Letras bonitas y el sándwich vengador

Letras bonitas y el sándwich vengador

Por Israel Pintor

Hace un chorro de calor. El agua de mi cantimplora está tibia y así no me gusta. La frescura de las congeladas de limón ya pasó hace rato. Quisiera llegar rápido a la casa. El camino tan largo de todos los días me amodorra, por suerte no es miércoles, si no mamá estaría arrastrando al Enano por las calles y limpiaría mi baba de la ventana del camión. Hoy, apenas lleguemos y baje del bocho, iré a mi cuarto. Ya sé, a esas horas de la tarde siempre me da hambre, pero no quiero hacerla de mesero en la cena o de corre, ve y trae de papá. Ojalá se acorte el camino un día para así llegar, luego luego, a ver la tele. Aunque ni puedo verla porque mamá me pide que saque la basura de la cocina, o tienda mi cama, en fin… Y eso si papá no está, porque si está, me pide los cuadros, o las fotos, o los recortes, o las tarjetas.

Voy a encerrarme. Cuando mamá llame subiré el volumen del radio, me escuchará cantando las de la Onda Vaselina y dejará de gritarme, le gusta oírme cantar…

Me gusta cuando practico mis letras, cada día están más bonitas. Hubiera seguido escribiendo con cursivas, tal vez ahora escribiría como mi prima Alyn. Se ven bien padres sus cuadernos de la escuela, aunque luego me cuesta trabajo entenderles.

Haré una plana por lo menos, copiaré el cuento de las ranas, ese que me gusta tanto… Dice la maestra Gaby -Te sale bien, pero la letra bonita no te pasará de año. Es odiosa, sólo le hace caso a Luis y a las niñas de la primera fila… Me vengué cuando fuimos al campamento de los aplicados. Para ella no lo soy, por eso no me dio un permiso como a los demás. Se puso loca cuando supo que fui a pedírselo a la directora. Y como tengo buenas calificaciones, me dio la razón. Soy un buen alumno. Tengo muy buena conducta, hasta me paso de tonto… Me agarran de la mascota del salón y, con tal de no hacer problemas los dejo.

Pienso que la maestra Gaby nunca lee mis historias, sólo le importan las sumas, restas y multiplicaciones de Luis y las niñas de la primera fila. Si les diera un vistazo a mis historias… a lo mejor no son buenas… a veces cuando las leo no les entiendo, pero a veces.

La niñera de las tardes en la escuela ha de pensar que estoy loco. Mientras todos juegan a brincos, patean las mochilas, avientan papelitos mojados al techo, les alzan la falda a las niñas o juegan a guerritas de groserías, leo mis historias sentado en una esquina del salón. Nunca doy lata hasta sentir el golpe, recibir mentadas o algo parecido. Tanto al Enano como a mí nos tienen bien fichaditos en la dirección: a mí como víctima, a él como agresor. Ni creen que somos hermanos.

Me queda un coraje dentro cuando eso pasa… ni chillando se me quita. No deberían llevarme a la dirección, se me pone roja la cara cuando piso esa oficina. Por eso me gustan mis historias, en ellas soy yo quien los hace sufrir a todos.

Al ratito, nada más llegue, baje del bocho, me quite la sed, copie el cuento de las ranas, cante las de la Onda Vaselina y mire la tele, terminaré de escribir la historia del sándwich vengador. Se la voy a regalar a Marisol, una de las niñas de la primera fila; parece tierna e ingenua, pero es traviesa como ella sola. Todos la conocen por maldosa, el otro día sacó de mi mochila mi sándwich de jamón, lo pisó hasta el cansancio y luego lo guardó de nuevo en su lugar. A la hora del recreo, cuando saqué el lonche, lo encontré deshecho. Y con tanta hambre, así me lo comí… Cuando le conté a mamá se puso furiosa y me pegó un zape por sonso.

Le tengo miedo a Marisol, siempre se sale con la suya sólo por su cara bonita, bien bonita… Por eso hago la historia del sándwich vengador, un emparedado tan pero tan grande, que la aplasta contra el suelo una y otra vez. Aún no sé porqué la aplasta, pero lo hace…

Nota: Cuento realizado a raíz de la lectura de Este que vez de Xavier Velasco.