¡Qué diría Quevedo de esto! A favor de la educación en línea

El escritor español Francisco de Quevedo vivió en el siglo XVII, o sea, hace casi tres siglos y medio. Si tenemos en cuenta que Internet, como lo conocemos hoy, nació a finales de los años 80 del siglo XX, la vida de Quevedo y de todas las personas del mundo que vivían en el siglo XVII, no estaba ni remotamente afectada por la existencia de una tecnología que solo comenzó a transformar la vida de la humanidad, más de tres siglos después. Lo que me permite asegurar, sin mucho temor a equivocarme, que ni Quevedo ni nadie que viviera en el siglo XVII tendrían mucho que decir en su propia época sobre la idea de tomar clases de creación literaria en línea, porque ni siquiera sabrían de qué coño estrían hablando. 

¿Por qué? Y esto va para ti, tío sabiondo que comentó con sorna uno de mis vídeos convocando a tomar clases de creación literaria en línea: «¿Clases de creación literaria en línea? ¡Qué diría Quevedo de esto!» Te lo voy a explicar.

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En primer lugar, aunque la escritura como tal existe desde que el ser humano necesitó llevar la cuenta de los granos que cosechaba o de las ovejas que vendía y compraba; y pronto dejó las cuentas para pasarse a la representación de los mitos, la literatura no existe exactamente desde ese mismo instante. Porque la literatura ha sido producto de la reflexión del ser humano sobre el ejercicio mismo de escribir. Lo que nos lleva a entender que los textos literarios, como tales, antes de ser comprendidos por la academia como literatura, eran solo textos que cumplían funciones discursivas y estéticas a capricho del autor.

La academia tardó muchísimo en ver a la literatura como una disciplina susceptible de enseñar, como sí hacía con otras disciplinas como la música o la pintura. Para estas otras disciplinas la academia pronto sistematizó el proceso creativo centrándose en principios estéticos y discursivos, comprendiéndolas como disciplinas esencialmente comunicativas, lo que le costó mucho hacer también con la literatura.

Esto sucedió, quizá, porque el uso de la palabra era vulgar, excepto para unos cuantos. O sea, todos usaban palabras para comunicarse, para darse a entender, aunque no las escribieran; pero no todos pintaban, bailaban o tocaban instrumentos musicales. Hacer música, pintura o danza siempre ha estado vinculado con las élites sociales y culturales. El arte no siempre ha sido democrático, como quizá lo es hoy en día. La literatura también se volvió elitista como las otras disciplinas artísticas, pero no sucedió desde el momento mismo en que nació la escritura.

Además, el soporte para capturar y hacer perdurables las palabras no existió sino hasta Gutemberg, pero siempre hubo lienzos y pigmentos para hacer cuadros o la necesidad de decorar salones y palacios con ellos, así como siempre ha habido la necesidad de traer al músico o a las orquestas para amenizar fiestas y convites. El soporte de la música siempre ha sido el aire y para escucharla no hacía falta más que tocarla, y la pintura nació ya con un soporte duradero y fácil de conservar. En el caso de las palabras, solo perduraban a través del uso del lenguaje de la época, de los mitos y leyendas que construían las tribus y la tradición de pasar, de generación en generación, dichas historias, transformándolos cada que se contaban, lo que ha hecho siempre de las palabras, sin un soporte como la imprenta, algo fugaz e inasible, aunque representable e interpretable.

Quienes escribían, que eran poquísimos, atesoraban pergaminos delicados y manuscritos que podían fácilmente romperse, mojarse, quemarse y desaparecer. Papeles que costaba mucho reproducir y que en muchos casos existía un solo ejemplar original. 

No fue sino hasta la segunda mitad del siglo XX, escucha lo que te digo, dos siglos y medio después de que Quevedo estuviera vivo, que en Estados Unidos se empezó a sistematizar el método creativo de la literatura para empezar a crear programas de enseñanza, lo que da origen a las clases de creación literaria que conocemos hoy en día.

La enseñanza de la creación literaria es bastante nueva en términos de historia. Hasta antes de los años cincuenta y sesenta del siglo XX, quienes querían dedicarse a la escritura eran básicamente autodidactas o discípulos de autores consagrados, razón de más por la que el oficio del escritor haya tenido tiempo para mitificarse y rodearse de un aura romántica completamente absurda, pero necesaria para autores que para entenderse a sí mismos o el trabajo que realizaban, no tenían más remedio que arrimarse a ella. Y este es el caso de escritores como Quevedo, Cervantes, Lope de Vega, etc. Todos fruto de una época hiper-romántica de misticismo y misterio en torno al proceso creativo literario.

