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El Dr. Narración no está aquí porque se tomó las vacaciones en septiembre. Así que me voy a tomar la libertad de hacer su trabajo. Quiero dar respuesta a unas dudas que le llegaron y que coinciden temáticamente. Dos de mis exalumnos están preocupados por las similitudes que encuentran entre sus historias y las historias de otros autores, historias que incluso son famosas. ¿Te ha pasado algo similar? ¡Seguro que sí! A través de este vídeo, titulado “Mi historia se parece a la de otros o la verdad sobre las musas y la originalidad creativa” intentaré darles una buena respuesta. Quédate y averigua cómo enfrentarte a este problema.
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Bueno, vamos al lío.
Poco antes de que empezara el verano me escribió Eva Jiménez, una de mis más recientes alumnas: una mujer magnética y creativa que ha comenzado a hacer algunas colaboraciones en mi web, te recomiendo que la leas, son interesantes sus aportes. El caso es que Eva, como me ha pasado a mí y como seguramente te pasa a ti también, se enfrenta al siguiente problema:
Consulta de Eva Jiménez
Oye, ¿has visto o leído El cuento de la criada? Hoy me he dado una hostia creativa de proporciones épicas 😅 ¿Recuerdas que te hablé de que tenía una idea para una novela? Gracias a Dios me he dado la hostia antes de escribir nada de esa idea. A ver, yo soy consciente de que está todo inventado y que no voy a llegar yo a inventar nada nuevo. Pero de eso a que tu idea sea casi un calco de una serie de fama mundial, y que ha hecho que las editoriales desempolven la novela en la que está basada. Pues eso sí es un problema y una razón de mucho peso para desestimar dicha idea, ¿no? 🤦🏻♀
Hace una semana decidí que mi historia llevaría el esquema del viaje del héroe, pero con una heroína. El marco sería diferente, mi historia parte de una raza de humanos cambiantes que pueden convertirse en leones. La prota es mestiza y no conoce a nadie de su raza y parte para conocer a su familia, su manada.
Me documenté y las manadas de leones son patriarcados. 🙄 Así que me daba mucho juego para hacer algo chulo. Empezaría a mitad de la historia en la que según el camino del héroe hay un grave acontecimiento que deja al héroe fuera de juego, una situación que debe superar. Bueno, que te cuento todo esto porque me he quedado totalmente chof y no sé qué hacer ahora con “mi gran idea”, ¿qué me recomiendas? ¿Descarto totalmente la idea? ¿Me leo el libro y así puedo despegarme mejor de la historia? ¿Qué hago? Help me pleaseeee.
Antes de responder a Eva, quiero compartirte la consulta de Nono, uno de mis alumnos de novela que ha estado trabajando unos meses conmigo en el Coaching literario; y ya después respondo a los dos. Dice Nono:
Consulta de Nono
Buenos días, Israel. ¿Cómo va eso? Hace mucho que no hablamos. Te escribo hoy para hacerte una petición un tanto inusual, aunque espero que lícita y resoluble: todo viene a raíz de una de las últimas entradas de tu blog: De cómo un humilde herrero se enfrentó a los dioses. Pues bien, no recuerdo a qué vino, pero creo que un día me diste a conocer el argumento de esta historia, superficialmente, y me señalaste las resonancias que veías entre este alumno y yo (o entre nuestras historias).
El caso es que estoy remodelando el argumento de mi novela y ahora que me pongo a pensar temo que las resonancias sean demasiadas. Si es posible, me gustaría que me recordaras este argumento a fin de ver las similitudes y así poder evitarlas en la medida de lo posible. No me quedaré tranquilo hasta que lo sepa. Una de las cosas que más me reconcome es que se comunicara con los dioses a través de sueños, pero hay más, algo más difusas.
No sé si me excedo en la petición (como ya me lo contaste una vez, imagino que no), pero para aclarármelo estará tu respuesta. Confío en que entiendas que no pretendo usar esa información para nada más que lo que te explico. Espero no molestarte ni ponerte en un compromiso. Bueno, eso es todo. Espero que todo vaya bien. Un abrazo.
