Tercera carta a la beba Aleida Pintor Chávez
Nunca imaginamos que tardarías tanto. Todo empezó hace aproximadamente veinticuatro horas. Tu papá llamó para avisarnos, tu mami había empezado labor de parto. Brincamos de emoción. Faltaban pocas horas para tu arribo. Como es común en estos casos, esperamos, esperamos y volvimos a esperar. Como a las nueve y media de la noche de ayer, tomamos camino al hospital materno de Milpa Alta, una de las delegaciones más grandes y alejadas del centro de la ciudad.
Tu abuelito Jaime se quedó en casa porque había trabajo por hacer. Pensaba que de cualquier forma no se perdería tu llegada, tenía razón. Nos tenías harto pendientes. Nos sorprendimos mucho cuando, al llegar, vimos a tu mamá súper calmada. No parecía estar por parir. No sentía ningún dolor, los médicos la habían regresado a casa. ¡Ah, que criatura tan rara! Jamás dio lata durante el embarazo, y ahora se hacía del rogar para respirar por la nariz. Esperaba tal vez la alfombra roja.
Déjame contarte bien qué sucedió. Por la tarde de ayer, cuando tu papá nos llamó, ya habían ido al hospital a revisión. Le dijeron a tu madre que tenía cuatro centímetros de dilatación. Según el informe no tardabas en nacer. Tus papis regresaron a casa de tus abuelos maternos para preparar tu ropita y dejar pasar el tiempo. Y tu mamá andaba y andaba, esperando que de un momento a otro avisaras tu inminente llegada. Pasaron tres horas, las recomendadas antes de regresar al hospital. Por supuesto, tus padres y abuelos maternos llegaron antes.
Cuando tu abuela Juana y yo llegamos, tu mamá estaba en otra revisión de rutina. Debo decir, todos tus abuelos lucían extraordinariamente emocionados. Y tus abuelos maternos parecían estar cansados. Seguro los agarraste después de una ardua jornada de trabajo.
Salió tu mamá del consultorio como si nada. Lucía rebosante, lozana, con mucha vitalidad. Y cómo no iba a lucir tan bella y sana si es tan joven y aguantadora. Nos dio una sorpresa. La doctora había cambiado el primer informe. No eran cuatro, sino dos centímetros de dilatación. Había que esperar más. Esperamos.
Apenas llegó tu abuelo Jaime, acompañó al trío de peregrinos ambulantes (mamá, papá y tu abuela paterna) en las afueras del hospital. Recorrían el estacionamiento a paso acelerado, impacientes por verte. En la sala de espera, estábamos tu abue Gloria y yo. Pero no aguanté mucho el dolor de encías, además desfallecía de hambre: ya me conocerás, soy un troglodita.
Una hora después de llegar al hospital junto con tu abuela Juana, los estragos de una cirugía de muelas que me practicaron por la mañana, me tenía cansado, hambriento y dolorido. Salí para avisarles a mis papás que necesitaba comer algo y tomar mis medicamentos. Dejaron la peregrinación y me llevaron al centro de la delegación a conseguir algo suave y sustancioso para saciar mi hambre.
Todos llamaban para preguntar cómo iba tu mamá. No actualizábamos mucho. Llegué a pensar que nacerías ayer mismo, pero fallé una vez más en mis predicciones. Porque has de saber que no soy buen psíquico. Dije que nacerías el mismo día que tu mamá cumple años (28 de dic.) y que serías niño. Cosas en las que agradezco estar equivocado. Regresamos al hospital después de cenar algo. La condición de tu mami era la misma, nada había cambiado. Comenzamos a sentirnos impacientes, pero sabíamos que el proceso era relativamente lento. Nuca imaginamos lo tardado que fue.
Nuestra presencia en el hospital no hacía más que entorpecer y estorbar. Además no todas las personas ahí celebraran como nosotros. Había que darles espacio. Regresamos todos a casa nuevamente. Habían pronosticado nacerías hasta hoy. Así fue. Debiste nacer alrededor de las siete de la noche. Mantuviste a toda la familia en ascuas durante un día entero. Sonaba el teléfono y creíamos sería tu papá para darnos la buena noticia, pero eran los tíos y primos para preguntar qué pasaba.
El informe de tu nacimiento lo proporcionó (extraoficialmente) una enfermera que atendió el parto de tu mamá. “Es niña y pesó tres kilos novecientos gramos”. Imagino que todos gritaron de felicidad entonces. Me enteré por teléfono en casa un momento después, porque el dolor de la cirugía no me ha dejado aún, pero como seguramente hicieron ellos, yo también grité y agradecí fallar en mis pronósticos. Nena hermosa. Gracias a todos los dioses ya estás con nosotros. Y aunque no te conozco aún, sé que eres hermosa como tu madre y guerrosa como tu padre. Que llenarás de alegría tus hogares y cambiarás las vidas de muchos allegados.
Aleida. Así te llamarán tus padres. Es un nombre lindo. Tengo muchísimas ganas de verte crecer, de compartir contigo mi vida, consentirte y educarte lo mejor posible. Te amo sin conocerte aún. Te amaré siempre. ¡Al fin llegó una princesa a nuestra familia! ¡Hermoso regalo de Reyes!
05Ene08
Name: enbuscademi | E-mail: fragor_lorenalaura@yahoo.com.mx
hOLA! Me da gusto conocerte, te encontré por una liga que tiene el blog de mi hermano con el tuyo. No sé si es mi estado de ánimo estos días (ya muchos por cierto) nostálgico y tristón, pero me dieron ganas de escribirte simplemente para decirte “tu si escribes muy bonito…” (la, la, la) Me ha provocado mucho sentimiento la forma en que le has escrito a tu sobrinita. Sabes el año pasado estuve embarazada…pero no pude tenerlo…y solo ansío que cuando tenga la oportunidad de ser mamá todo sea emoción y alegría a mi alrededor como en tu family.
Bye