Las poderosas implicaciones de tomar la palabra con valor

Publicado originalmente en EL CORREO DE ANDALUCÍA / SEVILLA / 25 ENE 2019.

La historia de Thomas Page McBee me ha permitido comprender que yo tampoco quiero ser cómplice de la opresión que viven las demás personas a expensas de unos privilegios que no pedí y que la inmensa mayoría de las veces disfruto por el simple hecho de ser un hombre cisgénero.

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¿Se han preguntado cómo consiguió la sociedad transformar su perspectiva sobre el divorcio y las personas divorciadas? ¿Cómo consiguió cambiar hasta asimilar que el poder ciudadano de una mujer es exactamente el mismo que el de un hombre, permitiéndole votar? ¿Cómo alcanzó a repudiar la esclavitud hasta abolirla? ¿Cómo se permitió comprender que el amor entre personas del mismo sexo merecía el mismo respeto y los mismos derechos que el amor entre personas del sexo opuesto? ¿Podemos señalar, sin miedo a equivocarnos, cuáles son las causas del progreso sociocultural de la humanidad?

Hace un par de semanas llegó a mis manos una novela que atrapó mi atención desde que se anunció su publicación en los medios. Un hombre de verdad, del norteamericano Thomas Page McBee. Se trata de una de las nuevas apuestas de la editorial Temas de Hoy, del grupo editorial Planeta, que recientemente anunció un cambio en su línea editorial, presentándose a sí misma como un espacio de reflexión renovado en el que son bienvenidos los asuntos sobre los que la sociedad contemporánea e hispanohablante necesita dialogar.

Leer esta novela me ha llevado a pensar en la importancia social de levantar la voz para contar al mundo una historia, tu propia historia, pero sobre todo en las poderosas implicaciones que tiene armarse de valor para tomar la palabra.

La historia de Thomas Page McBee es una de esas historias que el mundo no está acostumbrado a escuchar, de esas historias que no son precisamente nuevas para la naturaleza, pero sí para la inmensa mayoría de la sociedad; quizá porque ha habido pocas personas con el suficiente valor y oficio como para tomar la palabra con valor y, a través de ella sacudir al mundo con naturalidad y verdad; quizá porque la sociedad misma se cubría los oídos y los ojos con las manos, aferrándose al artificio que le ayuda a creer cuanto ha creído; aunque hubiera valientes levantando la voz para demostrar que no todo está dicho, que las cosas no son como la mayoría asegura o como se ha dicho siempre.

Un hombre de verdad cuenta la historia de Thomas, un hombre transgénero que vive en Nueva York (¿dónde más, si no?) y se dedica al periodismo y la literatura. La historia de Thomas se centra en su intento por entrenarse lo suficiente para luchar en una competición benéfica de boxeo. A través de este experimento, que nació como la búsqueda profesional de historias sobre hombres que supieran cuestionar los aspectos negativos de la hombría, Page encontró una oportunidad para cuestionar su propia manera de entender la masculinidad, así como su propia masculinidad, alcanzando la comprensión de que estaba enamorado de la masculinidad que oprime al mundo, lo que le impedía enamorarse de su verdadero ser, un ser masculino sin añadiduras estereotípicas, imperativos sociales o condicionamientos culturales.

‘Un hombre de verdad’, del norteamericano Thomas Page McBee. / El Correo

Supongo que no soy el único que ha jugado alguna vez a imaginar qué cosa imposible querrías hacer si pudieras. Cuando somos niños solemos hacernos ese tipo de preguntas los unos a los otros, porque disfrutamos imaginando y porque no hay otra forma de acceder a lo inaccesible. Al leer la historia de Thomas me he vuelto a sentir como ese chico ingenuo que deseaba adentrarse en lo inaccesible, pero a diferencia de lo que a uno le pasa cuando imagina, leyendo la novela experimenté por primera vez en la vida, lo que han debido experimentar muchas otras personas a lo largo de la historia de la humanidad: comprendí una realidad que me resultaba ajena y en cierta medida incomprensible o imposible.

Mientras uno se pregunta cosas tipo: ¿cómo será ser mujer?, habiendo nacido con un pene y comportándose como todos decían que debías comportarte por tenerlo. O, ¿cómo será ser hombre?, habiendo nacido con una vagina y comportándote como todos decían que debías comportarte por tenerla. Thomas Page McBee se preguntaba cosas tipo: ¿qué sentiré o pensaré cuando pueda seguir comportándome como me comporto, siendo yo mismo abiertamente ante los demás, sin el imperativo de ser de otro modo, aunque tenga vagina?, ¿cómo será la vida cuando la gente no me obligue a comportarme, a pensar y sentir como una mujer porque tengo vagina?, ¿cómo me percibiré cuando al verme en el espejo encuentre al hombre que vive dentro de mí?, ¿cómo me percibirán los demás?

