeré a cuento al sociólogo Pierre Bourdieu y su teoría sobre los campos. Según Bourdieu, un campo es un espacio social de acción y de influencia en el que confluyen relaciones sociales, es una red de relaciones objetivas entre posiciones. Estas posiciones se definen en su existencia y en las determinaciones que les imprimen a sus ocupantes, por la situación actual o potencial en la estructura de distribución de poder o capital, y por las relaciones objetivas con las demás posiciones.
En cristiano, si tienes suficiente capital social, en este caso, suficiente patrimonio intelectual y una buena salud en tus relaciones públicas, podrás abrirte camino en el campo literario, tarde o temprano, dependerá de la cantidad y calidad del capital con el que interacciones en el campo. ¿Quieres dinero? Empieza por hacer buena literatura y cuidar tus interacciones sociales dentro del campo.
¡Ah! Y mientras te haces de un patrimonio intelectual, asegúrate de conseguir una fuente segura de ingresos o sustento vital, a poder ser, realizando una tarea que se relacione con la literatura. ¿Es injusto? Puede ser. Pero es lo que hay. Por eso, si aún eres joven y cuentas con el apoyo de tu familia, no lo desaproveches y ponte las pilas desde ya.
2 La sociedad dice que el arte es para soñadores
Y tiene razón, solo los artistas que tienen muy claros sus sueños y se ocupan de hacerlos realidad, consiguen algún tipo de desarrollo en sus respectivos campos. Lo que la sociedad no sabe es que un artista exitoso no siempre fue exitoso. Y no todos los artistas del mundo nacieron en cunas de oro y tuvieron los apoyos necesarios para dar a conocer su trabajo.
La sociedad menosprecia el camino del artista porque está lleno de incertidumbre económica. Y en un sistema capitalista, la falta de certidumbre económica es igual a crisis y desabasto.
La aparición de la variante Omicron, por ejemplo, aún no había empezado a tener consecuencias claras y la bolsa se vino abajo. Así es el sistema en el que vivimos, depende de la falsa idea de estabilidad perpetua. Si se tiene la idea de que todo irá bien, todo va bien. Pero cuando esa idea tambalea, tambalea realmente el mercado.
Yo sigo sufriendo la incomprensión de algunos integrantes de mi familia, no me voy a referir específicamente a nadie para no herir susceptibilidades, pero se me ve con el rabillo del ojo cuando digo que me dedico a la creación literaria y su docencia.
Los artistas somos y seremos siempre bichos raros dentro del sistema capitalista. De modo que si estás permitiendo que tus sueños se trunquen porque la sociedad dice que eres un soñador, entonces eres un artista en potencia que se está metiendo solito el pie y cayendo en la trampa del capitalismo.
No quiero decir que le des la espalda al sistema, lo que quiero decir es que confíes en ti y te ocupes de lo único que importa: trabaja y procura hacerlo en algo que traiga satisfacción y dote de sentido a tu vida.
El mundo ha cambiado gracias a los soñadores valientes que pasaron del qué dirán y se atrevieron a hacer y ser lo que tenían que hacer y ser.
3 Mi familia no me apoya
Siento mucho que esto sea así en tu caso. No siempre se tiene la suerte de contar con una familia comprensiva que te entienda e impulse.
A veces todo se reduce a una cuestión económica y no moral. Mi padre, por ejemplo, siempre me ha apoyado. Me dio todos los estudios que le pedí, pero cuando empecé a centrarme en la creación literaria, después de mi etapa universitaria, sus esfuerzos por darme estudios especializados fueron mayores y tuvo que meterse en aprietos para apoyarme. No se sentó nada bien.
Quizá tu familia no puede meterse en ninguna clase de aprietos económicos. Pero afortunadamente la literatura es una disciplina que cuesta poco dinero. Existen bibliotecas e Internet. Y puedes escribir a mano. Los libros están allí y la información también. Puede que en estos momentos de tu vida no encuentres apoyos suficientes. ¡Ok! Es duro. Cualquiera se merece una oportunidad. Pero si no te la dan otros, dátela tú mismo.
Empieza por donde puedas. Tarde o temprano llegará a tu vida una oportunidad que lo cambie todo. Existen programas sociales que podrían convertirse en tu punto de apoyo. ¡El que busca encuentra! Empieza por creer en ti y convertirte en tu principal apoyo. No te queda de otra si no has encontrado ese apoyo entre los tuyos.
4 No me siento lo suficientemente capaz
Criatura, necesitas darte la oportunidad. ¿Ya lo probaste? Seguramente lo que te está pasando es que tienes miedo al fracaso. Y el miedo al fracaso no es igual a la falta real de capacidad para realizar una tarea. No me seas miedica y atrévete. Lo peor que pueda pasar es que fracases unas cuantas veces, hasta que llegue el momento en que paulatinamente dejes de hacerlo.
