Por Antonio Marquet
Huyendo de la ferocidad de los anuncios comerciales, de pronto escucho en el radio los suaves ecos del acordeón y dejo de buscar música para sintonizar la estación, se trata de un conjunto neoleonense que dice:
Ojalá que te mueras. / que se abra la tierra y te hundas en ella, / que todos te olviden. / Ojalá que te cierren las puertas del cielo, / y que todos te olviden. / Que se llene tu alma de penas, / y entre más te duelan, que más te lastimen. / Ojalá sea tanto el dolor, que supliques perdón / y se vuelva tan insoportable.
Con esta canción no hay duda que el grupo Pesado nos hace regresar al universo infantil. A ese momento en que las fantasías revanchistas tienen como característica ir hasta la exageración. Son fantasías de una gran espontaneidad, de un enorme extremismo:
Ojalá que te mueras, que tu alma se vaya al infierno, / y que se haga eterno tu llanto, / ojalá pagues caro el haberme engañado / aún queriéndote tanto, / Que se claven espinas en tu corazón si es que aún / tienes algo… / / Ojalá sea un tormento acordarte de mí, / si es que un día lo haces. /
Por un lado, el niño no tiene una idea clara de la muerte (¿la tenemos nosotros?); por el otro, el niño se resiste con todo lo que tiene a la fuerza coercitiva de la educación. No es infrecuente que el blanco de muchas fantasías de muerte sean los objetos más importantes para el niño: sus padres. Es muy común en cambio que este tipo de fantasías sea dedicado a los hermanos, “delincuentes” que le roban cotidianamente el amor y la atención de sus padres, sin que él pueda siquiera protestar.
¡Ojalá que te mueras! que todo tu mundo se vaya al olvido, / sé que no debo odiarte pero es imposible tratar / de olvidar lo que hiciste conmigo./ / ¡Ojalá que te mueras, que todo tu mundo se quede vacío! / ¡Ojalá cada gota de llanto te queme hasta el alma!!! / ¡Ojalá que no encuentres la calma! /
Aunque sean muy intensas y frecuentes, esas fantasías infantiles son vanas, por lo general, no tienen consecuencia alguna en el mundo. Después de expresarse con una gran ferocidad, desaparecen. Después de desear la muerte, de entregarse al mismo Apocalipsis, el fantaseante regresa a ser el niño más cariñoso, dócil y angelical que pueda existir. ¿Puede alguien calcular con exactitud el monto de odio que un niño puede dirigir a sus padres; a sus hermanos, a sus amigos, a sus maestros? No lo creo.
¡Ojala que te mueras!// Ojalá sea un tormento acordarte de mí / si es que un día lo haces. / Ojalá sea tanto el dolor / que supliques perdón y se vuelva / tan insoportable. / / Ojalá que te mueras, que todo tu mundo se vaya / al olvido. Sé que no debo odiarte pero / es imposible tratar de olvidar lo que hiciste conmigo. /
Sin embargo, podemos observar los efectos nocivos de esas fantasías de violencia en otro tipo de niños, los falsos adultos que son los políticos como Bush, como los dirigentes, generales y cancilleres, de los ejércitos en Medio Oriente, y sus entrañables hermanos, los terroristas: ellos han conservado rasgos infantiles muy marcados como la ambición, la crueldad, y sobre todo el hecho más aterrador: el negar su responsabilidad: no tienen el menor asomo de conciencia de sus crímenes.
Ojalá que te mueras que todo tu mundo se quede vacío. / Ojalá cada gota de llanto te queme hasta el alma. / Ojalá que no encuentres la calma. / !Ojalá que te mueras!
Ellos actúan, actuaron y actuarán de acuerdo a la autodefensa (Tsipi Livni declaró: “Israel ha actuado, actúa y actuará sólo de acuerdo a sus consideraciones, las necesidades de seguridad de sus ciudadanos y su derecho a la propia defensa”.). No han llegado a la edad adulta en cuanto al respeto de la ley, de los derechos humanos, que están por encima de todas las “argumentaciones” que les dicte el infantil narcisismo nacionalista, y su devastador egoísmo carrierista de alcanzar los más altos puestos para poder causar el mayor daño posible a sus enemigos. Seguramente con la distancia se podrá calcular el daño que le hizo el “pensamiento” conservador a la humanidad. De Hitler se ha dicho que su frustración en la pintura lo llevó a imaginar el odio a los judíos y a crear los campos de concentración. No sé qué frustraciones encontrarán los psicólogos del futuro en los actuales líderes. Queda latente la pregunta ¿Cómo pudieron destruir, moral, humana, social, económicamente, una de las épocas de mayor prosperidad que haya conocido el planeta? No se trata de saber solamente el número de soldados norteamericanos muertos en Irak, ni el número de civiles irakíes muertos, heridos, lisiados. Es algo mucho mayor que haber satisfecho su fantasía declarada de mandar a ese país a la época de las cavernas, sólo para probarse su poder, sólo para lograr el aplauso, momentáneo, de sus ciudadanos. Algunos daños podrán resarcirse en algunas décadas; otros permanecerán por generaciones; otros más para vergüenza de la humanidad. Lo más probable es que el salvajismo de su odio continúe alimentado las guerras por generaciones.
Quiero terminar esta breve reflexión con una serie de preguntas: ¿qué rostro de la sociedad mexicana nos devuelve el éxito que ha tenido el grupo Pesado por cantar el odio de una manera tan radical y espontánea? ¿Hay alguna razón que pueda valer (infidelidad, desamor, frialdad, no correspondencia, poliamor…) para desear la muerte de alguien? ¿Está esta canción de acuerdo con el impulso a los derechos humanos que se hace en México? ¿Qué grado de violencia social genera el desear la muerte y manifestarlo en una canción que escucharán y seguramente cantarán cientos de miles? ¿Qué tipo de música escuchan los narcos, los zetas, nuestros gobernantes, nuestros políticos? ¿Estas canciones como “¡Ojalá que te mueras!” pueden considerarse como canciones de amor? ¿Por qué la lírica popular amorosa mexicana ha sido invadida por el resentimiento y la violencia? ¿Por qué en el radioescucha hay tanto resentimiento y frustración?
Deja un comentario