A pesar de mi inclusión en la comunidad LGBTI+ y del alto grado de empatía que siento frente a las diversas realidades que puede vivir una persona, hasta antes de leer Un hombre de verdad me seguía resultado difícil de comprender la realidad de las personas transgénero. Esto no ha significado nunca, por supuesto, que mi falta de información me llevaran jamás a comportarme de un modo reprobable e injusto. Siempre he estado y estaré a favor de la defensa de sus derechos, como de cualquier otro derecho humano.

Al ser yo mismo víctima de la discriminación y la homofobia de la sociedad en múltiples ocasiones, estoy cualificado para comprender el dolor humano de una persona que se enfrenta al rechazo y al odio, como si yo fuera esa misma persona. Pero no me refiero a esto cuando hablo de la realidad trans que he alcanzado a comprender; me refiero en concreto a la realidad de los hombres trans. 

Creo que no me equivoco si digo que durante los últimos dos o tres años, el mundo ha dirigido su mirada hacia las personas trans con la firme intención de sensibilizarse, comprenderlas y alcanzar el estado de gracia que le lleve al respeto y el amor pleno. Pero en ese ejercicio de mirar al otro, aún no se habían levantado, con tanta intensidad y frecuencia, las voces de los hombres trans.

La historia de Thomas Page McBee no solo me ha permitido adentrarme en la psicología de una persona trans para vivir en primera persona sus miedos, sus anhelos, sus injurias, sus desgarros y sueños, llevándome a ese estado de gracia al que antes me he referido y que nos predispone al amor y el respeto plenos. Su historia ha conseguido ir más allá. Me ha invitado a distraerme ligeramente hacia un tema aún más trascendente para la sociedad que la propia realidad transgénero: la masculinidad opresora. Llevándome así a quitarme una venda de los ojos que me impedía ser consciente de lo increíblemente afortunado que he sido siempre por el simple hecho de haber nacido con un pene y ser un hombre, aunque se me haya cobrado caro a veces, incluso llegando a los golpes, cuando he dejado de parecerlo.

Nuestra sociedad, descaradamente machista y patriarcal, siempre me ha tratado con ventaja frente a las mujeres, a pesar de mi homosexualidad, de mi espíritu rebelde o de mi necesidad por transgredir la norma constantemente en favor de las minorías sexuales, a las que pertenezco. Y me había resultado difícil llegar a esta conclusión.

Aunque no reconozco en mí las cualidades propias un “hombre como Dios manda” o, “del hombre de verdad” en términos tradicionales y machistas, mi condición cisgénero, es decir, el hecho de que mi identidad de género masculina coincida con los genitales con los que nací, me ha convertido siempre en depositario de múltiples privilegios sociales que solo los hombres cisgénero disfrutan. Una realidad que todas las demás personas perciben, excepto los hombres cisgénero que viven embriagados y ciegos, entre sus privilegios. Hombres, no sobra decir, que han convertido la supremacía masculina en la norma que legitima su poder sobre las demás identidades de género; ergo, sobre las demás personas. Y yo, sin darme cuenta, me he beneficiado de esos privilegios en múltiples ocasiones.

Por ejemplo: durante mi época universitaria recuerdo haber recibido más de un comentario, de parte de una colega de academia con la que realicé una investigación, haciéndome ver que los profesores generalmente me escuchaban a mí cuando acudíamos a sus cubículos a discutir nuestros avances (todos nuestros profesores eran hombres cisgénero). Probablemente, se sitió ignorada y quizá fue así.

Pero yo nunca tuve realmente la sensación de que los profesores la ignoraran para darme la atención a mí, lo que me llevó a no dar demasiado crédito a la demanda que se escondía detrás de su comentario. Tengo otras razones de carácter personal que me llevan a pensar que la actitud de mi colega era más bien paranoica, y quizá tenga razón, pero con los años he vuelto a recibir comentarios similares de parte de otras colegas de academia en contextos diferentes, ya sea con respecto a profesores, profesoras o personas que representan una autoridad. Nunca he recibido este tipo de comentarios por parte de hombres cisgénero.

