La fama concentra la atención social en unos cuantos nombres. Es algo bueno, si nos lleva a leer grandes libros, a sumergirnos en grandes obras de arte. Malo, si se reduce a recitar los nombres, sin la experiencia viva de las obras, que va definiendo el gusto personal frente a los juicios de la fama. […]
“La conversación sobre las grandes obras puede ser, en sĆ misma, un milagro creador. O mera resonancia de los nombres que suenan. […]
“Quienes, movidos por la inspiración, el azar, el oficio, tienen la buena suerte de atrapar un milagro, no deberĆan quejarse demasiado de ser famosos o no serlo. DespuĆ©s de todo, les tocó lo mejor.”
De muchos libros que se conservan Ćntegros, circulan nada mĆ”s frases aisladas, a veces apócrifas.”
Los libros y artĆculos publicados en Nueva York (o en ParĆs) citan sobre todo libros y artĆculos publicados en Nueva York (o en ParĆs). Hay algo natural en que las metrópolis sean provincianas: el desarrollo de una conversación creadora, la animación que le da vida, tiene como centro una discusión local. Por el contrario, un signo claro de subdesarrollo son las publicaciones que no citan autores locales, para no verse provincianas. Muestran la altivez de Groucho Marx: ‘No me interesa pertenecer a un club que acepte gente como yo.Ā“Para el subdesarrollo, las discusiones importantes son las que se siguen de lejos, como un espectĆ”culo. Estar en la periferia consiste precisamente en no estar en sĆ mismos, en creer que la verdadera vida estĆ” en un centro remoto.”
…el canon citable varĆa de tiempo en tiempo y de lugar en lugar. La lista de Ribeyro estĆ” datada; es como de 1960, antes de Foucault, Althusser y el marxismo acadĆ©mico. Y, a la observación de Corral, habrĆa que aƱadir que el fenómeno reciente se da a partir del boom: de las novelas latinoamericanas publicadas en Barcelona, ParĆs, Nueva York hacia 1970. Aunque ya en el primer boom (el de la poesĆa, a principios del siglo XX) los latinoamericanos se citaban.
“En cambio, los acadĆ©micos latinoamericanos (que no han tenido un boom) citan devotamente a los mĆ”s oscuros profesores americanos, ya no se diga a los simples escritores.”
Citar para disimular el vacĆo intelectual, es una forma petulante de callar, criticada desde la Antigüedad.”
El abuso final (o mĆ”s reciente) estĆ” en la superación posmoderna de estas preocupaciones: Es un error hablar de distorsiones, plagios ni refritos, porque todo autor es un segundo autor, todo texto es parte de un intertexto. No hay nada original: todo lo publicado en un tejido de citas, alusiones, parodias, homenajes, sin origen ni centro. La muerte del Creador implica finalmente la muerte del creador.”
En la prĆ”ctica, la doctrina se invierte provechosamente: si el creador no existe, todo estĆ” permitido. El segundo autor es tan autor como el primero, tan original como el primero, con tantos derechos como el primero.”
Citar es conversar, asumir una tradición, tomar en cuenta los trabajos previos. ‘Somos como enanos trepados en gigantesĀ“, decĆa Bernardo de Chartres, ‘por eso vemos mĆ”sĀ“. Pero hay formas de trepar que no son Ćŗtiles para ver mejor, sino para verse mejor.” (…) “Las citas se volvieron puntos acumulables a favor del que cita y del citado”.
En la clerecĆa curricular, el respeto social, el ascenso burocrĆ”tico, los ingresos y hasta la seguridad en sĆ mismos dependen de las citas favorables. Hay un rating de cada acto, persona, institución. Vivir es un perpetuo Juicio Final. No ser mencionado es peor que no haber nacido: sufrir la excomunión que anticipa la condenación eterna.”
