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Un problema habitual que bloquea a mis alumnos es que no saben mantener a raya al editor interior que les impide fluir y crear en libertad. La presión frente al imperativo de escribir bien, de crear la obra perfecta desde el comienzo y tener éxito con ella, lleva a más de uno a chocar contra sus propias expectativas y ahogarse en ellas. ¿Quieres averiguar cómo controlar al editor que llevas dentro?
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El año pasado me leí el ensayo Cómo orquestar una comedia, de John Vorhaus, un libro que me ayudó a ganar confianza y recursos para escribir mi última novela, aún inédita, mi primera comedia.
Si bien se trata de un libro cuyo objetivo es revelar los secretos de la configuración dramática cómica, dentro del ensayo hallé algunas ideas sobre el editor interior que me parecieron de gran valor y que podrían ayudarte a conseguir que tu proceso de escritura sea gozoso, libre y generoso. Vengo a compartirlas contigo para que aprendas unos cuantos trucos que te ayuden a surfear las violentas olas de tus propias expectativas.
Es tarea de tu editor interior evitar que cometas errores terribles. Desempeña una tarea legítima, como evitar que le digas a tu pareja lo que realmente piensas sobre su nuevo corte de pelo. Pero este editor tiene también sus falsas suposiciones. Supone que sabe qué es un error y también cree actuar siempre por tu bien. Infravalora tus propias posibilidades de éxito y sobreestima el castigo que recibirás, si fallas. O sea, aunque su tarea es legítima, su baremo es neurótico, extremo. Por eso hay que adiestrarlo, amansarlo como las bestias, mandarlo al carajo cuando haga falta.
Es más fácil decirlo que hacerlo porque tu editor interior es terco como una mula. Por eso conviene conocerle mejor. Presuponemos que se trata de una fuerza de oposición que en realidad no forma parte de uno mismo, cuando la realidad es precisamente la contraria. De ahí que lidiar con él sea tremendamente complejo, porque si se lidia con él se lidia con uno mismo.
La propuesta de Jhon Vorhaus es simple: hay que cortarle las alas al principio, para luego decir: «Bien, ahora tienes una oportunidad para ser exigente e inamovible en la búsqueda de la calidad. Ve a por ella, editor, eres mi mejor aliado.»
Pero lo difícil es cortarle las alas, mantenerlo a raya. De ahí que ponga a nuestra disposición los siguientes recursos:
La regla del nueve
De cada diez ideas que se te ocurran, nueve no funcionarán. De cada diez veces que te arriesgues, nueve fracasarás. ¿Parece deprimente? Quizá, pero en realidad no lo es. Piénsalo: la regla del nueve se acaba convirtiendo en algo liberador; cuando se aplica se pierde instantánea y permanentemente ese tóxico sueño de triunfar cada vez.
Es la esperanza de triunfar y el consiguiente miedo al fracaso lo que da a nuestro editor interior tanto poder. Elimina el sueño y habrás eliminado el poder. Se trata de asumir el fracaso en lugar de temerlo. Pero no aceptándolo resignadamente como la única probabilidad, sino como el medio a través del cual se alcanza el éxito.
Si uno solo espera que funcione una de cada diez ideas, será lógico que se necesiten cientos y cientos de ideas malas para crear un volumen de trabajo decente. Habrá que intentar y fallar, intentar y fallar e intentar y fallar, una y otra vez, hasta llegar al punto en el que uno intenta y no falla. Por mera lógica matemática, uno acaba convencido de que el fracaso resulta vital para alcanzar el triunfo. No habrás acabado con tu editor interior, pero al menos conseguirás que sea un poco menos mandón.
De lo único que se trata es de acostumbrarse a escribir y acumular ideas, sin riesgo ni carga, sin esperanzas ni temor.
Reduce tus aspiraciones
Seguramente sientes la presión del deseo de tener mucho éxito con el libro que escribes. Te preguntas si venderás muchos ejemplares, si te llevará a la televisión, si te hará famoso y te guiará hasta otros libros, acuerdos cinematográficos e invitaciones a las mejores fiestas. ¡Y todavía no está publicado!
Si bajas el nivel de expectativas podrías decirte simplemente que esperas que el libro que escribes te haga sentir realizado. Realmente quieres sentirte realizado, pero si te centras en ello, en sentirte realizado, tampoco podrás centrarte en escribir el libro.
