Ya enlodado, a uno no le quedan muchas opciones: enjuagarse o revolcarse. Elegí la segunda…

¡Hola!, Gustavo: Te escribo sobre besos de lengüita y me contestas con besos de ternura en la frente. No logras más que enloquecerme de ansiedad, de alegría. Esos son los gestos más valiosos, más sensuales, aquellos muy rosas, muy certeros, tentadores. Sigue así, por piedad, sigue así; me tendrás siempre a tu merced. Olvidaré momentáneamente mis muestras de (¿)debilidad(?) ante tus palabras bondadosas. Ya sabes por dónde caminar para llevarme de ti… Anótate diez puntos…

Corrí a leerte, a responderte en cuanto vi tu mensajito en mi celular. Me rebosa el corazón de alegría al recibir tus letras, siempre deliciosas. Tuve que esperar para responderte, fui al centro a comprar consumibles para papá y un libro sobre músicos de la ciudad (está muy bueno…). Sí, no hace falta aceptarlo, la novela me pegó. Y lo ha hecho bien, supongo. Desató mi reflexión. Gracias por responder mis preguntas, me ayudas a clarificar pensamientos. Dejaré de lado, sin darle más vueltas, aquella sensación terrible sobre la coincidencia de mi lectura con nuestro encuentro cibernético; ahora me parece un estúpido, si no infantil, modo de ver las cosas.

Apenas terminé la novela, me perdí en otra lectura: Cartas inolvidables de la literatura universal. Ya enlodado, a uno no le quedan muchas opciones: enjuagarse o revolcarse. Elegí la segunda, por supuesto. Me temo ser presa del gusto por la epístola. Mis padres no me inculcaron muchas cosas que ahora venero, entre ellas, a escribir cartas. Cuando me sale lo autodidacta me prendo de emociones y agarro, hasta el hartazgo, alguna maña benéfica. Paréntesis.

Llevo horas en mi habitación, investigando y contactando gente para unas entrevistas. Me dan miedo los sonidos de la calle. A veces, un perro llora desconsolado… parece como si lo estuvieran martirizando. Escucho unos pasos arrastrados sobre el asfalto, murmullos indescifrables, el viento soplar lentamente.

Se cierra paréntesis. Ayer quise ser multimillonario, nada más, para comprarme clásicos de la literatura universal, sobre todo, quise las obras de Shakespeare y Oscar Wilde. Hoy, me enamoré de otro filme, ¿viste París, te amo? ¿No es maravillosa? Ya tengo una segunda favorita…

He soñado con verte, aunque el paso de los días me obligue a olvidar tu imagen. Estoy disperso, tengo mucho sueño. Dormiré sobre tu recuerdo. Tuyo, Israel.

Posdata. El 23 de julio será, pues. Nos llamamos el 22 en la noche, necesitaré contarte mi orden del día; probablemente cubra nota en la noche y trabaje un rato por la mañana en una cápsula. Me encantará comer contigo.