Mitos y prejuicios sobre la escritura y el escritor

Esto pasa una y otra vez desde que empecé a impartir clases de creación. Mis alumnos llegan al aula pensando y sintiendo tal o cual cosa sobre la escritura creativa y la figura del escritor. Mitos y prejuicios que entorpecen brutalmente su introducción en el aprendizaje de la materia. Perspectivas de un mundo al que quieren pertenecer, pero ante el que luchan debido al modo, a veces muy errático, que tienen de concebirlo. Por eso hoy quiero exponer los mitos y prejuicios sobre la escritura y el escritor que aparecen con más frecuencia entre mis alumnos, para que los reconozcas y puedas empezar a purgarlos.

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1 Solo se puede escribir cuando estás inspirado

Nos han contado el cuento de las musas chorrocientas veces. Eso nos ha llevado a creer que si no estamos inspirados por esas divinidades abstractas, nuestro ejercicio creativo será infértil. ¡Noticias de última hora! Las musas no existen. Son un invento de los griegos. Un invento muy bonito, pero al final invento. La creatividad es una cualidad natural de nuestra especie, no depende del capricho de unos seres que tienen voluntad propia y vienen a visitarte de tanto en tanto.

Se puede y de hecho se escribe incluso sin estar inspirado. Hoy en día se comprende la inspiración como ese momento lúcido en el que tus ideas fluyen sin dificultad y eres capaz de plasmarlas sobre la página, palabra tras palabra. Lo que no nos cuentan a menudo, es que esos momentos de lucidez se inducen y podemos crear los contextos idóneos para inducirnos a nosotros mismos a experimentarlos. 

Pero como poder, se puede escribir incluso si no estamos imbuidos en un periodo de claridad mental. Otra cosa es el tipo de texto que se produce en cada situación. Pero esa es otra cosa. ¡Que la inspiración te pille trabajando!, diría Picasso.

2 Escribir a mano es mejor que escribir a máquina o con el ordenador

Los románticos del boli o la pluma fuente aseguran, con una certeza más bien esotérica, que cuando se escribe a mano se puede pensar mejor y le da a uno tiempo de organizar mejor las ideas. Y no digo lo contrario. Yo mismo escribo también a mano y encuentro un deleite en ello, sobre todo porque mi romance con las letras empezó así, escribiendo a mano. Los manuscritos, en el más estricto sentido de la palabra, me resultan estimulantes y estéticamente bellos. Pero no escribo mejor a mano que usando otras herramientas de escritura. Y tampoco hay garantías de escribir mejor si se utiliza una u otra herramienta. A mí, por ejemplo, me resulta pesado tener que escribir literatura a mano, básicamente porque mientras escribo borro un montón y porque la velocidad con la que pienso se parece mucho a la velocidad con la que soy capaz de escribir. Mi madre era secretaria y me inspiró verla escribir a máquina a la velocidad de la luz. Eso me llevó a pensar que escribir así tenía que ser una gozada. Y tenía razón. Pero ese es mi caso, no tiene por qué ser el caso de todo el mundo. Lo que sí puede ser, es que haya un cambio generacional de perspectivas. Normalmente, quienes defienden la escritura a mano son personas que nacieron antes de los años 80. 

Que no se me malinterprete. Yo amo escribir a mano, pero a mano solo escribo mi diario, notas, dedicatorias o cosas simples. No textos largos en los que necesito concentrarme. A mí ponme un teclado por delante y verás arder el fuego.

3 No se debe escribir si antes no se ha leído mucho

A ver, esto igual me lo refuta más de un colega del gremio. Pero lo que yo digo no tiene por qué ir a misa. De hecho, ya que estoy en ello, te invito a no creer en nada de lo que yo diga nunca. Considérame un mentiroso profesional. Siempre que lo quieras, ve a consultar otras fuentes y créate un criterio personal. Eso me gusta más que tener una legión de zombis asintiendo la cabeza.

Lo que quiero decir con este punto es que, si quieres aprender a escribir, no debes imponerte obstáculos absurdos como: «no debería siquiera intentarlo porque no he leído casi nada». Decirte cosas así, lo único que consigue es minar tu seguridad e impedirte que des un paso hacia adelante. 

Yo creo que se puede y se debe escribir incluso si no se ha leído. Sobre todo si estás queriendo aprender a escribir. Pero eso no es igual a decir que no deberías preocuparte y ocuparte de leer jamás, sobre todo si estás aprendiendo a escribir y lo que quieres es ejercer el oficio de la escritura como un profesional.