Hemos empezado a entender la literatura desde la práctica y docencia de la creación literaria, apenas ayer, como quien dice. Para escritores como Quevedo, probablemente, habría sido una gigantesca revolución hablar en términos de escritura creativa o creación literaria como lo hacemos hoy en día. Y no me cabe la menor duda: habrían sido ellos alumnos y luego quizá profesores de la disciplina, como sucede hoy con infinidad de autores que, además de dedicarse a escribir libros, entregan parte significativa de su vida a pensar la creación y ejercer la docencia, como un servidor hace. Podría hacer una lista de escritores que son hoy reconocidos por sus obras contemporáneas, pero también por su trabajo docente, aunque si no has salido de Quevedo y compañía, don Sabiondo, quizá no te enteres de la misa la mitad. 

En segundo lugar, hablemos de Internet y de la democratización del conocimiento que ha traído consigo. Antes he dicho que el arte ha estado reservado para las élites durante mucho tiempo, quien hacía arte generalmente pertenecía a esas élites. Hoy en día y prácticamente desde la existencia de Internet, es posible hacer arte y darlo a conocer al mundo en un plis, sin que tengas que pertenecer a ninguna élite. Y por si eso fuera pecata minuta, resulta que hoy día también podemos adquirir múltiples tipos de formación en montones de disciplinas y oficios, con todo tipo de niveles de especialización.

Tenemos a nuestro alcance el material académico que producen las universidades más importantes del mundo hispanohablante, pero también y sobre todo el de las universidades gringas, que es dónde se sigue partiendo el queso a nivel científico y artístico internacional. Ya no es raro que las universidades, empresas de desarrollo tecnológico, centros artísticos, etc., tengan su propio canal de YouTube o una web. El trabajo de estas entidades no se queda entre las cuatro paredes que constituyen su actividad principal, se expande a través de la red para llegar a un rinconcito pequeño perdido al sur de la Patagonia argentina, si alguien allí lo busca y lo encuentra. Eso, querido sabiondo, es mágico. Es una forma de manejar la información inédita en la historia de la humanidad. Y lo hacemos ya con tanta naturalidad, como si no fuera una puta maravilla, porque llevamos más de una década acostumbrados a resolver cualquier incógnita con el simple acto de tumbar unas cuantas teclas en el buscador de Google o YouTube. Hasta te ha brindado la posibilidad de escribir un comentario pedestre que pretende cuestionar mi capacidad docente, fíjate tú por dónde.

Sin ir más lejos, cuando yo estudié en México la carrera en Comunicación Social, tuve una clase de edición y postproducción audiovisual que duró meses, cuyo ritmo era bastante cuestionable y cuyos aprendizajes fueron resbaladizos por la didáctica empleada. Nos reuníamos en un aula moderna y equipada con muchos y buenos ordenadores, para intentar aprender a manejar un software complejo de edición de vídeos. El resultado de eso fue que nunca tocáramos realmente el software a través del ordenador que permanecía encendido enfrente, porque nuestra atención estaba siempre fija en el proyector de la pantalla del profesor que sabía manejar el programa y pretendía enseñarnos. En lugar de usar el programa nosotros mismos, tomábamos notas para no olvidar lo que nos estaba diciendo. ¿Alcanzas a ver lo ridículo que era? ¡Tomando notas en una libreta de papel, en un salón modernísimo lleno de ordenadores potentes y dispuestos para su uso!

Hace unos meses compré un curso en línea para aprender a usar un nuevo software de edición de vídeos, porque lo necesito para mi propio canal de YouTube. El curso me costó mucho más barato que el que pagué en la universidad. Y créeme, la experiencia es diametralmente opuesta y buena. Para empezar las notas quedaron en el pasado. Dispongo de vídeos tutoriales que puedo ver tantas veces como necesite. Y todos ellos están organizados en un temario que puedo seguir si quiero, pero que también puedo saltar si me apetece, para ir directo al tema o asunto que más me interesa en el momento en que estudio. No tengo que asistir a un lugar físico para tomar el curso, puedo hacerlo en casa o en una cafetería mientras meriendo. También puedo empezarlo hoy y terminarlo en 2025, si me da la gana, porque no perderé acceso a él por el resto de mi vida. Lo que me permite, además, volver a tomar alguna clase si olvidé algo importante. ¿Qué universidad te deja volver a tomar las clases de un curso en el que te matriculaste hace diez años? 

Se alcanzan a ver las diferencias, sobradamente, ¿no?

