Orgullo marica 🏳️‍🌈

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Orgullo marica, junio 2017

Amar en libertad es un privilegio que solo tienen las personas valientes que se enfrentan a la vida con hambre de verdad y justicia. Hacía tiempo que no expresaba tan abiertamente mi orgullo marica. Me siento afortunado de ser una de esas personas que aman en libertad. Habiéndome amado a mí mismo, ahora me siento capaz de amar a otros. Aunque ya se sabe que eso del amor propio es algo que se debe trabajar diariamente.

Todos mis amigos LGBT que han pasado por la autoaceptación y la salida del armario estarán de acuerdo conmigo en que no es fácil, que es a veces doloroso e implica, en el peor de los casos, la renuncia a aspectos de la vida que habríamos preferido conservar. Pero también sabemos qué tan dulce y hermosa se vuelve la vida cuando dejas atrás la mierda de la mentira.

Me siento muy orgulloso de haber sido valiente, de ser aún valiente. A veces se me olvida que el mundo sigue siendo homófobo y que no dejará de ser así si yo no hago lo que pueda para evitarlo. Por eso comparto este selfie mariquita y orgulloso aquí, esperando que algunas personas alcancen a vislumbrar que la homofobia sólo produce dolor y sufrimiento y que el orgullo de ser tal cual eres trae consigo bendiciones, mucho amor y felicidad. Una forma altamente efectiva de combatir la homofobia es la visibilidad. Porque cuando otros te ven tal y como eres, con toda tu humanidad imperfecta, comprueban que más allá de sus prejuicios y mitos en torno a la diversidad sexual, lo que habemos son personas, personas de carne y hueso con sentimientos, deseos, sueños, anhelos y conflictos. Personas imperfectas, tal y como somos todos.

Ser visible ha tenido consecuencias importantes en la mente y el corazón de las personas que me rodean. Entre ellos mis propios padres. Les voy a contar una anécdota, aunque hace tanto de esto que podría estar cambiando algún detalle, lo importante es el sentido: hace unos años mi madre se encontró a una vecina por la calle, esa vecina parecía devastada, iba triste. Mi madre es una mujer amable y cariñosa. Cuando la vio así y creyó que la vecina podía necesitar ayuda se ofreció a charlar con ella. A poco de conversar y hablando de esas cosas que tienen que hablarse primero cuando eres políticamente correcto, mi madre le contó a la vecina lo que era de la vida de sus hijos, porque la vecina se mostró interesada, ya que hacía tiempo que no veía a mi madre acompañada por mi hermano o por mí cuando salía a realizar alguna compra por el barrio. Entonces mi madre dijo, con toda tranquilidad y orgullo, que su hijo menor vivía con su mujer y ya era papá de dos bellas criaturas (ahora son cuatro, ¡madre mía!), y que su hijo mayor, o sea yo, se había ido a vivir a España por una beca de creación literaria y al final se había enamorado de un onubense guapísimo con el que decidió quedarse (del onubense no digo más, quien me conoce ya sabe la historia). El caso es que la vecina, al escuchar esto último se sorprendió mucho. Se ofuscó y pronto se despidió de mi madre, lo que produjo a mi señora madre un gran desconcierto, pues no supo la razón por la que la vecina reaccionó de ese modo. Calculó entonces, y esto lo sé porque me lo chismeó mi propia madre, que tal vez era una vecina homófoba y, para no se grosera prefirió evitarla e interrumpir la conversación.

Unos días después mi madre volvió a encontrar a la vecina en el mercado, pero esta vez no quiso abordarla; se sentía un poco incómoda después del corte de la última vez. Pero no hizo falta que mi madre hiciera nada, porque la vecina se le acercó y la invitó a visitarla a su casa para conversar. Mi mamá se sorprendió y aceptó educadamente. Ya en la intimidad de la casa de la vecina, mi madre descubrió que la razón por la que parecía devastada y triste la última vez que habló con ella, era que se estaba separando de su marido porque él había descubierto que ella estaba enamorada de una amiga cercana. O sea, que era lesbiana y hacía poco que había comenzado a confrontar su realidad.

¿Saben qué hizo mi madre? Y esto es lo que a mí me sorprende tanto y me lleva a pensar que ha merecido la pena todo por lo que yo tuve que pasar al salir del armario y aceptarme a mí mismo: en lugar de juzgar a la mujer por los errores que pudo haber cometido en su anterior relación, (¿quién era mi madre para hacer una cosa así?), le habló de su propia experiencia de madre que tiene un hijo gay. Le contó cómo fue su proceso de aceptación cuando yo salí del armario y le hizo ver lo orgullosa y feliz que estaba de mí y de sí misma, porque ahora era capaz de comprenderme y comprender la realidad de muchas otras personas, ahora era capaz de ser mi madre sin herir mis sentimientos, porque sin saberlo y quererlo en el pasado lo había hecho y de eso no se sentía orgullosa. Le recomendó algunas lecturas y le ofreció su amistad sincera. La vida de esa vecina empezó a cambiar para bien a partir de su encuentro con el orgullo marica de mi madre. Un orgullo que tenía origen en el orgullo que yo mismo fui capaz de sentir por mí mismo y luego me llevó a salir del armario.

La verdad, señores, para quienes tengan fe como un servidor, no es la que nos quieren meter a través de la moral. La moral es más flexible que un moco y más acartonada que las barritas energéticas. La verdad es aquello que viene de lo más profundo del corazón. Y yo, que miro ahora esta realidad desde la fe, fui creado marica, ¡gracias a Dios y en total verdad! Y marica soy feliz y hago felices a muchas personas de mi entorno. Marica soy capaz de escribir literatura, de ayudar a otros, de amar a otros, de vivir sin la sensación constante de que estoy desperdiciando el tiempo, gozando del sentido que da a mi existencia esta parte de mí, una cualidad que me viene de fábrica, como a todo el mundo. Quizá a algunas personas que lean esto ahora les reviente el cerebro porque no entiendan la perspectiva de fe desde la que hablo sobre el orgullo marica, pero no importa. Les entiendo, yo mismo no fui capaz de acercarme a esta perspectiva durante muchísimos años. El objetivo de este post no es entrar en el tema, por eso no me voy a detener aquí. Pero sirva esto de adelanto, porque llevo unos años trabajando mi orgullo marica desde la fe y, más tarde o más temprano, el mundo sabrá cómo ha sido posible la conciliación de esas realidades dentro de mí, realidades que la inmensa mayoría entiende como si fueran agua y aceite, cuando no lo son, al menos para mí.

Dedico este post a todas las personas de mi entorno que me aman y respetan tal y como soy, que no se avergüenzan de mí y desean mi felicidad, principalmente a mi familia, a mis padres y hermano, porque me han amado incondicionalmente y gracias a su apoyo soy un hombre fuerte y puedo seguir siendo valiente. Pero también voy a dedicar estas palabras a quienes siguen viviendo en la caverna, a quienes se dejan llevar por mitos y prejuicios, a quienes creen o han creído que soy una mala influencia y puedo herir o afectar a los demás simplemente porque soy gay. Es precisamente a esas personas ante quien deseo ser visible y orgullosamente marica, porque son esas personas las que desgarran los colores de mi existencia esparciendo su homofobia.

Que quede bien clarito: soy gay y estoy muy orgulloso de serlo. Doy gracias a Dios por ello.

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