Acabo de leer un breve artículo de opinión escrito por Jordi Costa y muy bien ilustrado por Maria Picassó en la edición de ICON de hoy.

Es verdad que el Papa Francisco no enfrenta un tiempo bueno para la iglesia. Y también es verdad que toda esa mierda que ha salido a luz sobre la pederastia de muchos sacerdotes en Estados Unidos (que se reproduce en muchos otros países del mundo), nos está permitiendo ser muy aún más conscientes, si cabe, de la hipocresía que ha existido siempre entre los representantes y administradores de la fe católica en el mundo.
Yo nunca me he sentido particularmente interesado en el bienestar de la iglesia. Es una institución con la que me he llevado mal desde que tengo memoria. Pero también es verdad que la causa principal del machismo y el heteropatriarcado que oprimen al mundo, está en lo que los administradores de la fe a lo largo de la historia cristiana han hecho con el discurso que se desprende y crece de las interpretaciones de la Biblia, texto del que siguen dependiendo hoy día miles de condiciones humanas que se ven infringidas, amedrentadas, reprobadas y discriminadas por el adoctrinamiento católico y religioso en general.
Y solo por eso, porque el manejo del discurso dentro de la iglesia es importante para el cambio de paradigma en la fe católica, hoy en día pongo atención en lo que pasa dentro de la iglesia y me mantengo relacionado con ella de un modo inédito, algunas veces reconfortante y mayoritariamente incómodo para mí.
No es poca mi sorpresa cuando leo en la prensa que el Papa Francisco es el primer papa de la historia que sigue mirando allí donde los demás han querido dejar de ver; la mierda dentro de la propia iglesia: la pederastia, la opresión a las mujeres religiosas y no religiosas, la homosexualidad del sacerdocio y de la sociedad, los hombres y mujeres de fe divorciados que no pueden comulgar, etc.
Francisco transmite empatía. Poco a poco se ha ido desmarcando de la línea carca que caracterizó a todos sus predecesores, para invitar a todos los integrantes de la iglesia, empezando por sus compañeros administradores, pero llegando también al pueblo, quienes somos la verdadera Iglesia teológicamente hablando, a que se reflexione sobre estas realidades que han estado allí siempre y que no siempre se han querido tratar o se han tratado del modo correcto.
Comprendo las razones por las que mucha gente decidió dar la espalda a la iglesia; yo fui uno de ellos. Pero también creo que el progreso del pensamiento religioso y social no podrá suceder únicamente fuera de la iglesia, empezando por la iglesia comprendida como institución de administradores de la fe y terminando por la iglesia de la fe que somos todos los que compartimos la fe católica.
Mucha gente no comprende que un hombre gay como yo pueda ser católico. Porque se sigue entendiendo la fe como una cuestión de costumbres y tradiciones sociales, no como un ejercicio espiritual. Toda esa gente que no me comprende se asusta y se ofende también, porque ocupan lugares dentro del debate que están en puntos contrapuestos que parecen irreconciliables, pero que no lo son. Y lo sé porque lo vivo, es mi propia experiencia espiritual y social. Y cuando escucho al papa Francisco, la inmensa mayoría de las veces pienso y siento que él también es de los que cree que todas las realidades humanas son conciliables con el espíritu y que el mundo se merece una evolución, un crecimiento y un cambio, no solo institucional, que es lo de menos, sino espiritual, que es lo que de verdad importa, o lo que al menos a los cristianos debería importarnos de verdad.
Una idea parecida me ha transmitido el artículo que cité al comienzo de mi reflexión, aunque su autor se haya referido a ella de un modo más bien campechano. Lo aplaudo y lo agradezco. Y me alegro de que la prensa y con ella el mundo se den cuenta de que por primera vez en la historia del catolicismo tenemos a un representante que está queriendo hacer mejor las cosas. Ojalá que lo dejen y que más gente sea capaz de entenderlo. ✍🏼
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