La lectura de Un hombre de verdad ha supuesto para mí un verdadero aliciente de reflexión sobre la masculinidad, un tema del que poco o nada se hablaba con apertura e interés en nuestros tiempos, al menos en los círculos sociales populares. Y esto ha producido en mí la imperante necesidad de evaluarme, de comprender hasta qué punto soy cómplice del stablishment masculino que oprime al mundo y en qué medida puedo reconstruir mi propia masculinidad, lejos del efecto narcótico de sus privilegios.

Si Thomas Page McBee, siendo un hombre transgénero, ha conseguido mirarse a sí mismo y reconocer que, a pesar de que siempre se ha visto como lo que es: un hombre de verdad, no está conforme con lo que el mundo entero dice que debería ser un hombre convencional, por muy narcótico que sea el efecto de sus privilegios, yo, que no he tenido que atravesar por las dificultades de una transición, deseo y necesito tomar consciencia de cómo puedo ser un hombre cisgénero que trabaje siempre y con fuerza en contra de la opresión.

La historia de Thomas me ha permitido comprender que yo tampoco quiero ser cómplice de la opresión que viven las demás personas a expensas de unos privilegios que no pedí y que la inmensa mayoría de las veces disfruto por el simple hecho de ser un hombre cisgénero.

Empujado por la utopía de un mundo en el que la masculinidad ya no sea un mecanismo de opresión: necesito descubrir a cuántas personas, hombres y mujeres transgénero, o mujeres cisgénero, estoy hiriendo o he marcado con la herida de la desigualdad, cada que me beneficio de los privilegios que conlleva ser un hombre cisgénero.

Necesito también ser plenamente consciente de los momentos en que dicho beneficio se produce, porque aún me resultan difíciles de percibir. Quizá vivo embriagado por mis privilegios y, ahora que puedo decir que la embriaguez me ciega, quiero estar sobrio y ver. Supongo que eso, para Thomas Page McBee podría considerarse una victoria; tanto como para el conjunto de la sociedad.

Por eso necesita usted leer esta novela autobiográfica, lector atento. Sobre todo si es usted un hombre cisgénero. Tal vez, cuando muchos de nosotros hayamos leído con atención y predisposición, seremos capaces de transformar nuestra perspectiva sobre la realidad transgénero y, mejor aún, nuestra perspectiva sobre el machismo, la masculinidad convencional y el heteropatriarcado; ayudando a construir un mundo en el que el resto de personas en el mundo que no son hombres cisgénero (que son aún más que todos los hombres cisgénero juntos), puedan vivir una igualdad real.

Piense en lo siguiente tan solo un momento: Thomas Page McBee podría haber escrito un libro para vendernos sus dramas y hacernos cómplices de la vileza con que lo ha tratado la sociedad por ser un hombre trans. Pero en lugar de limitarse a ello, lo que habría bastado para que muchas personas fuéramos sensibles ante las circunstancias de vida de personas como él, Thomas ha conseguido trascenderse a sí mismo y mantener su dolor al margen, poniendo el foco en el origen del problema. Un problema de naturaleza sociocultural que afecta a todas las personas, no solo a los hombres trans. Thomas siempre ha sido un hombre en el cuerpo inadecuado. Pero antes de su transición, antes de que su nueva masculinidad le ayudara a mostrarse ante el mundo como el hombre que es, conoció la desigualdad a la que se enfrentan todas las demás personas que no son hombres cisgénero o no lo parecen. Thomas, desde luego, no lo es, pero su aspecto actual, convencionalmente varonil, lo hace parecer ante los demás un hombre cisgénero. Y esa perspectiva le dotó de una visión única, muy poco común y valiosa.

Cuando se haya dado la oportunidad de leer a Thomas y reflexionar en todo esto, como me ha sucedido a mí, le invito a contar al mundo su experiencia, su propia historia, para que conozca de primera mano, como le ha pasado a Thomas y como me está pasando ahora a mí, cuáles son las hermosas, increíbles y poderosas implicaciones de tomar la palabra con valor.

En mi humilde opinión, estas y no otras han sido las causas del progreso sociocultural imparable de la humanidad. Por eso, cuando uno tiene una historia y algo que decir, a pesar del dolor que conlleva contarlo, hay que tomar la palabra con valor y entregársela al mundo con tanta naturalidad y verdad como sea posible, tal y como ha hecho Thomas, un hombre de verdad. ✍🏼