La tormenta sobrevino mientras Emilio se tomaba una taza de café en el bar de su calle. Su rostro se reflejaba en la ventana con el contorno deformado, debido a las gotas de lluvia en el cristal. Los recuerdos de su hijo invadían sus pensamientos. No paraba de contar las horas que quedaban para volver a estar junto a él. Desde el divorcio solo se habían visto en dos ocasiones. ¡Cuántas ganas tengo de besar tu carita, Francesco!, rumió con los ojos humedecidos.