Creo que para la inmensa mayoría de la gente que sigue este canal está claro, pero como este vídeo te lo estoy dedicando a ti, sabiondo, y a todos esos cavernícolas del Pleistoceno que seguís pensando cosas tipo: «¿Clases de escritura creativa en línea? ¡Qué diría Quevedo sobre esto!»; entonces me voy a tomar la molestia de enumerar claramente unos cuantos argumentos a favor de la educación en línea, no sin antes recordarte que si Quevedo tuviera de pronto la oportunidad de viajar en el tiempo y llegar al año 2019 del siglo XXI, después de flipar en colores tomaría tantas clases como pudiera y aprendería tanto como fuera capaz de los autores que hacen libros hoy, pensando que gracias a los avances conseguidos por las personas del futuro, podría volver al siglo XVII en su máquina del tiempo solo para asegurarse de que él y no Cervantes se haría con la joya de la corona literaria. Porque mientras él escribía sonetos, un tipo de literatura que hoy pasa desapercibido y sigue interesando (a veces) solo a un puñado de académicos y poetas, Cervantes escribía la primera novela moderna de la historia, el género rey del mercado editorial durante el siglo XIX, XX y lo que va del XXI. Y no, no estoy diciendo que la obra de Quevedo sea menor, que quede claro. También Shakespeare o Sor Juana Inés De la Cruz escribieron sonetos y son los putos amos. Pero ninguno de ellos es Cervantes, ni lo que han escrito ha impactado tanto al mundo de hoy como la narrativa de Cervantes. Y eso es poco cuestionable, aunque debatible.

Dicho lo anterior, he aquí unos cuantos argumentos a favor de la educación en línea:

1 Flexibilidad

Se acabó el horario y el protocolo impuesto. Ahora el control del proceso de aprendizaje recae, como debe ser, en el aprendiz. Y gracias a Internet puede estudiar sentado en el váter con el pijama hasta los tobillos, a las cinco de la mañana si quiere, aprovechando todos y cada uno de sus “ratos muertos”. Cuando el control del proceso y del ritmo de formación recae en el alumno, la obligación desaparece para dar lugar al deseo y la inquietud, un tipo de energía que sin duda empuja al alumno hacia el aprendizaje verdadero y no solo a la memorización de datos inútiles.

2 Accesibilidad

Ya no importa si vives o no en la capital del salseo. O sea, si no estás en Nueva York, no importa. Puedes seguir en tu pueblito del norte de Yemen si quieres. No podrás relacionarte socialmente con los culturetas de Nueva York, al menos no al grado de poder tocarlos y olerlos, pero siempre tendrás FaceTime, Amazon y YouTube o tecnologías futuras parecidas para seguir consumiendo la cultura que se produce en Nueva York, Tokio, Londres, Barcelona, etc. Sin importar dónde te encuentres, puedes estudiar programas hechos en otros lugares. Ahora mismo, por ejemplo, yo estudio un máster presencial en Barcelona, pero hay alumnos extranjeros que estudian otros másters no presenciales desde sus respectivos países, sin perderse nada de lo que pasa en la universidad de Barcelona.

3 Oferta formativa diversa y amplia

Ahora, si quieres estudiar algo, ¡puedes! Aún recuerdo cuando en 2004 no existía un solo espacio académico en México donde pudiera estudiar creación literaria. Había muchos talleres… Empezó a haberlos desde los años sesenta, quizá. Y eran buenos talleres. De hecho, las licenciaturas en creación literaria que nacieron después se nutren bastante de lo que sucedía en los talleres literarios. Pero en 2004 no había en México licenciaturas en creación literaria. Por eso estudié Comunicación, por eso y porque tenía claro que mi rollo era comunicar, aunque no solamente a través del periodismo. Hoy, más de una década después, en México existen varias licenciaturas, másters y diplomados en la materia, dentro de contextos académicos y fuera de ellos. Si eso ha pasado en una sola ciudad del mundo, ¿alcanzas a entender lo que ha pasado en Internet? 

En línea hay cursos para aprender a hacer muñequitos de plastilina en modo pro, bufandas de estambre para diseñar a tu antojo, fotos para petarlo en Instagram o pasteles de manzana caseros. Uno puede formarse en prácticamente lo que sea. Y no tenemos que elegir un programa determinado o impuesto por la academia, que siempre va retrasada. Pero es que ahora también la academia de todo el mundo da acceso a sus programas, ¡a distancia!

4 Especialización del área de estudio

Además de la diversidad en la oferta, hay un grado de especialización brutal. Podemos encontrar cursos para aprender a utilizar un solo plug-in de WordPress, por ejemplo. Ahora no solo hay cursos generalistas para aprender a hacer páginas web, ahora hay cursos para aprender a usar uno solo de los micro-software´s que desarrolló una empresa para dar solución a un problema específico de la creación de páginas web. ¡Lo que resulta superútil! ¿Para qué hacer un curso completo sobre la creación de páginas web solo porque tocan de pasada un tema que te interesa, cuando puedes hacer un curso específico para aprender a usar un software que se aplica a la construcción y el diseño de páginas web y eso justamente es lo que necesitas aprender y aplicar?

Hablo de páginas web por hablar de algo, pero el nivel de especialización se aplica a cualquier disciplina o actividad. ¿Quieres aprender a programar? ¡Hay cientos de aplicaciones que te enseñarán a hacerlo!