Similitud entre consultas
¿Se dan cuenta de lo parecidas que son las inquietudes de estos dos exalumnos? Ambos están atormentados y, peor aún, obstaculizados por un prejuicio sobre la originalidad de sus propias ideas. Lo malo no es sentirse inseguro porque tu historia se parezca a la de otro autor, eso es hasta natural, nos ha pasado a todos porque la historia de la humanidad es larga.
Quizá solo han estado exentos de enfrentarse a este problema quienes han podido inmortalizar su historia a través de la escritura por primera vez, en la historia de la humanidad, pero incluso ellos han conocido sus historias en la tradición oral, es decir, que alguien más se las contó de un modo parecido al que la escribieron.
Lo verdaderamente malo es que el prejuicio esté paralizando la creatividad de estos dos exalumnos míos. Y esa es la terrible consecuencia de la inmensa mayoría de los problemas literarios a los que se enfrenta un aprendiz. Cualquier detallito termina convirtiéndose en un obstáculo para seguir escribiendo…
Es el caso de Eva el que me lleva a recordar a Elizabeth Gilbert y la historia que les voy a compartir a continuación, pero en realidad lo que voy a decir sirve a todos mis tallerícolas.
Respuesta a Eva
A principios de año leí un ensayo muy bonito, titulado Libera tu magia. Una vida creativa más allá de miedo, escrito por Elizabeth Gilbert. Ya te he recomendado su lectura en el vídeo sobre los libros que hay que leer para ser escritor. En ese libro Gilbert trabaja una idea fantástica sobre el caso que nos ocupa hoy.
Esta inquietud sobre la originalidad le ha importado siempre al ser humano. Todas las culturas han intentado dar una respuesta a esta realidad, entenderla de algún modo. Los griegos hablaron sobre las musas: espíritus guía que no se poseían como se posee un objeto. De este modo los griegos se quitaron la responsabilidad de ser productivos y creativos, porque no dependía de ellos, sino de las musas.
Si lo pensamos un poco es maravilloso. Yo querría una musa o dos parar llevar y me aseguraría de que me guiara siempre, sobre todo por las mañanas, de nueve a dos de la tarde; cuando tengo bloqueos y cuando he terminado una obra y ya no sé sobre qué más escribir. No tener la responsabilidad sobre mi propia creatividad y productividad sería genial, nunca mejor dicho. Así entendían los griegos el genio creativo.
De este modo los griegos pudieron crear maravillas, liberados de la responsabilidad y dejándose actuar en libertad y creyendo firmemente que eran los espíritus los causantes.
Los intelectuales del siglo XIX y XX en occidente se encargaron de recordarnos que pensar en las musas era una pendejada porque para crear hay que trabajar. Punto. Así, durante aproximadamente los últimos dos siglos hemos vuelto a asumir la responsabilidad y poco a poco aprendimos a crear siendo conscientes de nuestra naturaleza creadora, lo que nos ha traído también un montón de agobios y preocupaciones. Porque esta responsabilidad, aunque es real, pesa demasiado a veces.
Por eso Elizabeth Gilbert se dio a la tarea de crear su propia versión del fenómeno, desde una perspectiva similar a la de los griegos, pero al mismo tiempo traída a la modernidad y con un gramo de ciencia. Para lo que se inspiró en una historia personal:
La tesis de las ideas divinas que inoculan a los humanos
En algún momento de su vida, Gilbert se dio cuenta de que tenía una novela que escribir. Una novela que ahora mismo no recuerdo de qué iba, pero eso da exactamente igual. El caso es que se propuso escribirla, pero sucedieron cosas que le impidieron seguir adelante, cosas del tipo mudanzas, bodas, trabajo: cambios importantes y grandes en la vida de una persona. O sea que no la escribió, solo trabajó en la historia.
