Salí de la cochera sin desatender la conversación por teléfono con mi secretaria. Rupcko había visto la oportunidad de fugarse al primero de mis descuidos, ya se encontraba una cuadra lejos. Su potente ladrido había alterado la paz de una camada de gatitos en un tejado y a una anciana que alzó el bastón a la espera de un ataque. […]