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¿Recuerdas El club de los poetas muertos, la película de Peter Weir protagonizada por Robin Williams e Ethan Hawke? ¿Un poco ñoña y blandita? ¡Venga ya, colega! ¿No te hagas ahora el duro! Seguro que a ti también se te puso un nudo en la garganta y murmuraste en bajito: «¡Oh, capitán, mi capitán!»
En una de las escenas el profesor Keating (Robin Williams) propone a sus alumnos subirse encima de su mesa y observar el mundo de una manera diferente para ser conscientes por un instante de que las cosas se pueden ver de otro modo. Pues algo parecido sucede con respecto al punto de vista narrativo.
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Aunque la historia sea la misma, contarla desde uno y otro punto de vista, desde una y otra óptica, cambiará nuestra novela (o relato) por completo.
Pongamos un ejemplo paradigmático: un trío de amantes. Obviamente, no es lo mismo si lo contamos desde la óptica de la mujer, o el hombre, que está sufriendo la infidelidad, desde la del amante, o la amante, o desde la del esposo, o esposa, adultero. Y no sería la misma aun manteniendo los datos objetivos.
Para tu tranquilidad, diré que el punto de vista habitualmente se elige por mera intuición, y que si te ha interesado narrar la historia desde esa óptica, por algo será. Pero, por si acaso, no está de más que hagamos caso al profesor Keating y nos subamos un instante encima de la mesa para mirar nuestra futura historia de otra manera. Nos llevará solo unos minutos y puede que nos ofrezca unas perspectivas que hasta ese momento no habíamos contemplado.
Además, ten en cuenta que ser consciente al finalizar tu historia, de que no has elegido el punto de vista adecuado, no es un asunto cualquiera, implica reescribir tu historia de nuevo. Desde el inicio. Aunque si alguna vez te sucede, tendrás que hacerlo. No seas tan tramposo contigo mismo como para engañarte y consolarte diciéndote que bueno, que al fin y al cabo desde esa óptica tampoco se ve tan mal.
¿Quién cuenta la historia?
Vale, ya nos hemos bajado de encima de la mesa, hemos observado desde todos los ángulos posibles y tenemos claro desde qué óptica vamos a contar la historia. Pero ahí no acabo todo. ¿Quién la va a narrar? ¿Tal vez alguno de sus personajes, quizá el protagonista? ¿Lo harás tú, el escritor? ¿Lo harás en una tercera persona omnisciente o desde una tercera persona con visión limitada? ¿Puede que arriesgues con una segunda persona, o es demasiado vanguardista?
Cuando se llega a este punto lo suyo es ponerse a estudiar la técnica en profundidad. Te recomiendo mucho escribir un cuento con cada tipo de narrador que existe, solo así obtendrás un conocimiento teórico y práctico de la técnica. Mi curso Tipos de narrador es perfecto para ti si quieres conseguir esta meta.
Ahora compartiré contigo dos técnicas básicas, con las que seguramente ya escribes. Las utilizas a menudo para comunicarte o las reconoces frecuentemente en ficciones que consumes. Aprovecho para recordarte que hay historias en las que, a priori, unas técnicas van mejor que otras. No siempre es fácil comprender por qué una técnica es ideal para una historia, para eso también te sirve mi curso Tipos de narrador. En cualquier caso, también voy a compartirte un consejo que te resultará muy útil a la hora de elegir.
Primera persona
Un personaje, normalmente el protagonista, narra su historia. Consigue que el lector empatice de forma muy directa con sus sentimientos. ¿Quién va a contar mejor lo que siente que uno mismo?
Por supuesto, tiene algunas desventajas, estamos atrapados en la piel del narrador, tanto física como mentalmente. Es decir, no podemos narrar lo que sucede, donde él no se encuentre, a no ser que se lo hayan contado, lo haya oído, etc.; y, además, tendremos que amoldarnos a su edad, inteligencia, condición social…
Por lo tanto, si decidimos narrar en primera persona la historia de un narcotraficante colombiano, o conocemos la jerga propia del idioma y de la “profesión” de nuestro personaje, o va a resultar poco creíble para el lector.
Se trata, por supuesto, de un narrador no fiable. Todo lo que nos cuenta es su manera de ver el mundo, sus opiniones, su visión de la realidad.
Si quieres que el lector empatice muy directamente con los sentimientos de los personajes, ¿qué historias crees que se acoplarán bien a este punto de vista? Exacto, las historias que nacen desde dentro hacia fuera. Las historias donde importa más lo que sucede en el interior de los personajes que lo que sucede en el exterior.
Tercera persona omnisciente
Has decidido no hablar por boca de ninguno de tus personajes. Perfecto. La primera ventaja obvia es que las palabras serán tuyas, o más bien dicho, las elegirás tú para permitir la existencia de un ente narrador que no es ni debe parecer un personaje. La limitación es, en ese sentido, que las palabras deben mantenerse en un territorio, digamos neutral.
Este narrador lo conoce todo de la historia y de los personajes que intervienen en ella. Es fiable. Su visión no es la de ningún personaje. Es una especie de demiurgo que maneja el universo narrativo de la historia a su antojo, entrando y saliendo de la cabeza de unos y otros personajes y transitando por la historia en el espacio y tiempo deseado.
Así se narraban prácticamente todas las novelas hasta el siglo XX, por eso te resulta tan familiar. Actualmente, ya no es el narrador más común. Se alega que el motivo puede ser el feminismo, el psicoanálisis, la caída de grandes imperios, etc. Los fenómenos sociales e ideológicos, desde la segunda mitad del siglo XX, han llevado a los autores a otorgar mayor relevancia al yo individual.
Motivos más literarios aducen que contribuye en menor medida a eso que hemos llamado suspensión de la realidad. O sea, que las historias contadas en primera persona suelen ser más fáciles de creer.
A pesar de la tendencia, el narrador omnisciente en tercera persona sigue siendo tan efectivo como siempre. Es útil, sobre todo, si se cuentan historias con muchos personajes. Pero no te confíes, porque muchos personajes en una historia implica un mayor dominio del tejido necesario de sus diferentes líneas dramáticas. De ahí que autores como Tolstoi o Dostoyevski hicieran gala de esta técnica en sus obras.
Un reto
Más que adentrarte en el amplio abanico de técnicas narrativas, mi intención hoy es llevarte a comprender el concepto de punto de vista. Lo que me parece haber conseguido ya, pero por si a caso, te planteo una situación y un reto:
Un niño de ocho años de edad, al que su padre acude a buscar todos los días al colegio, ve cómo, poco a poco, sus compañeros se van marchando a casa con sus respectivos familiares, mientras a él nadie viene a recogerlo. Se queda solo, bajo la supervisión de una niñera del colegio, a la espera.
Tienes aquí diversos puntos de vista: el padre, el niño, los compañeros del colegio y la niñera.
El reto consiste en que escribas el mismo hecho desde todos esos diferentes puntos de vista. Obviamente, la técnica más adecuada es la primera persona. El hecho es el mismo, pero tienes que contarlo desde la óptica de cada personaje.
Escríbelo como historia con todos sus avíos. Asegúrate de que tenga un planteamiento, un desarrollo y un desenlace.
Al terminar tu ejercicio, busca el apartado Ejercicios de escritura en la página de inicio de mi web y reserva una clase conmigo para evaluar tu práctica.
¿Qué otras dudas tienes en torno a la técnica narrativa? Compárteme tus inquietudes en los comentarios, los leo y respondo todos.
FUENTE: El arte de escribir. Manual de escritura creativa, David Vicente (Berenice, 2017)
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