Creo incluso que en torno a esos cambios también había una especie de inseguridad porque se trataba de la novela que sucedería al gran éxito internacional que la catapultó a la fama. Como leí el libro hace tiempo, ahora mismo no recuerdo los detalles de la historia. El caso es que una amiga suya, también escritora, que vivía en otra parte del mundo, a la que sucedían cosas completamente distintas, escribió ella sí una novela que casualmente resultó ser en extremo parecida a la historia que Gilbert imaginó para la novela que no escribió. Las historias guardaban las diferencias propias de la subjetividad creadora, pero eran asombrosamente parecidas. Y se preguntó cómo había sido posible que eso pasara cuando no había hablado con su amiga durante años.
Esta experiencia le llevó a crear su propia tesis sobre la creatividad. Una tesis que a mí me gusta mucho y que me resultó ilustrativa y creíble. Para Gilbert las ideas, que son como entes independientes a los seres humanos, de naturaleza más bien divina y que quizá están unidos a una fuente de energía superior, andan de aquí para allá por el universo como señales que buscan inocular la mente de un ser humano.
Gilbert describe a las ideas como entes caprichosos, capaces de elegir al individuo adecuado, pues tienen una misión: materializarse. Su esencia es conceptual, insustancial e inmaterial, lo que les permite recorrer el universo de aquí para allá sin límites, hasta dar con un ser (en este caso humano) en el que puedan meterse, reproducirse, crecer y volver a nacer, pero esta vez en forma de materia. Y cree que las ideas eligen a las personas porque solo esas personas serán capaces de transformarlas en materia, ninguna otra persona podrá. De ahí que no elijan meterse en la mente de la primera persona que se encuentran por el camino.
Con lo que no cuentan las ideas, ya que tienen una naturaleza más bien divina, es con la humanidad y sus defectos. O quizá sí cuentan con ellos, pero su necesidad de materializarse les supera y deciden dar una oportunidad a las personas, inoculándolas. Por eso una persona es capaz de dar vueltas a una misma idea durante muchísimo tiempo, hasta que un día decide sacarla de su mente en forma de materia o, por el contrario, la deja pasar y se olvida de ella.
Gilbert investigó y descubrió que este mismo fenómeno les había sucedido a muchísimas otras personas a lo largo de la historia: científicos, artistas, médicos, etc. Y el fenómeno siempre se reproducía en momentos específicos de la historia de la humanidad, como si alguien, una fuerza superior divina, quisiera que de pronto una idea viniera al mundo a través de un puñado de personas, para materializarse y transformar la vida de todos. Porque eso es lo que pasa cuando una idea consigue materializarse. Eso es la creatividad aplicada a la vida de los seres humanos.
Concluyó que esa fuerza divina, que es natural en las ideas, inocula a varias personas en el mundo en un mismo periodo histórico, porque ese es el tiempo en que deberían materializarse. Y como las ideas saben que los seres humanos tenemos defectos y podríamos e ignorarlas, se aseguran de que, por un lado, o por otro, se harán materia, ya sea a través de un creador o de otro: o de los dos. Tiene sentido, ¿verdad?
Esta hipótesis fantástica y literaria de Gilbert se basa, a su vez, en la teoría de los memes auto replicantes de Richard Dawkins, un destacado biólogo que en los años 70 publicó un libro llamado El gen egoísta, que argumenta cómo los genes más fuertes se conservan, transmiten y producen la evolución de las especies, creando modificaciones y mezclas genéticas que producen naturalmente seres con potenciales muy diversos.
Junto al gen, Dawkins denomina otra unidad de información que se transmite, conserva y produce la evolución creativa del ser humano: el meme. Y no, no es el meme de las redes sociales que tú conoces, ahora, aunque se le parece una barbaridad. Su argumento es que a través de la historia, los seres humanos vamos produciendo memes (canciones, poemas, películas, tecnología, innovaciones científicas, cualquier cosa que es producto de las ideas creativas).
