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Basándote en los principios dramáticos de tu propia historia, interpretando las acciones y reacciones del personaje protagonista, con relación a su objeto de deseo, serás capaz de reconocer el mensaje que está transmitiendo el relato. Al hacerlo sucederán dos cosas:
1) Experimentarás el autorreconocimiento y
2) Podrás afinar el planteamiento del drama.
En este vídeo yo quiero hablarte sobre todo de lo segundo, porque gracias al reconocimiento del mensaje en una historia es posible hacer que esta sea infinitamente mejor de lo que ya era,¿quieres saber cómo?
Analizando las acciones y reacciones del personaje protagonista, podrás elaborar tesis sobre las ideas que transmite la historia. Esas acciones son prueba contundente del modo en que estás tratando un tema. Es decir, esas acciones y reacciones del protagonista (aunque también puedes encontrar información en las acciones y reacciones de otros personajes) argumentan tu visión del mundo con respecto a un tema determinado.
Para conseguir esta perspectiva del relato, hace falta que salgas de ti mismo y te pongas en el lugar que asumiría el lector frente a tu historia. Se dice fácil, pero no lo es. Por eso viene bien dejarse ayudar. Este tipo de trabajo es muy recurrente en el cualquiera de mis cursos, pero principalmente en mi Coaching literario, que es donde más tiempo y esfuerzo dedicamos a la realización de un proyecto creativo específico.
La objetividad de los demás hace las veces de espejo. Da un poquito de nervios, se siente como si te quedaras en pelotas en medio de la calle, pero si no eres capaz de alcanzar el grado de objetividad suficiente para llevar a cabo este análisis, te convendría conocer el punto de vista de personas que sabrán hacerte ver eso que te cuesta tanto ver a ti solito.
Una vez reconocido el mensaje de nuestra historia, podemos hacer una comparación: entre el resultado y la intención. ¿Las acciones del protagonista reflejan aquello que yo tenía en mente? ¿Son pruebas de la visión que yo tengo sobre el tema que estoy tratando? ¿Transmiten el mensaje que yo intuía y deseo compartir? ¿Me siento orgulloso de lo que dice mi historia?
Responde a esas preguntas con total honestidad. Y en función de ello, haz todos los cambios necesarios.
Solo cuando un personaje protagonista tiene muy claro su objeto de deseo, es posible generar intriga a lo largo de una obra, sin dejarla caer jamás. Y en gran medida esto depende de que hayas podido identificar el mensaje que transmite esa primera versión de la historia que has creado. Por supuesto, una vez identifiques el mensaje y consideres que debería cambiar, la historia comenzará a mutar también y se acercará cada vez más a lo que tú quieres que sea. Afinarás el planteamiento dramático. No temas a los cambios. Nuestras primeras ideas no son siempre las mejores. Y no confundas una de tus ideas con toda tu personalidad creativa.
Al reconocer el mensaje y hacer cambios en la historia, también te habrás autorreconocido en cierta medida, pues las obras en las que trabajas están haciendo de espejo de ti mismo. Y algunas veces no nos gusta lo que vemos en el espejo.
Aunque tus ideas pueden ser reflejo de tu inconsciente, tienes siempre la opción de aprender cosas y tomar decisiones al respecto cuando te miras en el espejo y reconoces tus cualidades. ¿Acaso no recortas las uñas de tus pies o procuras mantener un aliento fresco? ¿No peinas tu cabello y vistes ropa que te sienta bien? Nos gusta sentirnos cómodos y procuramos que los demás se sientan cómodos con nosotros. Si algo no nos gusta de nosotros mismos, podemos cambiarlo. Y, por el contrario, cuando pensamos que uno de nuestros rasgos es maravilloso, ¿no nos sentimos orgullos de ello y lo lucimos? Aún no conozco a una sola persona que se ejercite con regularidad y vaya a la playa, sintiendo vergüenza de mostrar su atlética figura. Pasa exactamente lo mismo con las historias que escribimos, siempre que cuidemos de ellas y nos aseguremos de que sean justo como queremos que sean, con pleno conocimiento de causa.
Para ayudarte a identificar el mensaje de tu historia, te invito a probar lo siguiente:
1. Diferencia entre tema y mensaje
Algo que te ayudará a identificar el mensaje de tu historia es que no lo confundas con el tema que trata. Titanic puede tratar el tema del matrimonio por conveniencia o el crecimiento personal de la mujer en una sociedad machista. Pero una cosa es el tema que trata y otra muy diferente lo que dice respecto a él. ¿Crees que Titanic habría ganado tantos adeptos si transmitiera un mensaje del tipo: las mujeres deben obedecer al hombre, no deberían tener libertad, da igual su realización personal o la autenticidad de sus sentimientos?
