Mensaje de un hombre al borde de la locura

Gustavo:

¿Cómo explicarte lo que siento? ¿Cómo describir el ardor en mi pecho? ¿Habrá en tu mente un recuerdo delicioso; en tu corazón algún destello de ilusión? ¿Habremos de mirarnos a los ojos un día y decirnos todo? ¿Perderemos juntos la noción y el miedo? ¿Seguirás a mi lado y yo al tuyo, aprendiéndonos?

Me invade algo dentro. No sé qué es, pero recorre todo mi cuerpo como si fueran duras y ásperas ramas creciendo desesperadas. Se agrietó el muro que me contiene, así lo has dejado: húmedo, sensible, al punto del colapso: estoy feliz.

Envío estas líneas para sentir cómo mis dedos te acarician los ojos mientras las lees. Aún agradezco el ensueño que me provoca recibir tus cartas; te incito a escribirme nuevamente, ¿esta vez te animarás a hacerlo? Tal vez mis últimas cartas no te despertaron ternura y cariño como las primeras…

Debes ocuparte ahora de tu familia, por eso no llamas, no escribes. Lo entiendo, pero no puedo evitar entristecer, hasta sentirme celoso…

…te pienso con tanta intensidad y necesito con tanta vehemencia que…

«¿Has probado el amor en todas sus formas? ¿Has probado el amor en todas sus formas? ¿Has probado el amor en todas sus formas?»

No cesa de repetirse esa frase en mis recuerdos, como lo hiciera aquél anochecer cuando salió desatada de entre tus delgados labios. Lo preguntaste tantas veces y tan intensamente… apretaste tan fuerte mis brazos, mi espalda… embestiste tan brusco, tan pasional, tan tierno, que…

¡Ay!, Corazón. ¡No he probado el amor en todas sus formas! Apenas he comenzado a darle lengüetazos y no sé si podré continuar… No puedo, no quiero hacer más, más que estar contigo. Embriagarme de tu color, saciarme de tu aroma, guardarte en mí la noche entera, para desayunarte en la mañana entre café, los rayos del sol colados por las cortinas de tu habitación y la música de Queen (o Mocedades, no importa).

Tiemblo. No respiro, ni hablo, ni escucho, ni siento. Sólo tiemblo y pienso en ti. Apenas me dejo llevar por Julio Cortázar y su Bestiario, le guardo poco respeto cuando habría de venerarlo. Pero ya te digo, no hago nada más.

¿Podrás expresarme de alguna forma la continuidad de tus pensamientos? ¿Podrás interrumpir mi atosigante desenfreno y tomarme por sorpresa para perderte en lo filoso de mis besos? ¿Podrías, al menos, hacer humo?

Israel.