La tarea

Empezó:

—El único lugar en dónde realmente me da miedo meter las manos es dentro de los calzones de Gustavo. Ninguna otra cosa podría aterrarme como eso, ni siquiera meter las manos en la boca de un león hambriento o de una gigantesca máquina trituradora.

“Pensé en cambiar el miedo por el asco, finalmente era otra opción para cumplir con la tarea… pero descubrí que ya nada me da asco… nada excepto la caca y los mocos. Y obvio, no iba a meter mis preciosas manos en caca y mocos. Además: ¿qué cosa interesante se puede decir sobre eso?: la caca es tibia, suave y grumosa; los mocos viscosos, pegajosos y duros. Punto final.

“Hace tiempo no sé de Gustavo. No, bueno, sí se algo: está por abandonar el puesto basura que tiene como súper intendente del edificio donde vive, sigue de bibliotecario en la Ibero y sale de vez en cuando con cualquier Cualquier. Andará todavía, imagino, conquistando pendejitos deslumbrados… No me pregunten cómo lo sé, sólo lo sé…

“¡Qué lío es eso de meter las manos en el lugar que más miedo te da! Quise hacer la tarea con todas las ganas que un pecho puede tener, pero mis pies no obedecen las órdenes de mi pecho inundado de ganas. Son rebeldes mis pies. Obedecen más a un terco mandatario que vive en mi cabeza. No se dejaron llevar hasta allá, a donde el río corría cuando el México de la conquista, a donde ahora yace Gustavo enfundado en sus pantalones.

“Quise ser profesional, adentrarme en los misterios de la porquería y deslumbrarme con las bondades del repudio. Pensé, inclusive, robarme los miedos o ascos de otros: `mete las manos en un charco lleno de moho… o en un lago estancado´, `toca la vagina de una perra en brama´, `destripa una rana´. Pero nada de eso puede realmente estremecerme, no después de conocer el interior de los calzones de Gustavo y haberlo tocado no sólo con las manos. ¿Debería ser más específico y decir que también me da miedo lo que está dentro de la camisa y los zapatos de Gustavo?

“Qué terror la tersura de sus nalgas, lo tenso en el prepucio recortado de aquel falo que haría temblar a cualquiera. Qué pavor los lunares levantados de su espalda, la frescura de su pecho y lo ondulado de las arrugas en su vientre que intentan disfrazar los años cuando se estiran.

“¿Cómo explicar este miedo tan solo con la descripción de su piel? ¿Cómo describir su piel y decir también que me da miedo? ¿A quién le da miedo la piel?, se preguntarán. ¿Por qué narrar y no simplemente describir? ¿Ustedes pudieron escribir dos cuartillas nomás de descripción cuando olieron, degustaron, escucharon y vieron? ¿No les parece injusto que yo tenga que describir metiendo las manos en algo que me da miedo cuando ustedes degustaron comidas deliciosas, espiaron los chismes de sus vecinos (que debe resultar totalmente divertido), e hicieron cosas agradables por el estilo? Y más a mi favor el reclamo: ¿no les parece injusto que yo haya tenido la instrucción de usar las manos y no todo el cuerpo que también es sensible al tacto?

“¿Y por qué hablo de Gustavo? ¿No era cosa superada? ¿No era cosa y por cosa insignificante? ¡Y qué me importa a mí si sale o no con cualquier Cualquier! Si anda o no perdiendo el tiempo como súper intendente, conquistando pendejitos deslumbrados o acomodando libros polvosos…

“Y ultimadamente, ¿por qué putas me mando a buscarlo para hacer la tarea? ¿Qué no lo conozco ya? ¿No me basta haber sufrido el terror de su piel una vez?… Bueno, dos… Bueno ya, cuatro. Pero juro que sólo fueron cuatro…

“¡Revivir el miedo! De eso debe tratarse. Por eso el asco pasó a segundo término. ¿Descubro así que me gusta revivir mis miedos? O será, sencillamente, ¿que digo miedo en vez de amor?

Hizo una pausa, miró a todos a su alrededor completamente sonrojado. Había olvidando que nada de eso tenía por qué interesarle a alguien.

—Lo que hay en el interior de los calzones de Gustavo es… sencillamente indescriptible. Y como nada más en este mundo me da tanto miedo, se acabó.

Terminó de leer y lamentó una vez más no haber hecho bien la tarea.