Un día envié por correo electrónico una invitación para la presentación de mi primer libro de cuentos. Alguien que no conocía me respondió con un mensaje. No pude dejar de sentir cierto sarcasmo en sus palabras, pero de todos modos le respondí.
Decía: “Aquí me falta comprender una cosa: ¿Qué es lo que necesita un simple mortal para que alguien se tome la molestia de ver si vale su obra para poder ser editada (que conste que no estoy pidiendo que se edite si no es de calidad)? En México no conozco ningún camino para lograr eso. ¿Cómo les va en otros países?”
Esta fue mi respuesta:
Hola:
Te lo explico paso a paso:
1) El primer paso es escribir.
2) Luego escribir.
3) Siempre escribir.
4) Inscribirse en un taller literario para que el maestro y los compañeros te medio orienten y señalen tus errores y carencias literarias más evidentes.
5) Seguir escribiendo y corrigiendo.
6) Enviar los textos con los que te sientas más satisfecho a suplementos, revistas y sitios de Internet.
7) No amilanarse si nadie los publica. Patricia Highsmith dijo que no tendrías que sentirte mal porque te mandaran dos o tres notas de rechazo, que te empieces a preocupar cuando se acumulen 22 ó 23, que sólo entonces guardaras el texto en el cajón y enviaras otro y otro y otro, porque cuando fueras famoso las editoriales se iban a pelear por tus textos y entonces les ibas a mandar todos esos que te rechazaron y que ahora te publican sin ninguna objeción.
8) Seguir escribiendo.
9) Si logras que alguien publique tus textos sin necesidad de ser su cuate o sin que te pida algo a cambio (generalmente algo relacionado con sexo si eres mujer, aunque también a los hombres les pasa cada vez con más frecuencia), puedes empezar a intuir que lo que escribes vale algo la pena.
10) Seguir escribiendo.
11) A estas alturas ya tendrás un buen tambache de cuartillas como para armar un libro. Lo puedes meter a uno de los cientos de concursos literarios que existen dentro y fuera del país. Cruza los dedos y ponte a esperar.
12) Si ganas un premio sin que alguno de tus amigos, tu cónyuge, novia o amante sea miembro del jurado, puedes intuir un poco más que lo que escribes vale la pena.
13) Aunque no ganes premio, sigue escribiendo, sigue concursando y mandando textos a publicaciones.
14) Asiste a presentaciones de libros y revistas, lecturas y conferencias, inscríbete en cursos literarios. Puedes ir a ligar chavas y a emborracharte en los cocteles, pero sobre todo tienes que ir porque ahí puedes conocer personas relacionadas con el medio literario (escritores, periodistas y editores). Haz plática con ellos y cuéntales que también escribes. Ojo: no ofrezcas luego luego tus textos. Primero establece contacto, haz que te ubiquen y luego se los enseñas.
15) Seguir escribiendo.
16) A estas alturas, ya habrás publicado en varios lados, te conocerá gente del medio y entonces podrás llegar a una editorial (generalmente una pequeña) a la que podrás ofrecer tu libro para que lo publique. Puedes ofrecérselo a 10 ó 15 editoriales, hasta que pegue con alguna. Recuerda que a J.K. Rowling le rechazaron el primer libro de Harry Potter en 22 editoriales antes de que se lo publicaran.
17) Si logras que publiquen tu libro y ya que no existen agencias literarias en México, tendrás que organizar tú mismo (porque la editorial es pequeña y no tiene presupuesto) la promoción, enviar boletines y libros a la prensa, sablear a amigos para que te paguen el vino y los bocadillos, e invitar a todos los cuates que creyeron en ti y que publicaron tus textos.
18) Seguir escribiendo.
19) Repetir los pasos del 1 al 18 hasta lograr un poco de prestigio en el medio literario.
20) Ya que tengas algo de prestigio y hayas ganado algunos premios y becas, podrás aspirar a que te publique una editorial multinacional, de ésas que sólo publican a los consagrados, es decir, a todos aquellos escritores cuyo prestigio se forjaron ellos mismos y que a las editoriales multinacionales no les costó ni un peso apoyar, promover y forjar.
En una entrevista de 1996, el escritor peruano Mario Vargas Llosa confesó lo siguiente:
“Ni abogado, ni periodista, ni maestro: lo único que me importaba era escribir y tenía la certidumbre de que si intentaba dedicarme a otra cosa sería siempre un infeliz. Que nadie deduzca de esto que la literatura garantiza la felicidad: trato de decir que quien renuncia a su vocación por “razones prácticas”, comete la más impráctica idiotez. Además de la ración normal de desdicha que le corresponda en la vida como ser humano, tendrá la suplementaria de la mala conciencia y la duda.
“Así, hacia finales de 1958, en una pensión de la calle del Doctor Castelo, no lejos del Retiro, quedó perpetrado el acto de locura: “Voy a tratar de ser un escritor”. Todo lo que había escrito hasta entonces: una obrita de teatro, un puñado de poemas, algunos cuentos, copiosos artículos, era muy malo. Decidí que la razón de esa mediocridad eran mi indecisión y cobardía anteriores, no haber asumido la literatura como lo primordial. Había terminado un libro de cuentos, que encontró un editor en Barcelona (misteriosamente, esta ciudad sería la cuna de la publicación de todos mis libros), y el resultado era más bien deprimente. Los había escrito casi todos en Lima, en los resquicios de tiempo libre que me dejaban múltiples y fastidiosos trabajos alimenticios.
“Justifiqué así ese fracaso, sólo se podía ser escritor si uno organizaba su vida en función de la literatura; si uno pretendía (como había hecho yo hasta entonces) organizar la literatura en función de una vida consagrada a otros amos. El resultado era la catástrofe. Completé esas justificaciones con una teoría voluntarista: la inspiración no existía. Era algo que, tal vez, guiaba las manos de los escultores y pintores, y dictaba imágenes y notas a los oídos de poetas y músicos, pero al novelista no lo visitaba jamás: era el desairado de las musas y estaba condenado a sustituir esa negada colaboración con terquedad, trabajo y paciencia”.
Bravo!
Bravo!
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Yo me encuentro en algun lugar indefinido entre el 2 y el 7
Muy buen Manual.
Saludos!