Mi paraíso

Raúl:

Desde que volví de Sevilla no he dejado de pensarte. De hecho, tu imagen no me abandona desde la noche en que te vi llegar a la estación de tren, montado en esa bicicleta deportiva que parecía más un blanco corcel vestido de luz.

Tal vez te parezca ridícula, pasada de cursi, la referencia del príncipe azul. Y, por más que intento traerme a la mente una comparación distinta, menos trillada, no puedo. Eres un sueño hecho realidad. Así te imaginé y, temí, muchísimo, no sabes cuánto, jamás encontrarte. ¡Qué afortunado soy!

Me perdía en ejercicios imaginativos, absurdos –según algunas personas menos soñadoras–, de pensar cómo habría de ser mi amor ideal. ¡Chale! Qué aburrido suena eso cuando se lee… Debe ser como tragarse una tarjeta amorosa, de esas de kiosco o tabaquería… En fin. Imaginaba cómo serías, y terminaba viéndote, tal cual eres: guapísimo, inteligente, divertido, creativo, alegre, honesto, cariñoso, pasional, cachondo, leal, algo loco, de sonrisa abrumadoramente sexy, PRECIOSO, hombre… Por eso me atreví a leerte el texto donde enlisto mis caprichos y me pregunto, ¿es mucho pedir?

Me parecía imposible la existencia de un ser tan hecho a mi gusto. Tan bello por fuera y por dentro. Algunos de mis amigos, al leer el texto aquél, me reclamaban el auto flagelo. “Y luego nos quejamos de por qué estamos solos”, me escribió Isela, por ejemplo.  Y me parecía aún más increíble que ese amor ideal pudiera fijarse en mí, corresponderme el deseo, la pasión, el amor.

Nos conocemos poco, es verdad. Pero mi corazón me dice que te conozco desde siempre… Hablar, estar, hacer el amor contigo, es como la continuación de una relación conocida, de un diálogo rico en sabores, deleitable cada vez, una conversación estable, conocida de sobra…

(Me voy a interrumpir un instante para advertirte: esta carta estará llena de lugares comunes, porque ahora no soy capaz de alejarlos. Soy el testimonio de cada frase trillada de amor. Pero quiero que leas estas líneas como el reflejo más próximo a la realidad de mis sentimientos, y no como frases hechas o lugares comunes, aunque lo sean.)

Me he convertido en lo más importante de tu vida, dices. Que te derrites por estar a mi lado. Me piensas día y noche y suspiras por mí entre pensamientos ajenos… y yo me estremezco, me pongo estúpido, absurdo. No logro hacer girar las tuercas de mi cabeza, echar a andar mis pensamientos con ritmo natural. Me quedo boquiabierto de saberte entusiasmado como yo, emocionado como yo, tan lleno de dicha como yo. Así me siento también, gachupín, perdidamente enamorado.

Ando sobre el suelo sin creer aún la cantidad de sentimientos gratos habitándome. Elevado, levitando y moviéndome por inercia, o por la fuerza misma del aire que me arrastra. Estoy envuelto de amor, de alegría… Así debe ser la felicidad, no de otra manera.

No me sorprende, en absoluto, lo acelerado de nuestro devenir amoroso. Pasan las cosas tal y como siempre imaginé, como siempre quise. Esta vez me siento familiarizado, no tengo miedo, reconozco el terreno por donde camino a tu lado: es mi paraíso.

Eres mi primera lluvia, mi primer amor de ida y vuelta, mi amado-amante: todo en uno, finalmente. He sufrido siempre de amores egoístas, lo sabes ya… por eso tus palabras y tus gestos, esa comunicación completa y establecida entre nosotros, me informa venturoso, fuera de peligro. Me aseguras, con el arqueo en tus cejas cuando me besas, un presente continuo de sabroso acontecer, de un compartir creativo, sano, productivo, ilusionado. Me pasa algo nuevo contigo. Por primera vez puedo bajar la guardia. ¿Sabes a lo que me refiero? No hace falta alertarse, esperar lo peor.

Cuando me tocas, miras, cantas, piensas, cuidas, logro sentirme complementado, querido, considerado. Me colmo de dicha. Traigo en el corazón una canasta rebosante de amaranto dulce, que se va tirando para dar y llenando al mismo tiempo para recibir. Soy una brisa de verano con olor a barba de tres días sin rasurar, a espalda ancha y pestañas rubias, chinas. Soy tu ritmo acompasado, de palmas y abanicos, de taconazos y chasquidos, de cantares en verso. Soy el sonido de un rasgar de cuerdas apretado, del castañeo. La pronunciación ahorrativa de tu español andaluz, tan hermoso.

El amor que me despiertas es totalmente inédito, porque está libre de temores, de vergüenzas, de incertidumbre. Toda la iniciativa ha sido tuya, amor. No me lo creo. Y me cela un poco saberme adelantado por tus te amo, tropezados en mi orejita, endulzados con tus besos, adornados con el rubor en tu rostro apenado y ese gesto tuyo de saberte derrotado, invadido nuevamente por un sentimiento virulento y arraigado.