Algunos de esos memes son más fuertes que otros, lo que nos lleva a imitarlos y reproducirlos constantemente, creando imaginarios diversos y casi siempre coincidentes en momentos específicos de la historia. Las mezclas de estos memes nos llevan a la producción específica de un nuevo meme fuerte que produce un cambio sociocultural sin retorno. Aprovecho para dar las gracias a mi querido exalumno Fernando Bravo por recordarme esta maravillosa teoría, gracias a él he podido recordarla y compartírselas.
A través de las ideas de Dawkins, así como de un montón de memes más que configuran el imaginario de Gilbert, ella consiguió sentirse menos frustrada por no haber escrito a tiempo la novela en la que estuvo trabajando. Aceptó su parte de responsabilidad humana, porque no puso de su parte lo suficiente para hacer caso a la idea y materializarla, pero también relegó parte de la responsabilidad a la naturaleza divina de la idea que la había inoculado, que en vista de su falta de voluntad, fue a inocular la mente de su amiga, una mujer que tenía mucho en común con Gilbert y que era perfectamente capaz de materializarla.
Aunque el parecido entre las historias de ambas era elevando, la novela de su amiga era solo la novela de su amiga. Y si otra persona había escrito una historia parecida a la suya, solo era porque las ideas en el universo son impacientes y no estaban dispuestas a esperar a que Gilbert se pusiera a escribir.
Así que se tranquilizó y cuando comprendió que por muy parecidas que fueran, su propia historia terminaría siendo una obra diferente y única porque era ella misma la que la escribía y no otra persona, decidió que pondría manos a la obra sin más. Considerando, por otro lado, que las posibilidades de que el mundo se transformara por la simple existencia de su novela eran mínimas, agradeció que hubiera otra persona en el universo capaz de materializar una idea que ella no pudo y que el universo, o Dios, o una fuerza superior necesitaba que se hiciera materia en un momento específico de la historia.
¿Consigues, Eva, entender a qué me refiero con toda esta historia? ¿Qué es lo que quiero decirte? ¿Consigues tú, tallerícola, entender mi punto? ¿No?
Quizá lo que Eva quería escuchar es esto: querida, tallerícola ejemplar: que yo sepa, en El cuento de la criada no aparece un solo león. Y aunque también es una historia que aborda el tema del heteropatriarcado y la lucha de las mujeres, la novela de Margaret Atwood no es la única obra en la historia de la literatura que se ha escrito sobre ese tema, ni será la última. Y de hecho estamos viviendo unos tiempos en los que el mercado ve con muy buenos ojos este tipo de historias. Al parecer ya estamos todas hasta el coño de tanto machismo. ¡Dios quiera y todo siga así!
Estoy seguro de que tu historia de humanos que se transforman en leones o leonas tendrá lo suyo… De hecho, ahora que lo pienso, no recuerdo ni una sola novela, y mira que he leído y visto adaptaciones de montones de ellas a lo largo de mi vida, en la que las personas se convirtieran en leones. La única historia que se me viene ahora a la mente y que se parece un poco en términos fantásticos es una serie animada de los ochenta que quizá conozcas, los Thundercats, pero es que ellos eran alienígenas felinos de origen.
Seguro que tus ideas terminarán desmarcándose de todo lo demás, o sabrás hacer una mezcla de todo lo demás lo suficientemente guay como para que nos lo recuerde, pero nos dé exactamente igual porque tu historia es buena, como lo hacen al final casi todas las historias del siglo XX. Esto será así por una sola razón: la escribes tú, nadie más. Y solo tú tienes ese imaginario tan peculiar. Yo me ocuparía más de explorar mi propio imaginario creador para hacerlo único y maravilloso. Y me despreocuparía por completo de lo que han hecho o harán los demás.
Si después de esto no te quedas conforme, quizá al responder a Nono mi punto quede más claro.
Respuesta a Nono
A ver, Nono. Intentaré dar respuesta a tu inquietud, aunque también te diré que es una inquietud innecesaria. No te conozco en profundidad, porque solo has tomado clases conmigo durante unos meses, pero he llegado a conocerte lo suficiente como para saber que sueles pensar demasiado las cosas. Y te lo dice alguien a quien acusan de hacer exactamente lo mismo.