“c) los autores y textos que sirven de contraseƱa para entrar, demostrando que eres de los mismos, que estĆ”s al dĆa y del lado correcto;
“d) los crĆticos y editores que probablemente reseƱen o encarguen reseƱas de tu libro, ya no se diga a quienes pueden considerarlo para un premio, o ponerlo enuna lista de libros de lectura obligada, o darte una beca, o admitirte en una academia, o darte empleo;“e) y, por supuesto, a los jefes, amigos, maestros, compaƱeros, muy especialmente a aquellos con los cuales quedaste en deuda, segĆŗn la Regla de Oro: Si me citas, te cito.”
Antes de enseƱarle a nadie lo que piensas publicar, revisa el cumplimiento de las siguientes reglas.
“No mencionar, menos aĆŗn favorablemente,
“a) los enemigos o competidores de quienes deben dar el visto bueno para que el texto se publique (aunque la omisión sea imperdonable en ese tema);
“b) los autores no reconocidos como especialistas (aunque hayas aprovechado sus ideas);
“c) los especialistas superados, que estuvieron de moda, pero ya no los cita nadie que se respete en el gremio;
“d) los autores demasiado populares, que citan los aficionados, no los conocedores; menos aĆŗn, si escriben en paĆses de segunda, ya no se diga en los periódicos.
“e) los autores impopulares por su vida depravada, ideas incorrectas o cercanĆa a grupos de lo peor”.
“Si la mención es inevitable, manifiesta claramente tu posición en contra o elegante desprecio. Al menos, ponte a salvo con oportunas salvedades.
“Mencionar, y generosamente
“a) los dioses de la especialidad, la institución, el paĆs, el momento;
“b) las magnĆ”nimas personas o instituciones que autorizaron o patrocinaron la publicación (aunque hayan titubeado, regateado o impuesto condiciones humillantes;
Y el canon tiene efectos. ĀæFulano? ĀæQuiĆ©n es, si nadie lo menciona? ĀæMengano? QuizĆ” es un mediocre, como dicen (no lo he leĆdo, ni por ahora tendrĆa tiempo de hacerlo); pero si lo mencionan con frecuencia, sacó tal promedio, estĆ” en tal organismo, sale en televisión y en los periódicos, es muy amigo de Zutano y un encanto de persona (o una persona de armas tomar), no lo puedes ignorar.”
No se puede organizar un programa de trabajo, una elección, un homenaje, una cena, en la perpetua inestabilidad de quienes sĆ y quiĆ©nes no. Son los que son.”
Ā”Loor a los que hacen la tarea! A los que citan para dar, no para recibir. A los que disfrutan la conversación y la enriquecen, presentando amigos que pueden serlo entre sĆ.”
…hablar de la experiencia de leer, de lo que dice un libro y cómo lo dice, de lo que gusta o decepciona, hace mĆ”s inteligente la vida social y personal.”
…Āædónde acontece la vida literaria sino en la pĆ”gina leĆda?”
Si la persona es un encanto en las cenas, si sale en los periódicos y la televisión, si tiene buen currĆculo (es decir: si otros jurados ya le dieron premios, distinciones y nombramientos), si me han hablado de sus muchas cualidades, es absurdo que, en este mal momento, deje todas mis tareas pendientes para ponerme a leer sus libros Ā”y los de todos los demĆ”s candidatos! AsĆ se vota de oĆdas, ateniĆ©ndose al trabajo de los que hicieron su tarea. Claro que si nadie la hizo, y los jurados anteriores tampoco, los resultados pueden ser vergonzosos: ignorar obras valiosas que no fueron leĆdas, encumbrar a mediocres que no han sido leĆdos; multiplicar los intereses creados a favor del ruido, no la lectura.