Si tienes la posibilidad, toma algo de terapia psicológica. A veces no tenemos suficiente autoestima y necesitamos un empujoncito. La salud mental es básica. Si no te la puedes permitir, búscala en tu cole, en las instituciones públicas más cercanas o en Internet. Te sorprenderás de la cantidad de apoyos de carácter psicológico con los que realmente cuentas.
5 Creo que ya es demasiado tarde
¿A caso tienes cien años? Si no es así, no es demasiado tarde. No, al menos, si te propones emprender una aventura creativa con aspiraciones a que se convierta en una carrera literaria.
En la vida no hay edad casi para nada. Las limitaciones están en tu mente. Sobre todo si hablamos de creación literaria. Tu edad es completamente irrelevante.
Daniel Defoe, autor de Robinson Crusoe, empezó a escribir a los cincuenta y nueve años. Estuvo muy ocupado para ponerse a escribir ficción. Fue comerciante (casi siempre estuvo endeudado), tuvo ocho hijos, estuvo en la cárcel por motivos económicos y políticos, viajó por Europa, fue recaudador de impuestos y tuvo una agitada vida política. Su primera incursión en la escritura fue escribiendo panfletos y a sus casi sesenta años publicó su primera novela. ¿Por qué iba a ser demasiado tarde para ti si no lo fue para él? Como ese caso, hay muchos.
6 ¿Y si fracaso?
Fracasarás. Solo si después de someterte al fracaso reiteradas veces, eres lo suficientemente atento como para aprender de la experiencia que cada fracaso te da, dejarás de fracasar.
Pero, escúchame, no hay peor fracaso que el que no se comete.
7 Me gusta, pero ¿realmente tiene sentido escribir?
Sí, lo tiene. Pero lo que da sentido a mi ejercicio literario no es lo mismo que podría dar sentido al tuyo. Si lo dudas es porque no lo sabes. Pero, ¿te has pospuesto averiguarlo? Aun sin saber qué sentido tiene para ti, sientes ganas de escribir, ¿no es cierto? No te atasques en la pregunta y ve a buscar respuestas.
8 Me atormenta tener que trabajar en otra cosa y además escribir
Lo único que se me ocurre decirte es que juegues a la lotería tanto como puedas.
Si aún dependes de tus padres, aprovecha su amparo y conviértete en un escritor profesional antes de emanciparte.
Si ya eres un adulto y no te has atrevido antes a ser escritor, quizá porque no sabías que realmente querías serlo, no te va a quedar de otra. Tendrás que buscarte una fuente de ingresos alternativa.
Podrías abrazar temporalmente un estilo de vida monacal que minimice tus necesidades materiales y asegure tus necesidades esenciales. Si tienes cubiertas tus necesidades básicas, vivirás en la riqueza de poder hacer aquello a lo que te sientes llamado y te hace feliz. Más tarde o más temprano, gracias a tu empeño y trabajo, esa circunstancia económica se transformará. El trabajo da frutos.
9 Mis responsabilidades me impiden escribir
Entonces no escribas y deja de atormentarte…
Por cierto, ¿sabías que Murakami escribía de madrugada en la barra del bar que regentó durante sus primeros años de casado? Trabajaba en el bar durante el día y cuando echaba la cortina abajo, sobre las dos de la mañana, sacaba la máquina de escribir. Dormía poco por entonces, pero míralo ahora… Es uno de los escritores internacionales de mayor prestigio y éxito.
El que quiere, puede. Encuentra tus puntos de apoyo y aprovéchalos. Mentalízate, no todo será un camino de rosas. Pero al final del camino hallarás satisfacción con bastante probabilidad.
10 Todo está escrito y hay grandes escritores, ¿para qué intentarlo?
Porque el mundo lo ha leído todo, excepto lo que tú has escrito. Nada más por eso merece la pena intentarlo. Solo tú podrás descubrir qué es lo que tenías que aportar al mundo a través de la literatura, pero no lo conseguirás quejándote y cruzándote de brazos.
Buscar la originalidad está bien, pero dejar que el imperativo de ser original se convierta en un impedimento para el ejercicio creativo, además de producir dolor de cabeza, es un despropósito.
Conclusión
Como dice la canción de José José: «casi todos sabemos querer, pero pocos sabemos amar». Lo que me lleva a pensar: el que quiere ser escritor es un coqueto, el que ama el oficio literario y se atreve a ejercerlo es un escritor.
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