Probablemente, cuando te hablé de la historia de Alejandro [otro de mis exalumnos] lo hice para darte ejemplo de cómo se había resuelto un problema de construcción dramática que se presentó en su historia. No con la intención de que entraras en pánico porque se parecía a la tuya.
¿Sabes cuántas historias se han contado ya en lo que lleva el hombre existiendo sobre la tierra? ¿Tienes idea de cuántos libros y películas se hacen todos los días? Sabías que los Griegos inventaron las batallas contra los dioses, ¿verdad?
Lo que intento hacerte ver es que da exactamente igual que tu historia se parezca a la de Alejandro, o a la de cualquier otro escritor del mundo. Porque, incluso siendo la misma historia (que no lo es), cada uno la escribe de un modo distinto, en cuyo caso habrá diferencias notables que harán que cada obra sea única. Lo que hace única a una obra eres tú, no los principios dramáticos de la historia.
Las historias pueden ser la misma. Pero una obra escrita sobre la misma historia nunca será igual a otra, siempre que las escriban autores distintos. E incluso me atrevería a decir que un mismo autor cambiará algunos de sus registros escribiendo la misma historia en dos momentos distintos de su vida.
¿Cuál es tu temor? ¿Pensar y sentir como el resto de los seres humanos del planeta? ¿Tener un problema existencial o emocional similar al de otras personas, que te lleve a escribir una historia que se parezca a las que ellas han escrito? ¿Temes no ser original? ¿Quién puede ser original? ¿Existe siquiera la originalidad? ¿Comprendes lo que intento hacerte ver?
En los Evangelios hay un montón de gente que se comunica con Dios a través de los sueños. Y estamos hablando de un libro joven que tiene nada más 2 mil años de antigüedad. Antes de ese libro se escribieron muchos otros que contaban historias en las que las personas interactuaban con los dioses de formas muy diversas. ¿Qué importa cómo sea la historia de tu compañero Alejandro que tanto te reconcome, cuando existen los Evangelios, La Ilíada y La Odisea?
Podría darte detalles minuciosos sobre la historia de Alejandro. Detalles que te darían cuenta de un mundo que no es el tuyo, de unos personajes que no tienen nada que ver con el tuyo y que se enfrentan a problemas diametralmente opuestos al suyo. La única consecuencia de eso será que te obsesiones buscando “diferenciarte”, en lugar de simplemente escribir lo que tienes dentro, lo que tu mente y tu cuerpo te están pidiendo sacar, independientemente de lo que otras personas piensen luego sobre ello.
No tengas miedo a ser tú, a escribir lo que tú deseas y quieres.
Probablemente, no te he dado la respuesta que querías, pero te he dado la respuesta que yo debía darte. Quizá esto prueba que me tomo muy en serio mi trabajo.
Como ya es usual, tus consultas me parecen magníficas porque son reflejo vivo de lo que todos los escritores en ciernes vivimos tarde o temprano. Sé que tu texto irá bien porque ya he leído lo que eres capaz de escribir. Confía en ti. Me alegrará volver a tener noticias tuyas cuando estés listo para volver al Coaching literario. Y lo mismo te digo, Eva querida.
Y, como dice un amigo querido, me voy yendo porque si no este vídeo se hace eterno. Pero no me despido sin preguntar: ¿te ha pasado algo similar?, ¿a qué tipo de problemas literarios te enfrentas tú? Compártemelos a través de los comentarios, escríbeme un correo a doctornarración@gmail.com o graba un mensaje de voz y envíalo por WhatsApp, encontrarás mis datos de contacto en el menú contacto de mi web. Mientras el doc esté de vacaciones yo me haré cargo del consultorio. Y no sé. Aún me estoy pensando si renovarle el contrato o no, porque me han dicho que a veces dice demasiadas palabrotas y que es un poco borde. ¿Tú qué piensas? ¿Le damos otra oportunidad? ✍🏼
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