Cien noches en vela

La verdad os hará libres.

(Juan 8,32).

-¿Así como Will and Grace?

-Si, más o menos -contesté.

Sin darme cuenta, en la respuesta estaba mi primera confesión. Me sentí desolado, perdido en un abismo de incomprensión. Desnudo. Yo quería saber.

-…eso me dijo un amigo.

– No sé. ¿Cómo se siente tu amigo?

-No sé.

El miedo corroe las mentes. El odio consume mis penas. Los veo tristes, de todo lloran, de todo gritan. Cuando volvieron a preguntar dije: pasará. Y nunca pasó.

Mamá encontró el nombre de Aurelia en mi agenda. Qué decir, qué pensar. Ni siquiera la conoce. Además no es cierto que le llamará. Me quiere intimidar… ¿Y si le llama? Aurelia dirá que fue mi psicóloga, una orientadora de la prepa… Dirá la verdad. No hay riesgo ni culpa.

Mamá quería saber.

-¿Te acuerdas cuando fuiste a quedarte a casa de tu amigo Arturo?

-Si -confirmé sus sospechas.

-¿Cómo les fue ese día? Cuéntame…

-Bien.

-Bien, cómo…

-Ya tiene mucho, no sé. Ya te conté…

-¿Quién es Pablo?

La cara me colgaba hasta el suelo. No era yo, no era nadie.

De los ojos de mi madre salieron ríos de lágrimas dulces. Gotas insolentes, rabiosas de ignorancia, miedosas de mí. El silencio gobernó; las paredes se llenaron de lamentos, los suelos de angustias. Todo era incertidumbre.

Conocí el infierno en vida. La culpa gastaba mis fuerzas. Mi mente no cesó de pensar en cómo malgastaba su confianza, en cómo mentía nuevamente.

Ellos querían saber.

-Ya dinos la verdad, sólo queremos saber…

-No, cómo creen. ¿Qué, se me nota?

-No, no mucho…

-¿Verdad o castigo?

-Castigo. Con ustedes las preguntas duelen más…

-Tócale la entrepierna a Pepe.

No conocí las sonrisas honestas, las citas coquetas de cine y besos. Sólo viví la desdicha de la mentira, el hastío de mí y el miedo de todos. Pasé cien noches en vela, llorando, con la luna tras la ventana, culpándome.

Jun08