El arte de enseñar a escribir, Mario Bellatín

LOS MAESTROS

Los puntos importantes que salieron en la conversación fueron:
«*El uso y la selección de un tema, y su importancia dentro de la obra.
«*La importancia de visualizar la obra terminada, para así planificar lo más detalladamente posible los procesos de trabajo, tomando en cuenta las habilidades y deficiencias personales, una vez que éstas son reconocidas.
«*Cómo a través del trabajo en otras disciplinas es más sencillo visualizar los procesos de construcción de una obra, y una vez entendidos, aplicarlos a la escritura.
«*Cada idea tiene un tiempo específico de realización, que debe ser entendido desde el comienzo del trabajo». Aldo Chaparro, artista visual.

Así, la memoria no reproduce sino que inventa, recategoriza y reclasifica. La memoria no es la repetición exacta de una imagen en el cerebro, sino una recategorizació en el insonsable cosmos de la bioquímica y el metabolismo cerebrales.
«Cada persona es irrepetible, única. No hay dos personas iguales. Sus percepciones son creaciones, y su memoria es parte de un continuo proceso de la imaginación. Recordar es organizar en categorías el mundo que nos rodea. Es una reconstrucción imaginativa de manera nueva y sorprendente donde se confunden los diferentes sistemas de percepción sensorial (el gusto y la vista, el olfato y el oído, el tacto) que también actúan en la creatividad literatia». Federico Campbell, escritor.

Los libros, la lectura de libros, hacen al escritor. La sola exaltación que experimentamos en la lectura de un fragmento de prosa o de un poema es suficiente, muchas veces, para desatar un torrente nuevo de palabras. Finalmente, la literatura es un diálogo, no sólo con nuestro presente, sino con el pasado e incluso con el futuro. La escritura es continuidad. La ruptura con tradiciones literarias es también una respuesta. No hay escritura que nazca de la nada. Son los libros -los libros de otros, las aventuras ajenas en el campo del lenguaje- los que alimentan a un escritor y lo incitan a buscar sus propias aventuras. No es que la realidad no lo alimente, pero no hay que olvidar que para un autor hay pocas realidades más contundentes que los libros». Adriana Díaz Enciso, escritora.

Lo literario surge de múltiples lenguajes y plurales conductos: un desaguisado, una mirada, una simpleza desatan detalles descriptivos, material lingüístico e historias. Es necesario entender que el acto de escribir no es un proceso sagrado sino una condensación de tramas y de imágenes hechas palabras. También es una necedad y una revelación: nuestra íntima fealdad, la de los lectores, muchas veces aparece reflejada en la escritura. Ésta es la verdadera anagnórisis, nuestro reconocimiento en el texto». Anamari Gomís, escritora.

Los géneros literarios son un prejuicio y finalmente no importan. Los editores se inquietan mucho si no pueden determinar «rápido y bien» a qué género pertenece un libro porque de eso dependen sus estrategias de venta. Jamás le conceden al lector «el derecho a nacer», como dijo un clásico.
«El oficio del escritor no se puede enseñar. Lo aprende quien está condenado a ello». Mario González Suárez, escritor.

…el artista es más puro cuando no corrompe su Arte con una obra, porque víctima de ‘la necedad, tan infrecuente hoy en día, de combatir y destruir la trivialidad´no sale jamás de su yo, lujosa estancia donde sólo reina su aristocrática superioridad moral bajo la grave aspiración, escrita en letras de oro en el frontispicio de su alma, de ser ‘ininterrumpidamente sublime´». Juan José Gurrola, director de teatro.

Escuchemos a los maestros para, en complicidad, hacer lo nuestro: sumarnos al destino de Sherezada para que los lectores no nos corten la cabeza. Para seguir con la cabeza puesta entre sed de lectura y supervivencia de escritura. Todo esto frente a los que quieren atreverse con la pluma y que lo hacen o lo harán cobijados por el deseo y por esos faros que las lecturas y las zozobras y aciertos de otros escritores les han acercado». Mónica Lavín, escritora.

