El secreto de la fama, Gabriel Zaid

La fama concentra la atención social en unos cuantos nombres. Es algo bueno, si nos lleva a leer grandes libros, a sumergirnos en grandes obras de arte. Malo, si se reduce a recitar los nombres, sin la experiencia viva de las obras, que va definiendo el gusto personal frente a los juicios de la fama. […]
«La conversación sobre las grandes obras puede ser, en sí misma, un milagro creador. O mera resonancia de los nombres que suenan. […]
«Quienes, movidos por la inspiración, el azar, el oficio, tienen la buena suerte de atrapar un milagro, no deberían quejarse demasiado de ser famosos o no serlo. Después de todo, les tocó lo mejor.»

De muchos libros que se conservan íntegros, circulan nada más frases aisladas, a veces apócrifas.»

Los libros y artículos publicados en Nueva York (o en París) citan sobre todo libros y artículos publicados en Nueva York (o en París). Hay algo natural en que las metrópolis sean provincianas: el desarrollo de una conversación creadora, la animación que le da vida, tiene como centro una discusión local. Por el contrario, un signo claro de subdesarrollo son las publicaciones que no citan autores locales, para no verse provincianas. Muestran la altivez de Groucho Marx: ‘No me interesa pertenecer a un club que acepte gente como yo.´Para el subdesarrollo, las discusiones importantes son las que se siguen de lejos, como un espectáculo. Estar en la periferia consiste precisamente en no estar en sí mismos, en creer que la verdadera vida está en un centro remoto.»

…el canon citable varía de tiempo en tiempo y de lugar en lugar. La lista de Ribeyro está datada; es como de 1960, antes de Foucault, Althusser y el marxismo académico. Y, a la observación de Corral, habría que añadir que el fenómeno reciente se da a partir del boom: de las novelas latinoamericanas publicadas en Barcelona, París, Nueva York hacia 1970. Aunque ya en el primer boom (el de la poesía, a principios del siglo XX) los latinoamericanos se citaban.
«En cambio, los académicos latinoamericanos (que no han tenido un boom) citan devotamente a los más oscuros profesores americanos, ya no se diga a los simples escritores.»

Citar para disimular el vacío intelectual, es una forma petulante de callar, criticada desde la Antigüedad.»

El abuso final (o más reciente) está en la superación posmoderna de estas preocupaciones: Es un error hablar de distorsiones, plagios ni refritos, porque todo autor es un segundo autor, todo texto es parte de un intertexto. No hay nada original: todo lo publicado en un tejido de citas, alusiones, parodias, homenajes, sin origen ni centro. La muerte del Creador implica finalmente la muerte del creador.»

En la práctica, la doctrina se invierte provechosamente: si el creador no existe, todo está permitido. El segundo autor es tan autor como el primero, tan original como el primero, con tantos derechos como el primero.»

Citar es conversar, asumir una tradición, tomar en cuenta los trabajos previos. ‘Somos como enanos trepados en gigantes´, decía Bernardo de Chartres, ‘por eso vemos más´. Pero hay formas de trepar que no son útiles para ver mejor, sino para verse mejor.» (…) «Las citas se volvieron puntos acumulables a favor del que cita y del citado».

En la clerecía curricular, el respeto social, el ascenso burocrático, los ingresos y hasta la seguridad en sí mismos dependen de las citas favorables. Hay un rating de cada acto, persona, institución. Vivir es un perpetuo Juicio Final. No ser mencionado es peor que no haber nacido: sufrir la excomunión que anticipa la condenación eterna.»

«c) los autores y textos que sirven de contraseña para entrar, demostrando que eres de los mismos, que estás al día y del lado correcto;
«d) los críticos y editores que probablemente reseñen o encarguen reseñas de tu libro, ya no se diga a quienes pueden considerarlo para un premio, o ponerlo enuna lista de libros de lectura obligada, o darte una beca, o admitirte en una academia, o darte empleo;

«e) y, por supuesto, a los jefes, amigos, maestros, compañeros, muy especialmente a aquellos con los cuales quedaste en deuda, según la Regla de Oro: Si me citas, te cito.»