5 Confort y confianza en el entorno de estudio

Cuando puedes aprender a tu ritmo, a la hora que más te guste o puedas, en el contexto que necesites o desees, lo que pasa es que te sientes super a gusto. Difícilmente algo te perturbará, porque tú has tomado las decisiones más adecuadas para llevarte a la formación. Cuando te sientes cómodo y a gusto, también te sientes más seguro de ti mismo y de tu capacidad para retener y comprender ideas. No tienes que competir con nadie mientras aprendes. Y siempre puedes ir a buscar retroalimentación cuando estés listo.

6 Ahorro

Los extranjeros que estudian ahora másters a distancia en la misma universidad que yo estudio en Barcelona no están pagando alquiler, desplazamiento y manutención para residir en la ciudad más cara de España. Solo han pagado por sus estudios, al margen de que por lo general y debido a que se trata de programas flexibles que no requieren de grandes infraestructuras, como los estudios presenciales, el costo de los estudios a distancia es menor. Todo esto tiene como consecuencia que ahorras. 

7 Aprendizaje del entorno tecnológico

Cuando estudias en línea, estás obligado a dominar el lenguaje de los ordenadores. Lo que te vuelve una persona conectada no solo a la red, sino al tiempo en el que vive. Es fácil pensar que las personas analógicas que insisten en mantenerse alejadas de Internet y los entornos digitales, serán los nuevos analfabetos del siglo XXI. Y quizá ya lo son. 

No sé lo que pienses tú, pero ya resulta muy irritante cuando una persona te dice que no sabe adjuntar una foto o un archivo a un correo electrónico. Eso es como equivalente a no saberse las vocales del abecedario cuando hablamos de entornos digitales. Pero sigue habiendo gente que se pone nerviosa solo con la idea de encender un ordenador o utilizar su móvil más allá de WhatsApp. 

Si te formas en línea, a fuerza de saberte mover en el entorno digital, terminas capacitándote para trabajar en entornos digitales. Adquieres un lenguaje propio del siglo en el que vivimos y te vuelves un individuo con mayores habilidades que quienes prefieren quedarse en lo analógico. Ojo, que a mí lo analógico me sigue gustando, yo nací en los ochenta y conocí los casetes de cinta magnética para escuchar y grabar música, incluso los discos de acetato gigantes que ahora los amantes de la música pagan como lujo y fetiche hipster. Y de hecho sigo prefiriendo leer un libro de papel en vez de uno electrónico, pero eso no significa que esté en contra del libro electrónico y de que la literatura prolifere y se desarrolle en el entorno digital. ¡Para nada!

Para acabar, porque esto ya se me ha vuelto un largo, larguísimo reclamo:

8 Personalización de la enseñanza

Tomar clases en línea permite a los alumnos obtener una guía a su medida. Mis clases de creación literaria en línea, por ejemplo, son la típica clase particular en la que tienes a tu disposición a un coach literario completamente enfocado en tus intereses, nivel formativo, dificultades y anhelos. La única diferencia de trabajar conmigo en línea que hacerlo presencialmente, en términos pedagógicos, es en línea tienes que hablarme y verme a través de un ordenador. Por lo demás es exactamente igual que si estuviéramos cara a cara en el mismo lugar y a la misma hora. En cualquier caso, la formación que ofrezco a mis alumnos se ajusta por completo a sus objetivos, metas, inquietudes o intereses; procuro ayudar a convertir sus carencias en virtudes, lo que a veces es difícil hacer cuando trabajas con grupos, pues en un grupo tienes que pensar en el bienestar general y no en el de un solo alumno. Con la educación en línea puedes incluso formarte en tu propio idioma, con un programa que fue creado inicialmente en otro diferente al tuyo.

La personalización de la enseñanza es algo que se está afianzando y está ganando terreno, sobre todo a través de Internet, porque en las universidades o espacios tradicionales de formación la atención se reparte siempre, mientras que en Internet no tiene que ser así, si tú no quieres, tienes la opción de elegir un tipo de educación personalizada que se ajuste a todo tipo de necesidades personales.

Vamos, en resumen, la educación en línea es toda una revolución pedagógica que construye un paradigma nuevo, un paradigma que se escapó por completo de la visión que Quevedo pudo imaginar cuando quiso entender y aprender el oficio literario. Y si pudiera decir algo hoy, después de viajar al siglo XXI con su máquina del tiempo y pasar aquí un añito o dos, diría:

«Érase un hombre a un ordenador pegado, / Érase un ordenador superlativo, / Érase una novela medio viva, / Érase un escritor mal informado…»

1 Comentario

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  1. Has dejado un muy buen argumento de las increíbles ventajas que existen por enseñar en línea. De hecho estoy aún mas convencida de que el gran trabajo que se hace para preparar la lección antes de cada clase, va a tener buenos resultados.

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