Siento que he perdido en la carrera de anunciarnos nuestro amor. Y no sabes cuánto me alegra y cómo me place corresponderte desde la plaza de los derrotados, desde el segundo lugar, que por segundo y abrumado, será tuyo eternamente, y quedaré rendido siempre a ese momento, a esas dos palabras que terminan de darle sentido a mi existir.

Yo sabía que te quería, mucho antes de lo que puedas imaginar. En mí se germinaba un sentimiento potente, incluso antes de conocerte. Pero me lo guardé todo al inicio, porque siempre termino revolcado, rechazado por aprehensivo, evadido por abrir la boca antes de tiempo, por dejarme ir en el río de las pasiones. Me daba pánico pensar en la facilidad que tengo de echarlo todo a perder; guardé silencio.

¿Quién se iba a imaginar lo que pasó después? Todo ha sido mágico, seductor, armonioso, sensible, romántico, para chuparse los pinches dedos, carajo… Me da un poco de pena ponerme a escribir aquí esa maravilla: quizá puedo gastarla, destruirla, como he hecho tantas veces con otras de mis realidades llevadas al papel. No, esta vez no… Aquí le paro, además, porque no sé cómo se escribe, sin que suene creído, que me declaraste tu amor con dulzura y me hiciste sentir el más chulo de todos los hombres… Qué patán… Lo escribí de todas formas…

Quiero pasar el resto de mi vida contigo. Lo sé, es simple y claro. Y me hace ilusión pensar en ese presente continuo, transformado en vida hecha, en una foto donde algún paisaje de Monte Albán nos cobije las espaldas, donde nuestros rostros, un tanto quemados por el sol, transmitan la satisfacción de haber comido mole, bebido un buen mezcal y habernos jodido la cadera a puros ejercicios amorosos.

Mi corazón se acelera de pensar en que puedo enamorarte, no sólo de mí, sino de la música, gastronomía, el folklor, las costumbres, la magia espiritual y las tierras de mi querido país, que siempre ha sido más tuyo que mío. Me vuela la tapa de los sesos imaginarte a mi lado, del otro lado del charco, separado de esta vida primermundista que puedes no idolatrar, pero sí querer en gran medida… No me lo creo… ¡Qué afortunado soy! Pero, aunque eso me haga ilusión, en realidad no importa dónde ni cómo, sólo quiero estar contigo. Aquí, allá, qué más da.

Para finalizar estas palabras, mal acomodadas y tropezadas, que intentan informarte sobre cómo me tienes: atolondrado y feliz, escribo lo siguiente: cuando se trata de amor, cariño mío, siempre traigo a cuento alguna escena cursi de comedia americana. Y esta vez no será la excepción. Te dejo esta declaración, muy famosa, de la Roberts y Richard Gere en Novia fugitiva. Es la versión completa de la declaración que yo intenté hacerte, torpemente, alguno de los últimos días que pasé contigo.

No cierres los ojos. Esto pasa una vez en la vida y no querrás perdértelo. Así que pon atención. Te amo…
“Te garantizo que habrá épocas difíciles. Y te garantizo que en algún momento, uno de los dos, o los dos, querremos dejarlo todo. Pero también te garantizo, que si no te pido que seas mío, me arrepentiré durante el resto de mi vida, porque sé en lo más profundo de mi corazón, que eres el único para mí.”

¡Que lo sepa el mundo! Te lo digo así, alma mía, “me has convencido”.

Israel.

Raúl y yo

1 Comentario

·

Deja un comentario

  1. Mi dulce amor:

    Hoy amanecí extraño, te leí y fuí feliz:
    pequé de soberbia y orgullo,
    me creí, del mar, su hijo predilecto.
    Me sentí hinchado, cual cormorán encendido,
    como petirrojo deslumbrado.
    Embriagado de amor por cada coma y tilde que me dedicas.

    No hay mayor orgullo que saberme invicto en esta carrera,
    por ser yo el primero en declararse derrocado, indefenso, desarmado…
    y no hay mayor triunfo que esta dulce derrota.

    Sabes? te sentí llegar, te soñé hace tiempo, te esperé sediento.
    de alguna manera siempre supe que eras tú y nadie más que tú
    quién habría de romper todas las cadenas
    de otros tiempos ya vividos, por otras vidas, en otros pueblos…

    Nadie más que tú, quién habría de aplacar el dolor de miles de años de condena
    en que encarnamos estrella y laguna, o el Sol y la Luna
    el uno en el otro reflejado, el otro del uno enamorado
    y sentenciados por nuestro destino, a nunca poder tocarnos

    De locos se te hará escuchar, que supe de tí mucho antes de mi nacimiento…
    que mi alma ha recorrido a través de las eras, distintas vidas en distintos cuerpos,
    hasta llegar a las puertas de la tuya

    De locos se te hará pensar, que nuestros destinos se hilaran juntos,
    como tierna trenza de seda, mucho antes de nuestra propia existencia

    De locos se te hara saber, que fuimos para el otro concebidos,
    destinados al fin a encontrarnos, y de eso, hace ya tanto tiempo!

    Te Amo
    Raúl

Deja un comentario