Ya está el proyecto haciéndonos gestos desde la lejanía. Ahora hay que encontrar el camino para llegar a la meta, el contenido que llenará esa anticipación vacía que es el proyecto.
Todo proceso creador —incluido el literario— pasa por tres etapas: el proyecto, los procesos de búsqueda y las actividades de evaluación. Pensemos en el segundo de ellos: la búsqueda.
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Cuando se tiene ya un proyecto, ha llegado el momento de las soluciones, los hallazgos, las invenciones. Con frecuencia se ha pensado que en ese momento comienza la creación. Sabemos ya que es una opinión errónea. La actividad creadora comienza con la promulgación de un proyecto, que es un complejo organismo de cuya energía y calidad va a depender la obra entera. Una vez propuesto el fin, toma el relevo la segunda gran actividad de la inteligencia: buscar.
Es en esta fase de la creación en la que debemos recordar nuestro énfasis en la actividad de la inteligencia. La inspiración no es una siesta, sino una cacería.
Realizar un proyecto es resolver un problema. Tenemos el planteamiento, tenemos las condiciones y nos falta la solución. Esto es muy interesante porque unifica los proyectos creadores, también los vitales, no sólo los literarios. Conseguir una existencia noble, una sociedad justa, una vida feliz son grandes proyectos creadores.
Veamos cómo lo explica Gabriel García Márquez. Dijo, sobre sus procesos de búsqueda en relación a la escritura de El otoño del patriarca: «Mi intención fue siempre hacer una síntesis de todos los dictadores latinoamericanos; pero en especial del Caribe.» Se inaugura la temporada de búsquedas. Comenzó a leer muchas biografías sobre esos personajes. Los problemas comienzan. A pesar de su innegable talento, confiesa que no acertaba a describir el ambiente pesado, pegajosamente perfumado del trópico, hasta que leyó en una novela de Graham Greene la frase: «Había un olor a guayaba podrida».
Comenzó dos veces la novela. Estos arranques en falso tan comunes en los escritores son un símbolo magnífico de los miles de tanteos, pruebas mentales, ensayos repetidos de una escena, un gesto, una palabra, que el autor realiza durante la redacción. Todo creador ha de tomar decisiones y comprometerse con ellas. Un novelista, por ejemplo, ha de decidir si va a escribir su relato en primera o tercera persona.
Así se decidió García Márquez respecto a la novela de la que hablamos:
«Durante muchos años tuve problemas de estructura. Una noche en La Habana, mientras juzgaban a Sosa Blanco, me pareció que la estructura útil era el largo monólogo del viejo dictador sentenciado a muerte. Pero no, en primer lugar era antihistórico; los dictadores aquellos o se morían de viejos o los mataban o se fugaban. Pero no los juzgaban. En segundo término, el monólogo me hubiera restringido al único punto de vista del dictador y a su propio lenguaje.»
La actividad creadora consiste en plantear un problema. ¿Te has dado cuenta de las concomitancias entre PRO-blemas y PRO-yecto? Ambos son algo que ponemos delante de nosotros para que guíe nuestra acción.
Buscar hasta encontrar soluciones al problema que plantea nuestro proyecto. Esa es la segunda etapa de todo proceso creador.
¿Hace cuánto sigues enfrascado en la búsqueda? ¿Empezaste a buscar y te perdiste entre todo lo que encontraste? ¿Te pusiste a buscar sin un proyecto, sin plantear un problema claro? Cuéntame lo que te pasa en los comentarios, los leo y respondo todos.
Fuente: La magia de escribir, José Antonio Marina y María De La Válgoma (Plaza&Janés, 2010).
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