No la miré a los ojos antes de morir. No la rodeé con mis brazos. Ni olí su cabello, ni sentí la suavidad de su piel. Con ella la muerte fue impaciente, con nosotros indiferente. Si lo pienso, no ha sido peor o mejor. Es igual de doloroso esperar a que la muerte se lleve a quien amas, incluso tormentoso. Podría aferrarme a las ventajas de haberla perdido de forma súbita. No lo esperaba, no sufrí anticipadamente. Nadie lo hizo…

Solo en Sevilla me encuentro avisos de ausencia en los negocios del barrio, aún cuando la puerta esté abierta de par en par y dentro haya una persona detrás del mostrador, bebiéndose una cerveza y leyendo el periódico. #AndalucíaEmprende 
251022