2. Hazte responsable de lo que dices
Ahora bien. Si después de identificar el mensaje de tu historia reconoces que no es positivo, pero es ese y no otro el que deseas transmitir. ¡Adelante! El arte no tiene ni debería tener límites en ese sentido. Eres el autor: puedes decir lo que te dé la gana. También fuera del arte, las personas tenemos derecho a decir y opinar cualquier cosa. Pero, ¿cuándo se ha visto que una persona raje, es decir, suelte por la boquita todas las joyas que le apetezca, y que dicha acción no tenga consecuencias? Ya sea para bien o para mal, todos los discursos producen reacciones.
Tenemos, por un lado, al emisor, en medio el mensaje y finalmente al receptor. El emisor tiene claro el mensaje y utiliza un medio para transmitirlo. A su vez, el receptor, al compartir el mismo código de comunicación, decodifica el mensaje y lo interpreta.
¿Qué crees que pasaría si voy caminando por la calle y de pronto me pongo a repartir insultos y groserías a la gente? Quizá algunas personas me tachen de loco y no me hagan caso. Pero aquellas personas que reaccionen a mi mensaje podrían hacerlo de maneras diversas y no necesariamente dulces. No sería verosímil que una mujer me diera dos besos después de acusarla de maruja estrecha, ¿verdad? Digas lo que digas, te conviene sentirte orgulloso de ello.
Tarde o temprano alguien podría reaccionar frente al mensaje y, si lo desea (porque está en su derecho, tal y como tú has ejercido el tuyo), podrá pedirte que rindas cuentas. Así como asumes con naturalidad el derecho de expresarte libremente, debes asumir con la misma naturalidad la obligación de hacerte responsable de lo que dices.
3. Fíjate en lo que otros interpretan frente a lo que tú quieres decir
Volviendo a la historia del hombre que murió y fue al infierno… que te conté en “El mensaje oculto de las historias”.
Quiero creer que mi alumno en realidad quería decir otra cosa. Pero desconozco por completo qué es lo que quería decir. Para un lector es fácil sacar conclusiones sobre lo que lee. Si asumimos el papel de lector, no dejaremos de interpretar: en eso consiste el juego de leer. Por eso no tenemos reparo alguno en explicar a nuestros amigos de qué va esa novela que nos tiene enganchados.
Pero, evaluemos el siguiente caso hipotético: mi familia, que está compuesta por mis padres y mi hermano, ha ido al cine sin mí. Yo me quedé en casa grabando este vídeo porque, al parecer, no puedo vivir sin decirle a los demás lo que deberían hacer #AwkwardMoment.
Al volver a casa, les pegunto: «¿De qué iba la peli?» Mamá dice que no había visto una historia de amor tan científica y compleja, papá, que en realidad trata sobre el verdadero valor del amor en el universo y, mi hermano, que es otro de esos bodrios que se hacen tolerables por los efectos especiales y las palomitas. Ahora pensemos: ¿no parecen dispares las apreciaciones? ¿Acaso no han ido a ver la misma película?
Cada cabeza es un mundo. Puede que yo no interprete exactamente lo mismo que tú después de leer la misma novela. Pero si la obra está bien hecha (más allá del gusto subjetivo de quien lee), si los fundamentos de construcción son sólidos y el autor ha sabido manejar las herramientas de las que dispone, entonces no tendremos dificultades para coincidir tú y yo en lo que la historia cuenta y dice.
Por el contrario, si el autor de la historia no ha sabido manipular sus recursos y, más aún, desconoce lo que significan las acciones que realizan sus personajes y, por tanto, el mensaje que transmite su historia, quienes la consuman tenderán a interpretar cosas muy disímiles entre sí. Cuando se escribe narrativa hay que guiar la interpretación del lector.
Un buen narrador evita que el lector comprenda cualquier cosa y procura llevarlo de la mano, sin subestimar su inteligencia, por los caminos que él elige y diseña, hasta aterrizar en esa idea precisa que ha buscado compartir. Lo que me lleva a preguntarte: ¿qué es lo que realmente quieres decir a través de tu trabajo literario? ¿Lo sabes? ¿Has pensado sobre ello?
Cada obra te puede llevar a obtener una respuesta diferente, pero tú eres el autor de todas.
