🫥 Lo que te impide escribir es la resistencia

Existe un secreto que los verdaderos escritores saben y que los amateurs no, y es este: escribir no es la parte difícil. Lo difícil es sentarse a escribir. Lo que nos detiene es la resistencia.

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La vida no vivida

La mayoría de nosotros tenemos dos vidas. La vida que vivimos, y la vida no vivida dentro de nosotros. Entre las dos se encuentra la resistencia.

¿Alguna vez has comprado una máquina de correr sólo para dejarla llenarse de polvo en el garaje? ¿Alguna vez has abandonado una dieta, un curso de yoga, una práctica de meditación? ¿Alguna vez quisiste convertirte en madre, doctor, abogado de los pobres; hacer una campaña para salvar un bosque, tratar de mejorar el mundo o el medio-ambiente? ¿Has tenido, tarde en la noche, visiones de la persona que estás destinado a convertirte? ¿Eres un escritor que no escribe, un pintor que no pinta, un empresario que no empieza nada? Entonces sabes lo que es la resistencia.

La resistencia es la fuerza más tóxica del planeta. Es causa de más tristeza que la pobreza, la enfermedad y la disfunción eréctil. Rendirse ante la resistencia, deforma nuestro espíritu. Nos paraliza y nos hace menos de lo que somos y estamos destinados a ser. Si crees en Dios, puedes reconocer el carácter maligno de la resistencia, pues nos evita alcanzar la vida que Dios nos reservó cuando nos asignó nuestro genio a cada uno de nosotros. Genio es una palabra que proviene del Latín; los romanos la usaban para denotar un espíritu interno, sagrado e inviolable, que nos cuida y nos guía hacia nuestra vocación. Un escritor escribe con su genio; un artista pinta con el suyo; todo aquel que crea opera desde este centro sacramental. Es el asiento de nuestra alma, el recipiente que contiene todo nuestro potencial, la estrella polar que nos guía.

Cada sol causa una sombra, y la sombra del Genio es la resistencia. Las fuerzas de la resistencia que operan contra la llamada de nuestra alma son tan poderosas como ésta. La resistencia es más rápida que una bala, más poderosa que un tren, más difícil de resistir que las drogas duras. No somos los únicos en haber sido derrotados alguna vez por la resistencia; millones de personas han mordido el polvo antes que nosotros. Y he aquí lo pero de todo: ni siquiera sabemos quién o qué nos pegó. 

Dime cuántas veces has escuchado la siguiente historia: una mujer descubre que tiene cáncer, seis meses de vida. En cosa de días decide renunciar a su trabajo, vuelve a su sueño de escribir canciones rancheras que dejó por dedicarse a ser madre (o empieza a estudiar griego, o se cambia de ciudad y se dedica a cuidar huérfanos o enfermos de SIDA). Sus amigos piensan que se ha vuelto loca; sin embargo, ella nunca ha sido más feliz. Y mejor aún, su cáncer empieza a aminorarse.

¿Es esto lo que se necesita? ¿Tenemos que ver a la muerte cara a cara para pararnos y oponernos a la resistencia? ¿Acaso la resistencia tiene que destrozar nuestra vida para que despertemos y la reconozcamos? ¿Cuántos de nosotros nos hemos convertido en alcohólicos, drogadictos, desarrollado tumores y neurosis, sucumbido al uso de calmantes, volcándolos en el cotilleo y el uso compulsivo del teléfono móvil, simplemente porque no hacemos eso que nuestro corazón, nuestro genio interior, nos está pidiendo que hagamos? La resistencia nos vence. Si mañana por azares del destino, todas y cada una de esas almas despertaran con el poder de dar el primer paso para cumplir sus sueños, todos los psiquiatras del mundo se quedarían desempleados. Las prisiones se vaciarían. Las industrias del alcohol y el tabaco se vendrían abajo, junto con las de la comida basura, la cirugía estética, la publicidad, por no nombrar a las compañías farmacéuticas. La violencia doméstica se acabaría, al igual que las adicciones, la obesidad, las migrañas y los problemas de caspa.

Busca dentro de tu propio corazón. A menos que estés loco, en este momento todavía existe dentro de ti una pequeña voz susurrando, diciéndote, como lo ha hecho ya diez mil veces, cuál es tu vocación. Tú lo sabes. Nadie tiene que decírtelo. Y a menos que estés loco, no estás más cerca de cumplirlo de lo que estabas ayer o estarás el día de mañana. ¿Piensas que la resistencia no existe? La resistencia te enterrará.

