Decálogo del escritor que entiende a su público

  1. Si quieres que te llamen “estilista” o “prestidigitador de la palabra”, debes usar términos como “inextricable”, “defenestración”, “finisecular”, al menos una vez cada dos líneas; las palabras y expresiones extranjeras, como “fake”, “verbi gratia”, “claque”, “ad hominem”, puedes reservarlas para los párrafos donde no dices nada inteligente.
  2. No hay nada peor que un escritor firmando autógrafos con su propia pluma, se ve  arrogante y artificial. Lo mejor es mostrarte sorprendido y pedir una prestada.
  3. Los buenos escritores siempre hablan mal de otros escritores. Piensa en uno que envidies y lanza públicamente toda clase de injurias y sarcasmos, tanto a su manera de escribir, como a su calvicie, la marca de su pipa o al pasado de su mujer.
  4. Todo se vale en una historia, incluso aburrir miserablemente al lector, siempre y cuando el final sea espectacular: una explosión, un suicidio, una vuelta de tuerca asombrosa, del tipo: todo fue un sueño o los dos personajes eran el mismo.
  5. En las entrevistas, charlas, conferencias, menciona nombres como Baudrillard, Heidegger, Sloterdijk, para impresionar a tu público; si vives en un país europeo, convienen más nombres como Juan José Arreola o Felisberto Hernández; si vives en África, múdate a Europa o Estados Unidos.
  6. Las personas que se dicen escritores, pero no fuman, son más falsos que los plutócratas que se dicen socialistas.
  7. En las presentaciones de libros, es de muy mal gusto que el autor llegue puntual. El mejor efecto se logra cuando la gente espera y el escritor llega escoltado por sus amigos y mientras se acerca a la mesa saluda, asiente, sonríe.
  8. Si vendes pocos libros, habla mal de los que venden muchos; si vendes muchos, ironiza sobre los que venden pocos; si no has publicado, di que escribes para ti.
  9. El problema de tener sexo con las groupies es que te admiran demasiado, se lo contarán a todos. Si no tienes algo honroso que ofrecer, es preferible la abstención.
  10. No hay nada más árido que un libro sin epígrafes. Procura incluir citas de autores muy respetados o poco conocidos, siempre en su lenguaje original, sin importar si lo entiendes o no. Recuerda: la literatura se trata de que el lector se crea más tonto que tú.

Manuel Fons

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