“Un perfecto mediocre, tesonero y simpĆ”tico puede hacer la carrera seƱalada por Jules Renard (Journal).El primer premio se lo dan porque ‘Ā”Pobre, no le han dado ninguno!Ā“. el segundo, porque acaba de recibir el otro. El tercero, porque ya tenĆa dos. El cuarto, porque lo exigió. El quinto, porque, despuĆ©s de tantos premios, no darle Ć©ste llamarĆa la atención (se pensarĆa que lo excluimos por razones ideológicas o prejuicios contra las minorĆas). El sexto, porque premiarlo se volvió costumbre. Los siguientes son una avalancha. La sociedad, las instituciones, el Estado, se premian a sĆ mismos al reconocer a los monstruos sagrados.”
…una vez consagrada una obra mediocre, una vez que la avalan personas e instituciones de peso, no es razonable esperar que se desdigan. Lo razonable es suponer que el disidente es un ser extraƱo, que lee torcidamente, por ineptitud o motivos inconfesables.”
Algunos monjes creen que la oración sostiene el mundo: que, en todo momento, hay cuando menos un alma piadosa que reza desde el fondo de su corazón, y por eso el mundo no se vuelve nada. Creamos, inocentemente, que si el mundo del libro no se reduce a la circulación de celulosa, es porque nunca falta un lector de verdad.”
La sociedad se siente consagrada por sus autores consagrados. El autor legendario por su obra acaba llamando la atención por sĆ mismo, a costa del interĆ©s en la lectura de su obra. InterĆ©s que llega a depender menos de los textos y mĆ”s de que sean suyos. (Un texto mediocre, un cuadro excelente, suben o bajan de aprecio cuando se descubre que el autor era otro, no el que se creĆa.) La consagración induce a los autores a verse desde la fama, desde la posteridad. A dejarse llevar por su posible figura legendaria, resistiĆ©ndola (cuando no les gusta) o retomĆ”ndola, como parte de su propia creación. La imagen que de ellos tenga el pĆŗblico (o quieran ellos inducir) puede condicionar el desarrollo de su obra y hasta de su vida.”
Conservar todo es una incuria que causa un nuevo tipo de estrago: perder lo significativo en la masa de lo insignificante. Conservar todo es perder todo.”
…la conversación con buenos lectores sirven para desarrollar la imaginación, la inteligencia, la sensibilidad; para orientarse y constituirse como personas, para ser felices y ser mĆ”s.”
En la prĆ”ctica, hasta los peores libros de texto y los peores bestsellers sirven, cuando menos, para hablar de lo mismo. Pero los clĆ”sicos tienen una importancia inigualable. Han subido el nivel de la especie humana, despertado una conversación que se enriquece a lo largo de los siglos, en los mĆ”s variados entornos. Son genes culturales que, a partir de los mismo, conducen a muy diversas plenitudes personales, sociales, históricas.”
El salto a las ligas mayores no es cuestión de calidad, porque la calidad puede alcanzarse en pequeƱa escala. Una marca desconocida y hasta una camiserĆa artesanal pueden ser superiores en diseƱo, telas, hechuras, servicio. El salto es cuestión de marca.”
Un joven talentoso y rico, para el cual todas las vocaciones son posibles, puede acabar en la mediocridad, no sólo porque tanta facilidad lo confunda, sino porque su trato con lo posible no se concreta en compromisos que lo obliguen a resolver dificultades concretas. La mera posibilidad no es todavĆa una libertad. Ser un organista creador requiere muchos aƱos de trato cotidiano con los teclados concretos, con interpretaciones concretas, con ejercicios concretos de composición, para alcanzar la libertad que da el oficio: una libertad concreta para esto y aquello, no para todo. Por lo mismo, aunque tenga que ganarse la vida con encargos mal pagados, soƱando con la libertad inalcanzable (por su falta de recursos y la incomprensión de los otros), si se sumerge en los encargos concretos y se apasiona por buscarles soluciones creadoras, puede acabar convirtiĆ©ndose en Bach. Puede transformar su necesidad en libertad.”
