¿Te cuesta creer en ti? ¿Dejas pasar mucho el tiempo sin dedicarte a lo que realmente quieres hacer? ¿Sueles ser muy duro(a) contigo? ¿En en fondo sabes que esa voz saboteadora no es más poderosa que tú, pero aún así dejas que te agobie y la gran mayoría de las veces te incapacite? ¿También a ti te perturba la puta vocecita interior del escritor(a)?

El escritor español Francisco de Quevedo vivió en el siglo XVII, o sea, hace casi tres siglos y medio. Si tenemos en cuenta que Internet, como lo conocemos hoy, nació a finales de los años 80 del siglo XX, la vida de Quevedo y de todas las personas del mundo que vivían en el siglo XVII, no estaba ni remotamente afectada por la existencia de una tecnología que sólo comenzó a transformar la vida de la humanidad, más de tres siglos después. Lo que me permite asegurar, sin mucho temor a equivocarme, que ni Quevedo ni nadie que viviera en el siglo XVII tendrían mucho que decir en su propia época sobre la idea de tomar clases de creación literaria en línea, porque ni siquiera sabrían de qué coño estrían hablando.

¿Por qué? Y esto va para ti, tío sabiondo que comentó con sorna uno de mis vídeos convocando a tomar clases de creación literaria en línea: «¿Clases de creación literaria en línea? ¡Qué diría Quevedo de esto!»

¿Conoces a Horacio Quiroga? Si eres un letraherido como la mayoría de los tallerícolas suscritos al canal probablemente sí, incluso lo has leído. Pero quizá no conozcas algunos acontecimientos importantes de su vida, que dan origen a sus obras y permiten al autor convertirse, quizá, en el segundo mejor exponerte del cuento moderno, después de Edgar Allan Poe, pero sin duda en uno de sus más importantes representantes. Hoy te cuento parte de su historia y comparto su gran Decálogo del perfecto cuentista.