Entre los arbustos

—Perdón por llamar a esta hora.

—¿Qué pasó, Jake?

—¿Acabaste tu cuento?

—Sí, ¿por qué? 

—No fluyo. Llevo horas viendo parpadear el cursos sobre la página de Word.

—Piensa en una anécdota y exagérala. Eso es un cuento.

—¿Y si no les gusta? Sólo se me ocurren cosas horribles.

—Relax, Jake, tu promedio es impecable. Si fallaras en esta tarea no afectaría tu historial académico.

—No sé. Las escuelas privadas son más estrictas y conservadoras, ¿y si no ingreso?

—Ya, hombre, tampoco exageres.

—No quiero volver a decepcionar a mi padre…

—No empieces con eso.

 —Lo siento. Hay que entregar esto para mañana y ni siquiera tengo una idea. 

—Cópialo de Internet.

—¡Olvídalo!

—Esto pasa cuando lo dejas todo a última hora.

—No ayudas. Intenté escribir toda la semana…

—A ver, ehmmm imagina una casita donde vive una familia y que el padre debe asesinar a un oso para proteger a sus hijos. Lo que sea, imagina a personas tratando de alcanzar cosas.

—Ese es el problema. No tengo imaginación.

—¿Cómo no? Todos la tienen.

—Yo no.

—A ver, hombre, visualiza a un león recostado en tu cama.

—Solo veo mi cama.

—Intentemos otra cosa. Cierra los ojos.

—Listo.

—Imagina una cascada.

—Mmm, solo veo oscuridad y escucho el sonido del agua de tu fregadero.

—Estamos progresando.

—¿De verdad?

—Confía en mí…

—¿Y ahora qué?

—Mmm, ya sé. ¿Dónde estás?

—En mi cuarto.

—Con razón, ¡demasiado ruido! Ve a un lugar más silencioso.

—La habitación de huéspedes…

—Bien, ¿alguna otra distracción? ¿Televisión encendida?

—No, mi padre está fuera de la ciudad.

—¡Perfecto! Ahora… olvídalo todo.

—Uff ¡Imposible!

 —Si quieres ingresar a la universidad, relaja tu mente…

—De acuerdo. 

—Cierra los ojos e imagina una manzana.

—Sigue oscuro.

—Ok, respira profundo. No más deberes, no más responsabilidades…

—Espera…

—…

—¡Oh, Dios! Veo la manzana.

—Bien, probemos algo más complejo. Imagina un paisaje.

—OK.

—¿Listo? Descríbelo.

—Tiene colinas, riachuelos, repechos, el cielo es azul.

—Sigue.

—Veo una cabaña y un leñador cortando un pino. Hay unos niños jugando con sus perros. Puedo oler los cipreses. Es impresionante.

—¿Ves? No fue tan difícil. Ya puedes abrir los ojos.

—¡Espera! ¿Tú también lo escuchaste?

—¿Qué pasa?

—Las risas de los niños, ósea, es cómo si realmente estuvieran aquí.

—La imaginación te funciona perfectamente. Ahora piensa en un problema que esa familia debe resolver.

—El leñador sigue trabajando. Está concentrado. Sus hijos están lejos de él. Hay un animal asechando entre los matorrales.

—¿Asecha a ovejas?

—A los niños… y al padre. 

—Perfecto. Ahora el leñador tendrá que salvar a sus hijos…

—Espera, espera, hay algo raro con este animal. No sé qué es.

—Oso, lobo, chupacabras. No interesa. Lo que importa es el conflicto. 

—No, en serio. Mide dos metros. Tiene una joroba pronunciada, es lampiño y  esquelético. Su rostro es deforme y tiene una sonrisa enorme.

—Sí, sí, los detalles del monstruo… pero qué va a pasar, quién quiere qué…

—La brisa del campo entra por la ventana…

—Tienes que poner a tu protagonista a resolver un problema…

—¿Y si el padre no mata a la bestia? ¡Dejará huérfanos a sus hijos!

—¡Genio! La bestia atacando a los niños y el padre salvándolos, no está mal. Pero intenta dar un giro, cuéntame algo nuevo.

—El monstruo asecha, ni los niños ni el padre se percatan de su existencia.

—Ey, ey ey ey, aguarda. Si los perros juegan junto a los niños. ¿Cómo es que no olfatean a la bestia? Son capaces de olfatear el peligro y reaccionar. VE-RO-CI-MI-LI-TUD, hombre.

—Estos perros no huelen nada. Nadie ve al monstruo, ¿por qué? ¡Es gigante!

—Tendrás que darle una vuelta, pero va, ¡sigue! 

—Va a atacar. Puedo oírlo respirar. Oh, por Diooooos.

—Jake no hay necesidad de que grites, estoy aquí…

—¡Le arrancó la cabeza al padre! ¡Dios mío! ¡Dios mío!

—¿Cómo?

—¡De un bocado!

—Tranquilízate, Jake… ¿Qué dices?

—Ahora va tras los niños. ¡Corran! ¡Corran!

—¿Y dices que no tienes imaginación?

—¡Pucha! ¡Pucha!

—¿Qué? ¿Qué?

—Me ha visto. ¡Viene!

—¿Para qué me llamas, entonces? Tienes una gran idea.

—¡El hacha! ¿Dónde dejó el leñador su hacha?

—¿Qué hacha?

—¡Ahhhhhhh! ¡Noooooo! ¡Nooooooo!

—¿Jake? ¿Jake?…

«David Salas escribió este cuento cuando hizo conmigo el Curso de iniciación. Nos aproximábamos a la escritura de diálogos y le pedí que hiciera un ejercicio que pido habitualmente a mis alumnos: cuenta una historia usando exclusivamente diálogos. El resultado fue muchísimo más interesante de lo esperado. Tanto, que ahora se integra en la colección de cuentos de mi web.» Israel Pintor.

davidsbrousset

davidsbrousset

Nací y crecí en Arequipa, una provincia al sur del Perú. Me gusta la fotografía, la edición de películas; pero sobre todo, escribir ficción. Espero que te entretengas porque este sitio web (davidsalascuentos.wordpress.com) fue creado para ti, querido lector.

Ver perfil completo →

2 Comentarios

·

Deja un comentario

  1. Mis felicitaciones, David, por este relato que muestra, precisamente, eso, cómo se debe de escribir un relato, según el modelo actancial de Greimas, basándonos en el conflicto, ya sabes, «el corazón de la historia» como bien proclama, nuestro profe Israel.
    Diría que puede servir como futuro ejemplo para principiantes de la manera de escribir un relato de estas características. Enhorabuena.