Reduce tus aspiraciones. Concéntrate en el capítulo, en el párrafo, en la frase, la palabra. ¿Por qué? Porque la esperanza del éxito puede acabar con tu libro con tanta facilidad como el temor al fracaso. Rebajando tus aspiraciones, combatirás la necesidad de triunfar.
Mientras escribes lo único que importa es la tarea que se tiene entre manos. Es imprescindible concentrarse en esa tarea, todo lo demás saldrá por sí solo. De lo contrario, no acabarás nunca el libro y nunca tendrás la oportunidad de alcanzar la gloria que ansías.
Exígete solo lo que puedas hacer ahora. Haz esa única cosa y el editor interior se desvanecerá como un hombrecillo de nieve ante una chimenea.
El refuerzo positivo
Aplaude cada pequeña victoria porque cada vez que lo hagas crearás un ambiente en el que podrá florecer una victoria mayor.
Date una palmada en la espalda, cobra tus ganancias cada que hayas hecho la tarea, cada que hayas conseguido avanzar un capítulo más, un fragmento más.
Te dará la sensación más clara de ser alguien que puede conseguirlo, porque se enfoca en una cosa a la vez. Esto te lleva a estar ligeramente mejor equipado para hacer el trabajo la próxima vez, lo que significa que tu rendimiento será mejor. Mejorará la imagen que tienes de ti mismo.
Llega el momento zen, apunta:
El refuerzo positivo se convierte en una profecía de la realización personal. Cuanto mejor sea la imagen que tienes de ti mismo, mejor serás. Cuanto mejor imagines ser, mejor llegarás a ser. ¿Y cómo se consigue eso? Abandonando todo tu interés por mejorar.
Si cambias tu enfoque te estarás concentrando en el proceso y no en el resultado. Te desharás para siempre del editor interior, porque, ¿cómo puede manipular tus expectativas si de pronto tu única meta es experimentar el proceso? Céntrate en el proceso, no en el resultado. Te prometo que tu rendimiento mejorará.
Céntrate en la tarea que tienes entre manos
La creatividad y a competitividad a veces chocan. A pesar de tus esfuerzos por evitarlo, no podrás dejar de compararte con los demás y de medir tu progreso según el de otros. Es natural, inevitable. Y debes enfrentarte a ello.
Imagina que te llama un amigo al que le acaban de publicar su primera novela en una gran editorial. La publicación incluye una promoción por todo el país y una gira internacional en América Latina. Te alegras por él y se lo dices, pero aún no le has colgado el teléfono y ya preguntas: ¿por qué él y no yo?
¿Cómo se puede ser ingenioso e inventivo con todo ese ruido en la cabeza?, pregúntate.
Si esto te sucede, vuelve a lo único que puedes controlar: las palabras sobre la página, tus notas y bocetos, lo que sea que tú estés haciendo. Al concentrarte en la tarea que tienes entre manos te arrancas esa inevitable ira competidora de la mente. Cuando consigas hacerlo bien di: «Eh, este trozo de trabajo no está nada mal. Sí, ya sé que hay alguien por ahí que tiene el trabajo con el que yo sueño, pero por lo menos yo me puedo sentir bien con esto.»
Al encontrar alguna fuente de satisfacción, la imagen que tienes de ti mismo mejora, se reduce tu ansiedad, tu concentración se centra y aumenta tu confianza. La guerra se gana con pequeñas batallas. El instrumento de “la tarea que tienes entre manos” se basa en gran medida en el difícil engaño de que el mundo exterior de alguna manera ha dejado de existir.
Conclusión
Quizá pienses que estos recursos malgastan tu tiempo y que son solo palabras, pero estas palabras tienen el poder de crear un entorno emocional favorable para aplicarlos, sin expectativas inútiles, ya sean positivas, negativas o de cualquier clase.
La realidad es que, sin unos cimientos emocionales adecuados, los recursos técnicos resultan inútiles. No lo olvides. Si de escribir se trata, no basta con saber de teoría y de técnica.
¿Qué te parecieron estos trucos? ¿Te resultaron útiles? Compárteme tu experiencia a través de los comentarios. Me encantará saber cómo te has enfrentado a tus expectativas y resuelto el bloqueo. Si, por el contrario, aún sigues estancado allí y no sabes cómo resolver, te espero en la Consulta al Dr. Narración o directamente en mi Coaching literario. Tiene pinta de que te vendría bien una mano con este asuntito.
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