ESCRIBIR (INSTRUCCIONES IMPOSIBLES)
«Escribir para ´intentar saber qué escribiríamos si escribiéramos´, escribió Marguerite Duras. O escribir para no morir, quizás. O para no ser más que palabras. Escribir porque no podemos hacer otra cosa; porque no queremos hacer nada más. Escribir para conjurar a los fantasmas. Escribir para no tener que ir a una oficina. Escribir rodeados de libros aunque eso nos lleve al silencio. Escribir aunque ‘preferiríamos no hacerlo´. Escribir con todo el cuerpo. Escribir para que alguien pueda ‘adoptar la postura más cómoda: sentado, tumbado, aovillado, acostado…´Escribir para inventar ángeles. O para enterrarlos. Escribir con vergüenza. Escribir en viejos escritorios apolillados. Escribir de pie. Escribir a la hora violenta. Escribir por los que no están. Escribir al ritmo de la respiración; relajados o ahogados en whisky. Escribir escondidos en el ático. O escribir a voz en cuello. Escribir para mirar morir una mosca. Escribir par ano llegar nunca al punto final. Escribir cantando. Escribir con Bach y sus sonatas para cello. Escribir mirando el rostro amado. Escribir apenas rozando el teclado. O con entrañable tinta sepia. Escribir para no perdernos en lo cotidiano. Escribir con miedo. Escribir para inventar las vidas que no vemos al otro lado de la puerta. Escribir para explorar la noche. Escribir como náufragos. Escribir porque dios no nos escucha. Escribir porque el desierto es infinito. Escribir a la luz de una vela. Escribir en el metro. Escribir porque todos moriremos. Escribir en pequeñas libretas. Escribir para estar solos. O no. Escribir cuando todo lo demás es silencio. Escribir con los otros. Escribir desde el pozo negro de la angustia. Escribir para no tener que salir de este cuarto. Escribir para ser feliz a deshora. O quizá escribir a lápiz. Escribir para escuchar otras voces. Escribir de madrugada. Escribir con lentes nuevos. Escribir, madre, en lengua de tus asesinos. Escribir hacia adentro. Escribir para salvar los restos. Escribir y desescribir ante el mar de Ítaca. Escribir para no olvidar las palabras. Escribir desde el tartamudeo. Escribir frente a la corriente zaina. Escribir alrededor del fuego. Escribir lejos de la computadora. Escribir para conocer el sabor de tu piel. Escribir en el vacío. Escribir frágilmente. Escribir desesperadamente. Escribir de un tirón. Escribir a regañadientes. Escribir olvidados por los dioses. Escribir desde la hospitalidad. Escribir para abrazar otras huellas. Escribir en idiomas perdidos. Escribir para volver a casa». Sandra Lorenzano, escritora.

…¿cómo hacer para que la lengua que traemos dentro y usamos cotidianamente sin siquiera pensar en ella provoque en cada lector no sólo un disloque de las ideas aceptadas y convencionales, sino que también genere todas las sensaciones que refuerzan y dan certeza y realidad a esas ideas? Para lograrlo hay que conocer y luego aprender a esculpir y modelar con precisión esa materia infinita que es la lengua verbal». Mónica Mansour, escritora.

Una buena composición antes que bella, innovadora, compleja o sencilla, grande o pequeña, deberá ser coherente consigo misma, respetando su propio código. Si atendemos al lenguaje de la obra, si reconocemos las metáforas intrínsecas o eventualmente extrínsecas que nos revela, estaremos más conscientes de la necedad de evaluar la calidad de una pieza con principios escolásticos, ideas vanas de las grandes dimensiones o espejismos de la inspiración y el genio». Ricardo Martín, músico.

Para escribir hay que revivir el caos que nos sumerge en el delirio y las pulsiones reaparecen y ordenan nuevamente las cosas. […] Ahí, sustentados por nuestras propias pulsiones, los márgenes, que nacen con la intención de definir y ordenar, se borran y fantasmas y obsesiones nos gobiernan. El sentir aprisionado en la convención, se libera, pero se libera en un nuevo lenguaje que lo atrapa». Álvaro Mata Guillé, director de teatro.

…enseñar a escribir: ver, donde no lo hay, un asesinato». Fabrizio Mejía Madrid, escritor.

Bien pueden dos libros y tres buenos profesores aportar a nuestra incipiente vocación ciertas reglas ortográficas, la revelación de algún secreto entramado, un catálogo más o menos parco de mañas para escribir con decoro. Pero no es de allí de donde viene la pasión por la escritura, no digamos la disciplina casi neurótica que se necesita para llevar con dignidad una historia a buen término. Es el paseo, la convivencia con otras soledades, la amistad con otras pasiones semejantes pero nunca idénticas, lo que marca mi devoción patológica por la literatura y mi prurito no menos excesivo por contagiar a otros con ella». Ignacio Padilla, escritor.

El diálogo entre las letras y la reflexión crítica construye un puente entre las dos experiencias. De lo que se trata es de dar animación al concepto desde los relatos particulares. Cuando s escritor se deja alcanzar por la reflexión filosófica puede darle mayor intensidad a su expresión. Por un lado entiende mejor hacia dónde apunta su creación y por el otro se encuentra con el límite del argumento filosófico. El pensador le obsequia al artista su saber pero también su desconcierto invitándolo a participar de la responsabilidad compartida por la palabra». Mauricio Pilatowsky, filósofo.