La asimetrĆa es poder, y el poder fĆ”cilmente se convierte en negocio. Una persona conocida puede reunir a una multitud, y esto lo saben los protagonistas, los organizadores del acto, los anunciantes, los patrocinadores, todos los que pretenden influir. El carisma es una revelación para los que convierten la experiencia: una culminación inmediata que se cumple en sĆ misma y no pide mĆ”s que continuar. Pero tambiĆ©n es algo mediatizable por los protagonistas, por el pĆŗblico que los sigue (yo estuve ahĆ), por los interesados en comprar o vender esa influencia y por los dueƱos del micrófono. Es un poder que se impone silenciando las pequeƱas conversaciones, de manera natural la admiración que calla para escuchar) o con trucos que llamen la atención, autoritariamente o no.”
La pantalla es una especie de Aleph borgesiano, donde todo cabe en un punto; una quimera sobre la plenitud de la vida (en el paraĆso de la imagen) que transforma la vida. Provoca la fabricación de hechos, personalidades, instituciones y productos diseƱados para generar imĆ”genes poderosamente simbólicas, visuales, simplificantes, de interĆ©s masivo. AsĆ nacela industria del montaje y producción de ‘hechosĀ“ armados para ser noticia, de ‘bellezasĀ“ diseƱadas para ser fotogĆ©nicas, de ‘personalidadesĀ“ modeladas para ser mediĆ”ticas, de ‘librosĀ“ escritos para ser bestsellers.”
Una vez puesta en marcha, la realidad artificial se alimenta a sĆ misma”.
…la irrealidad tiene poder sobre la realidad.”
El desdoblamiento es real y es irreal. Es un salto milagroso de la vida mĆ”s allĆ” de su realidad inmediata, que le permite desarrollarse y crear una nueva zona de la realidad. Es el origen de la conciencia y la cultura: la vida en el espejo que se ve a sĆ misma y sube de nivel, y hace habitable el mundo en ese nivel. Pero es un alejamiento de las realidads inmediatas, que puede confundir. Favorece la objetividad, el espĆritu crĆtico, la libertad, pero puede llevar al fetichismo, el escapismo, la enajenación.”
Las personas que salen en televisión (aunque sea un reality show) parecen mĆ”s notables, valiosas, bellas, inteligentes, hasta para que aquellos que las conocen, no les habrĆan visto algo especial. MĆ”s de un adorador de estrellas de cine serĆa incapaz de reconocerlas, si las encontrara trabajando en una oficina, sin maquillaje ni glamour. En la vida cotidiana, abundan las personas valiosas, las bellezas notables, las inteligencias superiores, que tienen realidad, pero no imagen, por lo cual pasan de noche para los bobos que adoran la imagen del ‘Ć©xitoĀ“. La idolatrĆa de las imĆ”genes deja sin ojos para ver los milagros de la realidad.”
El secreto de la fama estĆ” en volverse un objeto. No cualquier objeto (para lo cual basta con ser pasto de fieras o canĆbales), sino un objeto que llama la atención de muchas personas”.
El deseo de verse objetivado en lo que dicen los demĆ”s es tambiĆ©n una forma primitiva de buscar la conciencia de sĆ: de examinarse, definirse, autoteorizarse.”
Desearse a sĆ mismo como objeto es abdicar como sujeto. Es alejarse de la vida real hacia la vida representada en imĆ”genes de plenitud.”
Las implicaciones reales no se ven hasta que es demasiado tarde. Ser famoso consiste en ser tratado como objeto.”
Descartes no era modesto sobre la importancia de su obra. QuerĆa compartirla como un don del cielo para todos. Le parecĆa un milagro, pero no le gustaba la confusión de su vida con su obra. Peregrinó al santuario de Loreto para dar gracias a la Virgen por sus descubrimientos, pero no se veĆa a sĆ mismo como un santuario que atraĆa peregrinos y estaba obligado a atenderlos.”
Si todo hombre comĆŗn es un lĆder en potencia, no puede haber mediocres: sólo etapas en el camino de la superación personal.”