Antes de enseñarle a nadie lo que piensas publicar, revisa el cumplimiento de las siguientes reglas.
«No mencionar, menos aún favorablemente,
«a) los enemigos o competidores de quienes deben dar el visto bueno para que el texto se publique (aunque la omisión sea imperdonable en ese tema);
«b) los autores no reconocidos como especialistas (aunque hayas aprovechado sus ideas);
«c) los especialistas superados, que estuvieron de moda, pero ya no los cita nadie que se respete en el gremio;
«d) los autores demasiado populares, que citan los aficionados, no los conocedores; menos aún, si escriben en países de segunda, ya no se diga en los periódicos.
«e) los autores impopulares por su vida depravada, ideas incorrectas o cercanía a grupos de lo peor».
«Si la mención es inevitable, manifiesta claramente tu posición en contra o elegante desprecio. Al menos, ponte a salvo con oportunas salvedades.
«Mencionar, y generosamente
«a) los dioses de la especialidad, la institución, el país, el momento;
«b) las magnánimas personas o instituciones que autorizaron o patrocinaron la publicación (aunque hayan titubeado, regateado o impuesto condiciones humillantes;

Y el canon tiene efectos. ¿Fulano? ¿Quién es, si nadie lo menciona? ¿Mengano? Quizá es un mediocre, como dicen (no lo he leído, ni por ahora tendría tiempo de hacerlo); pero si lo mencionan con frecuencia, sacó tal promedio, está en tal organismo, sale en televisión y en los periódicos, es muy amigo de Zutano y un encanto de persona (o una persona de armas tomar), no lo puedes ignorar.»

No se puede organizar un programa de trabajo, una elección, un homenaje, una cena, en la perpetua inestabilidad de quienes sí y quiénes no. Son los que son.»

¡Loor a los que hacen la tarea! A los que citan para dar, no para recibir. A los que disfrutan la conversación y la enriquecen, presentando amigos que pueden serlo entre sí.»

…hablar de la experiencia de leer, de lo que dice un libro y cómo lo dice, de lo que gusta o decepciona, hace más inteligente la vida social y personal.»

…¿dónde acontece la vida literaria sino en la página leída?»

Si la persona es un encanto en las cenas, si sale en los periódicos y la televisión, si tiene buen currículo (es decir: si otros jurados ya le dieron premios, distinciones y nombramientos), si me han hablado de sus muchas cualidades, es absurdo que, en este mal momento, deje todas mis tareas pendientes para ponerme a leer sus libros ¡y los de todos los demás candidatos! Así se vota de oídas, ateniéndose al trabajo de los que hicieron su tarea. Claro que si nadie la hizo, y los jurados anteriores tampoco, los resultados pueden ser vergonzosos: ignorar obras valiosas que no fueron leídas, encumbrar a mediocres que no han sido leídos; multiplicar los intereses creados a favor del ruido, no la lectura.
«Un perfecto mediocre, tesonero y simpático puede hacer la carrera señalada por Jules Renard (Journal).El primer premio se lo dan porque ‘¡Pobre, no le han dado ninguno!´. el segundo, porque acaba de recibir el otro. El tercero, porque ya tenía dos. El cuarto, porque lo exigió. El quinto, porque, después de tantos premios, no darle éste llamaría la atención (se pensaría que lo excluimos por razones ideológicas o prejuicios contra las minorías). El sexto, porque premiarlo se volvió costumbre. Los siguientes son una avalancha. La sociedad, las instituciones, el Estado, se premian a sí mismos al reconocer a los monstruos sagrados.»

…una vez consagrada una obra mediocre, una vez que la avalan personas e instituciones de peso, no es razonable esperar que se desdigan. Lo razonable es suponer que el disidente es un ser extraño, que lee torcidamente, por ineptitud o motivos inconfesables.»

Algunos monjes creen que la oración sostiene el mundo: que, en todo momento, hay cuando menos un alma piadosa que reza desde el fondo de su corazón, y por eso el mundo no se vuelve nada. Creamos, inocentemente, que si el mundo del libro no se reduce a la circulación de celulosa, es porque nunca falta un lector de verdad.»

La sociedad se siente consagrada por sus autores consagrados. El autor legendario por su obra acaba llamando la atención por sí mismo, a costa del interés en la lectura de su obra. Interés que llega a depender menos de los textos y más de que sean suyos. (Un texto mediocre, un cuadro excelente, suben o bajan de aprecio cuando se descubre que el autor era otro, no el que se creía.) La consagración induce a los autores a verse desde la fama, desde la posteridad. A dejarse llevar por su posible figura legendaria, resistiéndola (cuando no les gusta) o retomándola, como parte de su propia creación. La imagen que de ellos tenga el público (o quieran ellos inducir) puede condicionar el desarrollo de su obra y hasta de su vida.»

