Cuando tu discurso discrimina

En mi país, a unas homófobas les dio por gastarse el dinero de los fieles para crear una película que abogue en contra de los derechos humanos y civiles de las personas homosexuales y de niños y niñas sin padres. Una película que, según la crítica, reproduce estereotipos, mitos y prejuicios sobre la homosexualidad y cómo ésta, supuestamente, influye en la educación de un niño que es adoptado por una pareja gay.
Es bien triste que los sectores conservadores de mi país, con las limosnas de los fieles (que de buena fe y con la intención de ayudar a los más necesitados), generen este tipo de discursos desde la ignorancia y la homofobia.
Estoy a favor de la libertad de expresión, pero muy en contra de la discriminación. El problema con esta obra que expone libremente la opinión de un director de cine sobre la «realidad de las familias homoparentales», es que atenta contra los derechos de una comunidad históricamente vulnerada, que sigue sufriendo acoso y todo tipo de vejaciones. Hace falta mucha investigación y un poquito de criterio propio, ya sin contar con que para hacer buen cine también hace falta tener talento, para tratar un tema que puede resultarte tan ajeno. Lo que esta película deja claro, según la crítica, es que su creador lo único que sabe es lo que por desgracia sabemos todos: el discurso medieval y retrógrado que discrimina.
Se vale tener una postura oscuratista. Se vale vivir en la ignorancia. Si no quieres darte cuenta y apoyas este discurso: muy bien. Pero cuando tu trabajo artístico aboga contra los derechos civiles y humanos, cuando tu discurso discrimina y ofende, no debería ser difundido y acogido en los circuitos comerciales, al menos en los contextos de Estado que penalicen la discriminación, como es el caso del Estado Mexicano. Ya me gustaría a mí ver cómo esos mismos sectores conservadores que pusieron la lana para hacer la película, organizan unos ciclos de cine para que los mexicanos vayan a ver esta película.
En una entrevista que el periodista Ciro Gómez Leiva hace al director, éste último reconoce abiertamente que está satisfecho con el resultado, porque su jefe también está contento. A la pregunta: «¿Quién es tu jefe?», el director respondió: Dios.
El Dios de este director de cine no es, en definitiva, el Dios de todos. Y cuánto me alegro de ello. Pero qué poca responsabilidad asume el propio director sobre el discurso que reproduce esta obra.
Una cosa que podemos hacer, desde nuestras casas, para ayudar a combatir la discriminación que esta película realiza, es firmado esta petición.

Comparto una reseña que hace un YouTuber con el que coincido plenamente: