- Si quieres que te llamen “estilista” o “prestidigitador de la palabra”, debes usar términos como “inextricable”, “defenestración”, “finisecular”, al menos una vez cada dos líneas; las palabras y expresiones extranjeras, como “fake”, “verbi gratia”, “claque”, “ad hominem”, puedes reservarlas para los párrafos donde no dices nada inteligente.
- No hay nada peor que un escritor firmando autógrafos con su propia pluma, se ve arrogante y artificial. Lo mejor es mostrarte sorprendido y pedir una prestada.
- Los buenos escritores siempre hablan mal de otros escritores. Piensa en uno que envidies y lanza públicamente toda clase de injurias y sarcasmos, tanto a su manera de escribir, como a su calvicie, la marca de su pipa o al pasado de su mujer.
- Todo se vale en una historia, incluso aburrir miserablemente al lector, siempre y cuando el final sea espectacular: una explosión, un suicidio, una vuelta de tuerca asombrosa, del tipo: todo fue un sueño o los dos personajes eran el mismo.
- En las entrevistas, charlas, conferencias, menciona nombres como Baudrillard, Heidegger, Sloterdijk, para impresionar a tu público; si vives en un país europeo, convienen más nombres como Juan José Arreola o Felisberto Hernández; si vives en África, múdate a Europa o Estados Unidos.
- Las personas que se dicen escritores, pero no fuman, son más falsos que los plutócratas que se dicen socialistas.
- En las presentaciones de libros, es de muy mal gusto que el autor llegue puntual. El mejor efecto se logra cuando la gente espera y el escritor llega escoltado por sus amigos y mientras se acerca a la mesa saluda, asiente, sonríe.
- Si vendes pocos libros, habla mal de los que venden muchos; si vendes muchos, ironiza sobre los que venden pocos; si no has publicado, di que escribes para ti.
- El problema de tener sexo con las groupies es que te admiran demasiado, se lo contarán a todos. Si no tienes algo honroso que ofrecer, es preferible la abstención.
- No hay nada más árido que un libro sin epígrafes. Procura incluir citas de autores muy respetados o poco conocidos, siempre en su lenguaje original, sin importar si lo entiendes o no. Recuerda: la literatura se trata de que el lector se crea más tonto que tú.

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