SerĆa mĆ”s inteligente reconocer que todos somos mediocres en casi todo, que no tiene importancia y que intentar lo mĆ”ximo en todo es ridĆculo. La excepción no puede ser la regla general, y no hay que confundir esto con la verdadera regla general: que cada persona es Ćŗnica, porque su código genĆ©tico, su historia, su conciencia, sus capacidades y sus gustos, constituyen un ser Ćŗnico.”
Aprender no es lo mismo que sacar buenas calificaciones, y lo importante es aprender.”
Ser el nĆŗmero uno como barrendero (o lo que sea) estĆ” centrado en el yo y los competidores, no en el trato competente y feliz con la realidad.”
Paradójicamente, la presión trepadora desemboca en el ascenso de los mediocres al poder y la fama. Se supone que el darwinismo ferozmente competitivo deberĆa entronizar a los excelentes, no a los incompetentes”.
El candidato con mĆ”s puntos puede ser un mediocre. El producto que mĆ”s vende puede ser mediocre. Lo mĆ”s calificado en las encuestas puede ser mediocre. El programa con mĆ”s rating puede ser una porquerĆa. La competencia trepadora no siempre favorecer al mĆ”s competente en esto o en aquello, sino al mĆ”s competente en competir, acomodarse, administrar sus relaciones pĆŗblicas, modelarse a sĆ mismo como producto deseable, pasar exĆ”menes, ganar puntos, descarrilar a los competidores, seducir o presionar a los jurados, conseguir el micrófono y los reflectores, hacerse popular, lograr que ruede la bola acumulativa hasta que nadie pueda detenerla. La selección natural en el trepadero favorece el ascenso de una nueva especia darwiniana: el mediocris habilis. […] AsĆ se llega a las circunstancias en las cuales un perfecto incompetente acaba siendo el nĆŗmero uno. […] …cuando llegan al poder y la gloria, son los modelos de una sociedad reducida a trepar, y la degradación se extiende desde arriba. […] Y luego un pobre diablo, aprobado por compasión, cansancio, irresponsabilidad, se convierte en su jefe, su juez o su verdugo”.
La figura pĆŗblica del autor puede ser una leyenda creada por sus lectores, tan ajena a la idea que tiene de sĆ mismo, que se moleste y la rechace. Pero puede ser un proyecto suyo, mĆ”s o menos consciente, elaborado (o no) a partir de la leyenda: la creación de un personaje que actĆŗa en la vida pĆŗblica como una obra firmada, controlada y cobrada.”
…la cración de textos crea simultĆ”neamente la personalidad creadora, la constituye objetivamente como sujeto creador. El personaje del autor siempre estĆ” en el texto, de manera implĆcita o explĆcita, discreta o desbordante. Su protagonismo puede ser sano o patológico, comercial o no. TambiĆ©n hay protagonismos polĆticos, religiosos, sociales, que son textos actuados: monólogos, teatralidad.”
…basta conciencia intelectual; y lo que sigue es la reflexión, el humor, la bĆŗsqueda de intereses subjetivos contingentes, la disolución del arte.”
Gran bestiario de evocaciones literarias y humanas.
Citas. Son todo citas. Colecciono citas de libros. EstĆ”n todas bajo la categorĆa “Casa de citas”.
OjalĆ” lo hubiera escrito yo… JAJA.
BuenĆsimo! Son todas citas del libro o tu lo escribiste?
Es maravilloso leer a zaid, siempre me siembra el deseo de abandonar lo superficial y centrarme en lo profundo, en lo que vale la pena. Aun no he logrado entenderlo (y creo que falta mucho para ello), solo le he leido el progreso improductivo, pero desde siempre me he sentido atraido por sus letras. Esta noche termino decidiendo de una vez por todas en comprarme 3 libros mas de el, incluido entre ellos “el secreto de la fama”
Saludos!
Te va a entcantar!!! Sobre todo si escribes… Saludos y gracias por tu comentario.