De fans, muelas y el clóset

16Sep06

Si en este mundo existe algo impredecible, ese algo es la vida misma. Cuando menos te lo esperas, la sorpresa ataca de nuevo. Esta semana, para no desentonar con “la vida loca” que llevamos en el DF, viví situaciones definitivamente anecdóticas. Alejándonos un poco de la situación política que tiene desorientados a los ciudadanos del país entero, les contaré dos tres cositas.

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Ahora resulta que tengo fans. ¡Que horror! Pero lo más terrible aún es que piensen que soy guapo. Ayer por la tarde, conectado al Messenger recibí una invitación para charlar con otra persona; acostumbrado a recibir mensajes a diario por ese medio acepté. De inmediato apareció en mi pantalla la ventana de aquélla persona. -¿Ese de la foto eres tú?- preguntó sin más. –Si- contesté. –Me dijeron que eras más guapo- acompañó al enunciado un emoticon con cara de fuchi. Solté una carcajada que se escuchó hasta Ciudad Satélite (estaba yo en mi casa al sur oriente de la Ciudad de México). -¿Cómo te llamas y por qué tienes mi correo?- pregunté curioso, contestó con otra pregunta -¿Eres gay verdad? Y estudias en la UAM.X, ¿no?-. Pensé conocerle, por más que intentaba recordarle no pude. Sin otro remedio y para poner fin al interrogatorio misterioso, pedí a mi interlocutor(a) se presentara para continuar la conversación y no lo hizo. Aún con la sonrisa en mi rostro, encogí los hombros y le dije adiós, pero antes de irse dijo –Bórrame de tu lista de fans-. La desconexión me dejó pasmado, ¿desde cuando tengo lista de fans? Y lo más importante, ¿por qué demonios tengo lista de fans? Querido(a) lector(a), si conoces la respuesta a mis últimas preguntas, agradeceré infinitamente tu ayuda.

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Quitarse las muelas del juicio, no es precisamente un viaje al paraíso. El viernes de la semana anterior, una cita con mi dentista marcaría todos los días de la semana entrante. Maldita sea la edad en que debes quitarte las muelas “inservibles”, según los expertos. Terminó la cirugía y con ella se fueron mis músculos. Los nervios estaban destrozados, sudaba frío y el corazón me latía supersónicamente rápido. Pareciera entonces que lo difícil es eso, el momento en que las quitan, pero lo peor llega después. No puedes abrir la boca normalmente e intentar hacerlo provoca un dolor considerable, la higiene bucal se vuelve uno de los actos más detestables, pues cepillar el área de las muelas también produce dolor. Los primeros días después de la cirugía son los peores: todo el día te duele la cabeza, si te agachas rápido te punza de súbito, sufres inflamaciones incomodísimas y por si fuera poco, no puedes comer a gusto. Las indicaciones prohíben todo tipo de irritantes, o sea que te tienen a “lechuguita y agua”. Uno se adapta, después de todo el humano puede hacerlo; pero donde sí me dieron en la madre fue con el cigarrito. Desde entonces no puedo fumar, todo el día estoy de malas y me desquito con la familia; pobres, ellos son los verdaderos afectados. En fin, si no tienes que sacarte las muelas del juicio, evita hacerlo. Si no tienes de otra, te presto mis cinco sentidos para que te des un quemón y aguantes vara.

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En la última edición de la revista Donde Ir, encontré en la sección G&L una pequeña columna de un tal Roberto Max que me hizo reflexionar sobre el tema del clóset. Habla el colega Max, entre otras cosas, del dolor que le provocó en su momento, ser la causa del sufrimiento de su madre durante el tiempo en que decidió desclosetarse. Relata a su madre sentada en una banquita de un gran centro comercial, llorando inconsolable a causa de la declaración de Max al salir del clóset. Y dice Roberto, “Me parte el corazón saber que yo fui responsable de tanta tristeza; enterarme que algún día, aunque tan solo por un rato, mi mamá hubiera preferido que yo fuera otro, alguien más parecido a mis hermanos quizá, un hijo menos “diferente”. Nada causa más dolor que la decepción de los padres.”  Y cierra con un enunciado maravilloso que habla de valores de libertad, autoestima y amor hacia nuestros seres queridos: “¿Volvería a causarles la pesadumbre con la noticia de mi orientación sexual? Sí. Un millón de veces”. En ocasiones confundimos las causas del por qué salir del clóset. En el caso de la desclosetada familiar, la cosa es re difícil. Pero no hay fuerza más grande para decidir hablar del tema, en la mayoría de los casos, que el amor hacia nuestros seres queridos. Antes de hacerlo las posibles consecuencias son: el rechazo, el dolor o la grata aceptación. Sin embargo no podemos asegurar ninguna. Al contrario, sí podemos asegurar una razón más fuerte e importante por la que decidimos hablar sobre nuestra orientación sexual con la familia, el amor incondicional. Es gracias a él que preferimos la honestidad ante la mentira, la confianza ante la intriga. Porque en esas circunstancias, no habrá mejor regalo que saberse transparente frente a las personas que más amas.