En conjunto, las obras de un autor también dicen algo, comparten su cosmogonía sobre la vida. Voy a dar un paso más allá, me voy a poner en plan filosófico: ¿preparado? Vale. Te has preguntado alguna vez, ¿tú por qué o para qué escribes? ¿Por qué estoy diciendo esto? ¿Para qué?, ¿con qué fin estoy invirtiendo tiempo de mi vida en la producción de esta obra de arte que transmite este discurso y no otro?
Llévate estas preguntas de tarea y respóndete, estarás dando un gran paso en tu camino de formación como escritor.
Intenta vincular tus razones personales con el tipo de ideas que sueles comunicar a través de tus historias. No veas el subidón y la seguridad que produce tener las cosas tan claras. Estarás amueblando tu cabeza, como suele decirse.
Quizá al escuchar todo esto pienses, ¡qué guay! Por fin alguien que sabe lo que dice y que ayuda en verdad a crecer como escritor.
O tal vez estés pensando: ¿pero qué coño dice este tío? ¿Pensar todo el rato en lo que uno hace? ¿No es eso comerse mucho la cabeza? ¡Mis historias no comunican, son ejercicios vanguardistas de narrativa abstracta y original!
Si es el caso, piensa también en lo siguiente:
4. Si no dices nada, ¿para qué escribes?
Si al hacer los ejercicios de análisis que te propongo llegas a concluir que tus obras no comunican, ni ideas ni sentimientos, entonces podrías necesitar detenerte un momento y buscar en otro lado. ¿Cuáles son las verdaderas razones por las que escribes? Si no te preocupa que otros comprendan las ideas de tus textos, si te da exactamente igual cuántas interpretaciones pueda hacer un lector sobre tu obra, o qué tan distintas puedan ser de lo que tú crees que estás diciendo, entonces, ¿qué esperas conseguir a través del ejercicio de creación literaria?
Si no te importa lo que dices, tampoco te importa conectar con otras personas. Vale, entonces, quizá solo deseas conectar contigo mismo. Si prefieres no echar demasiada cuenta a lo que tus obras transmiten, está bien, pero entonces tampoco esperes ningún tipo de retroalimentación por parte de un lector. Es más, ni siquiera debería interesarte que otros lean lo que escribes. No son pocos los que llegan a mi taller diciendo: «Yo escribo para mí, pero ¿podrías, por favor, leer mi texto y decirme qué piensas?» Y la cosa empeora cuando además esperan que lo haga gratis.
Si escribes para ti y no cuidas lo que escribes para que otros puedan entenderlo y conectar contigo, todo eso que escribes, así como lo escribes, puedes guardarlo en un cajón o leerlo tú mismo y sacar de allí tanto jugo como seas capaz: tú solito y tu soledad.
Si, por el contrario, has decidido quitarte la venda de los ojos y te sientes comprometido y apasionado por el oficio de narrar, considera esta última cuestión:
5. Las historias nos enseñan a vivir
Siendo productor de historias, adquieres una responsabilidad interesante.
Enseñas a otros a vivir. Pero no te agobies. Eso mismo hacemos todos en cierta medida, pero no nos damos cuenta.
Los padres enseñan a sus hijos a vivir, lo mismo hacemos entre amigos. A través de las historias, propias y ajenas, enseñamos y aprendemos cosas sobre la vida.
Tus historias son muestra de lo que piensas en el presente sobre un aspecto particular de la vida, del mundo, tal y como tú lo entiendes hoy. Pero las personas no pensamos del mismo modo siempre. Mañana quizá cambies de opinión sobre algún tema y construyas un mensaje diferente, acorde con esa visión renovada del tema. No pasa nada. Así es esta realidad en la que nos movemos: un cambio tras otro.
Lo que importa en esta realidad en la que nos movemos, si asumimos la noble y maravillosa labor de narrar, es que nos quitemos la venda de los ojos y nos mantengamos siempre abiertos y receptivos, sin dejar de usar el sentido crítico, filtrando todo a través de nuestra muy personal y subjetiva manera de ver las cosas.
Una de tus historias podría llegar a significar mucho para un lector. A través de ella podrías cambiar la vida de alguien, así como consiguió hacerlo tu libro favorito contigo mismo.
Pretenderlo quizá no es bueno y resulta hasta pedante, pero ignorarlo es equivalente a vivir con una venda en los ojos. Esa ignorancia, en el peor de los casos, podría convertirse en un obstáculo que no te deje crecer como narrador. ¡Ala, que mañana será pechuga!
¿Tienes dificultades para encontrar el mensaje que está comunicando tu historia? ¿Necesitas ayuda? Reserva una Consulta al Dr. Narración y te ayudo con muchísimo gusto.



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