Conservar todo es una incuria que causa un nuevo tipo de estrago: perder lo significativo en la masa de lo insignificante. Conservar todo es perder todo.»

…la conversación con buenos lectores sirven para desarrollar la imaginación, la inteligencia, la sensibilidad; para orientarse y constituirse como personas, para ser felices y ser más.»

En la práctica, hasta los peores libros de texto y los peores bestsellers sirven, cuando menos, para hablar de lo mismo. Pero los clásicos tienen una importancia inigualable. Han subido el nivel de la especie humana, despertado una conversación que se enriquece a lo largo de los siglos, en los más variados entornos. Son genes culturales que, a partir de los mismo, conducen a muy diversas plenitudes personales, sociales, históricas.»

El salto a las ligas mayores no es cuestión de calidad, porque la calidad puede alcanzarse en pequeña escala. Una marca desconocida y hasta una camisería artesanal pueden ser superiores en diseño, telas, hechuras, servicio. El salto es cuestión de marca.»

Un joven talentoso y rico, para el cual todas las vocaciones son posibles, puede acabar en la mediocridad, no sólo porque tanta facilidad lo confunda, sino porque su trato con lo posible no se concreta en compromisos que lo obliguen a resolver dificultades concretas. La mera posibilidad no es todavía una libertad. Ser un organista creador requiere muchos años de trato cotidiano con los teclados concretos, con interpretaciones concretas, con ejercicios concretos de composición, para alcanzar la libertad que da el oficio: una libertad concreta para esto y aquello, no para todo. Por lo mismo, aunque tenga que ganarse la vida con encargos mal pagados, soñando con la libertad inalcanzable (por su falta de recursos y la incomprensión de los otros), si se sumerge en los encargos concretos y se apasiona por buscarles soluciones creadoras, puede acabar convirtiéndose en Bach. Puede transformar su necesidad en libertad.»

La asimetría es poder, y el poder fácilmente se convierte en negocio. Una persona conocida puede reunir a una multitud, y esto lo saben los protagonistas, los organizadores del acto, los anunciantes, los patrocinadores, todos los que pretenden influir. El carisma es una revelación para los que convierten la experiencia: una culminación inmediata que se cumple en sí misma y no pide más que continuar. Pero también es algo mediatizable por los protagonistas, por el público que los sigue (yo estuve ahí), por los interesados en comprar o vender esa influencia y por los dueños del micrófono. Es un poder que se impone silenciando las pequeñas conversaciones, de manera natural la admiración que calla para escuchar) o con trucos que llamen la atención, autoritariamente o no.»

La pantalla es una especie de Aleph borgesiano, donde todo cabe en un punto; una quimera sobre la plenitud de la vida (en el paraíso de la imagen) que transforma la vida. Provoca la fabricación de hechos, personalidades, instituciones y productos diseñados para generar imágenes poderosamente simbólicas, visuales, simplificantes, de interés masivo. Así nacela industria del montaje y producción de ‘hechos´ armados para ser noticia, de ‘bellezas´ diseñadas para ser fotogénicas, de ‘personalidades´ modeladas para ser mediáticas, de ‘libros´ escritos para ser bestsellers

Una vez puesta en marcha, la realidad artificial se alimenta a sí misma».

…la irrealidad tiene poder sobre la realidad.»

El desdoblamiento es real y es irreal. Es un salto milagroso de la vida más allá de su realidad inmediata, que le permite desarrollarse y crear una nueva zona de la realidad. Es el origen de la conciencia y la cultura: la vida en el espejo que se ve a sí misma y sube de nivel, y hace habitable el mundo en ese nivel. Pero es un alejamiento de las realidads inmediatas, que puede confundir. Favorece la objetividad, el espíritu crítico, la libertad, pero puede llevar al fetichismo, el escapismo, la enajenación.»

Las personas que salen en televisión (aunque sea un reality show) parecen más notables, valiosas, bellas, inteligentes, hasta para que aquellos que las conocen,  no les habrían visto algo especial. Más de un adorador de estrellas de cine sería incapaz de reconocerlas, si las encontrara trabajando en una oficina, sin maquillaje ni glamour. En la vida cotidiana, abundan las personas valiosas, las bellezas notables, las inteligencias superiores, que tienen realidad, pero no imagen, por lo cual pasan de noche para los bobos que adoran la imagen del ‘éxito´. La idolatría de las imágenes deja sin ojos para ver los milagros de la realidad.»