¿Sabes? Hitler quería ser artista. A los dieciocho años tomó sus pertenencias, setecientos marcos, y se mudó a Viena para vivir y estudiar. Intentó ser admitido en la Academia de Bellas Artes y luego en la Escuela de Arquitectura. ¿Alguna vez has visto alguno de sus cuadros? Tampoco yo. Llámalo exageración, pero a Hitler le resultaba más fácil empezar la Segunda Guerra Mundial que enfrentarse a un lienzo en blanco. ¡Ya lo he dicho!

Profesionales y amateurs

Los aspirantes a artistas derrotados por la resistencia comparten un rasgo. Todos piensan como amateurs. No se han convertido en profesionales.

El momento en que un artista se convierte en profesional es histórico. Yo puedo dividir mi vida claramente en dos partes: antes de convertirme en profesional, y después.

Para ser claro: cuando digo profesional, no me refiero a doctores y abogados, esos son “de profesión”. Me refiero a profesional como ideal. El profesional en contraste con el amateur. Considera las diferencias:

El amateur juega por diversión. El profesional juega a ganar.

Para el amateur, el juego es un pasatiempo. Para el profesional es su vocación.

El amateur juega a tiempo parcial, el profesional es de tiempo completo.

El amateur es un guerrero de fin de semana. El profesional lo es los siete días de la semana.

La palabra amateur viene de la raíz Latina que significa “que ama”. La interpretación convencional es que el amateur sigue su camino por amor, como si el profesional solo lo hiciera por dinero. Es ésta la manera en que yo lo veo: a mi parecer, a los amateurs no les gusta el juego lo suficiente. Si lo hicieran, no lo harían como un pasatiempo, diferente de su “verdadera” vocación.

El profesional ama tanto el juego que dedica su vida a ello. Se dedica a tiempo completo. A eso me refiero cuando digo convertirse en profesional. La resistencia odia cuando nos convertimos en profesionales.

¿No eres ya profesional?

Todos somos profesionales en un área: nuestro trabajo.

Piensa en lo siguiente. Por hacer tu trabajo recibes un cheque. Trabajas por dinero. Eso nos hace profesionales.

Ahora bien: ¿hay algunos principios de algo que ya hacemos con éxito en nuestra vida laboral cotidiana que podamos aplicar a nuestra vida vocacional y así combatir a la resistencia?

Pues sí. Y te vas a sorprender muchísimo de lo profundamente sensato y común que es:

A tu trabajo vas a diario, aunque sea para que no te despidan. Asistes pase lo que pase, enfermo o sano, allí estás, las razones pueden ser nobles o no, pero está claro que el trabajo es sagrado. 

Te quedas allí todo el día. Tu mente puede que no esté allí, pero tu cuerpo sí. Y no te vas de allí hasta que llega la hora de salida.

Estás comprometido con él de por vida. Aunque el año siguiente cambies de trabajo, seguirás trabajando, a menos que ganes la lotería, seguirás siendo parte de la fuerza laboral del sistema.

Tu interés por el trabajo es alto y real, porque es una cuestión de supervivencia. ¡Se trata de comer!

Aceptas una remuneración por tu trabajo. No estás allí por diversión. Trabajas por dinero.

No te identificas más de la cuenta con tu trabajo. Cuando te preguntan a qué te dedicas, no dices, por ejemplo: me dedico al interiorismo. Dices, soy interiorista. Esto en el caso de que tu trabajo como interiorista te llene de satisfacciones, pero si no es el caso, evitas decir que eres lo que haces y eliges identificarte con tu hobby, con lo que te sientes más cómodo. ¡Amateur! A la resistencia le encanta esto. Porque el amateur realmente no hace lo que supuestamente le define, de modo que vive paralizado.

Te vuelves maestro en la técnica de tu trabajo. De tanto hacer lo que regularmente haces, te conviertes en una persona altamente cualificada para realizar esa tarea. ¡Normal! La práctica hace al maestro.

Tienes sentido del humor acerca de tu trabajo. No te cuesta bromear con tus colegas al respecto, ya sea dentro o fuera del ámbito laboral. Puedes relativizar la seriedad con la que te enfrentas a tu trabajo.

Y finalmente, recibes cumplidos por hacer bien tu trabajo o se te responsabiliza de tus errores, cuando los cometes.

Tu forma de enfrentarte al trabajo es exactamente la misma forma profesional con que podrías enfrentarte a tu vocación. ¿Quieres vencer a la resistencia que te impide escribir? ¡Ya sabes lo que tienes que hacer!

¿Te gustó esta conferencia? Déjame tus impresiones en los comentarios y no olvides compartirla con tus profesores, tutores o superiores. 

Quizá pueda ayudarte a ti, a tus compañeros de trabajo o clase, a pensar las cosas un poquito más, coger impulso y cambiar de perspectiva.