El secreto de la fama está en volverse un objeto. No cualquier objeto (para lo cual basta con ser pasto de fieras o caníbales), sino un objeto que llama la atención de muchas personas».

El deseo de verse objetivado en lo que dicen los demás es también una forma primitiva de buscar la conciencia de sí: de examinarse, definirse, autoteorizarse.»

Desearse a sí mismo como objeto es abdicar como sujeto. Es alejarse de la vida real hacia la vida representada en imágenes de plenitud.»

Las implicaciones reales no se ven hasta que es demasiado tarde. Ser famoso consiste en ser tratado como objeto.»

Descartes no era modesto sobre la importancia de su obra. Quería compartirla como un don del cielo para todos. Le parecía un milagro, pero no le gustaba la confusión de su vida con su obra. Peregrinó al santuario de Loreto para dar gracias a la Virgen por sus descubrimientos, pero no se veía a sí mismo como un santuario que atraía peregrinos y estaba obligado a atenderlos.»

Si todo hombre común es un líder en potencia, no puede haber mediocres: sólo etapas en el camino de la superación personal.»

Sería más inteligente reconocer que todos somos mediocres en casi todo, que no tiene importancia y que intentar lo máximo en todo es ridículo. La excepción no puede ser la regla general, y no hay que confundir esto con la verdadera regla general: que cada persona es única, porque su código genético, su historia, su conciencia, sus capacidades y sus gustos, constituyen un ser único.»

Aprender no es lo mismo que sacar buenas calificaciones, y lo importante es aprender.»

Ser el número uno como barrendero (o lo que sea) está centrado en el yo y los competidores, no en el trato competente y feliz con la realidad.»

Paradójicamente, la presión trepadora desemboca en el ascenso de los mediocres al poder y la fama. Se supone que el darwinismo ferozmente competitivo debería entronizar a los excelentes, no a los incompetentes».

El candidato con más puntos puede ser un mediocre. El producto que más vende puede ser mediocre. Lo más calificado en las encuestas puede ser mediocre. El programa con más rating puede ser una porquería. La competencia trepadora no siempre favorecer al más competente en esto o en aquello, sino al más competente en competir, acomodarse, administrar sus relaciones públicas, modelarse a sí mismo como producto deseable, pasar exámenes, ganar puntos, descarrilar a los competidores, seducir o presionar a los jurados, conseguir el micrófono y los reflectores, hacerse popular, lograr que ruede la bola acumulativa hasta que nadie pueda detenerla. La selección natural en el trepadero favorece el ascenso de una nueva especia darwiniana: el mediocris habilis. […] Así se llega a las circunstancias en las cuales un perfecto incompetente acaba siendo el número uno. […] …cuando llegan al poder y la gloria, son los modelos de una sociedad reducida a trepar, y la degradación se extiende desde arriba. […] Y luego un pobre diablo, aprobado por compasión, cansancio, irresponsabilidad, se convierte en su jefe, su juez o su verdugo».

La figura pública del autor puede ser una leyenda creada por sus lectores, tan ajena a la idea que tiene de sí mismo, que se moleste y la rechace. Pero puede ser un proyecto suyo, más o menos consciente, elaborado (o no) a partir de la leyenda: la creación de un personaje que actúa en la vida pública como una obra firmada, controlada y cobrada.»

…la cración de textos crea simultáneamente la personalidad creadora, la constituye objetivamente como sujeto creador. El personaje del autor siempre está en el texto, de manera implícita o explícita, discreta o desbordante. Su protagonismo puede ser sano o patológico, comercial o no. También hay protagonismos políticos, religiosos, sociales, que son textos actuados: monólogos, teatralidad.»

…basta conciencia intelectual; y lo que sigue es la reflexión, el humor, la búsqueda de intereses subjetivos  contingentes, la disolución del arte.»

5 Comentarios

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  1. Citas. Son todo citas. Colecciono citas de libros. Están todas bajo la categoría «Casa de citas».
    Ojalá lo hubiera escrito yo… JAJA.

  2. Es maravilloso leer a zaid, siempre me siembra el deseo de abandonar lo superficial y centrarme en lo profundo, en lo que vale la pena. Aun no he logrado entenderlo (y creo que falta mucho para ello), solo le he leido el progreso improductivo, pero desde siempre me he sentido atraido por sus letras. Esta noche termino decidiendo de una vez por todas en comprarme 3 libros mas de el, incluido entre ellos «el secreto de la fama»

    Saludos!

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