4 Los escritores son unos bohemios y borrachos

El diccionario define al bohemio como ese “que lleva un tipo de vida libre y poco organizada; en especial, el artista de vida poco convencional.” Ser bohemio es prácticamente un sinónimo de ser artista. Y sinceramente me parece un despropósito y una injusticia, porque yo mismo soy artista y no me considero un bohemio. Para empezar mi vida es bastante organizada, aunque de vez en cuando me permito ser desorganizado según para qué cosas. Pero quienes me conocen saben que soy muy disciplinado, trabajador y organizado. No podría haber hecho crecer este canal de YouTube, por ejemplo, si no fuera un artista organizado.

Lo de la vida poco convencional sí que lo entiendo. Me veo reflejado. Cuando la gente me pregunta a qué te dedicas y les explico que soy Coach literario se me quedan viendo como si les estuviera hablando el otro idioma. Querrían escuchar que les digo que soy camarero o yo qué sé. Porque la gente asocia al artista con una vida en la que no se gana la vida con su trabajo como artista. El otro día estaba en una entrevista y escuché a una compañera del gremio decir que su trabajo de verdad, aquel con el que pagaba la hipoteca, era otro. Y claro, el trabajo que te ayuda a pagar la hipoteca es el que vale, el que todos reconocen como es verdadero. Lo otro no es real, es solo un pasatiempo, algo sin importancia. Por eso, cuando le explico a la gente que mi trabajo como creador artístico y docente de ese mismo oficio me permite ganarme la vida y pagar la hipoteca, flipan. Porque eso no es común. Si a eso se refiere la definición de bohemio, entonces quizá yo sea algo bohemio. Pero más bien creo que se refiere a que las vidas de los artistas no son comunes por una razón principal: quienes nos dedicamos de lleno al arte y todo lo que le rodea hemos decidido plantar cara al sistema. Nos hicieron creer que solo teníamos la opción de trabar muy duramente haciendo algo que no nos gustaba para triunfar en la vida. Pero no lo creímos y en lugar de eso escribimos literatura, impartimos clases, pintamos cuadros, hacemos fotos, vídeos para YouTube, etc. Y cuando haces lo que te gusta y das la espalda al mundo, eso sorprende mucho a todos. Te hace poco común. Pero no deberías asociar eso con la rareza. ¡No eres un bicho raro!

Ahora: lo de empinar el codo es algo que más bien han puesto de moda unos cuantos escritores y escritoras. En esta vida hay gente a la que le gusta mucho beber y gente a la que no. Y acá pagan justos por pecadores. Como al mundo le cuesta tanto entender lo que es un escritor, allí donde ven a un escritor bebiendo y dando la nota, borracho, ya se piensan que todos somos iguales. Y no. A mí me gusta beber, pero no emborracharme, al menos no a menudo. Y si bebo soy capaz de todo excepto de escribir.

5 Las escritoras son mujeres atormentadas por el mal de amores

Como si los hombres que escribimos no pudiéramos igualmente estar atormentados por el mal de amores. Detrás de este mito lo que se esconde es la idea machista de que a los escritores les interesa más el sexo, la muerte, la vida, el riesgo, etc. El desamor o el amor romántico es más bien cosa de mujeres. Pero esto es solo una idea absurda, porque el tema preferido por todos los escritores y escritoras del mundo es precisamente el amor y el desamor. Y ese tema no entiende de identidades de género u orientaciones sexuales.

6 No se puede publicar si no perteneces a círculos literarios

Más de una vez mis alumnos se han mostrado preocupados porque no tienen una vida social cercana a la del campo literario contemporáneo. Piensan que pierden el tiempo porque si no forman parte de los círculos literarios nunca podrán publicar su trabajo.  Y eso es una auténtica mentira. Existen montones de premios y editoriales en este mundo. Uno puede vivir hacinado en su propia casa si quiere y no poner nunca un pie fuera, sobre todo en el mundo moderno en el que vivimos ahora, en el que todo se consigue a través del móvil, y, aun así, conseguir que las revistas, las editoriales y los jueces de los concursos literarios se fijen en lo que escribimos.

Lo que verdaderamente hace que un autor consiga publicar tiene más que ver con la calidad de su texto, que con la cantidad de capital social del que disponga. Pero obviamente el capital social también es importante, puede abrir muchas puertas. Lo que no hará nunca el capital social es sustituir la calidad de tu literatura. Puedes tener buenos contactos, pero si no escribes buena literatura, de nada servirán los contactos.

7 Es más importante la forma, porque ya todo está dicho

Esto es típico de gente que está obsesionada con la función estética de la literatura. Este perfil de estudiantes poco se ha detenido a reflexionar en por qué y para qué escribe. Piensa que la razón principal por la que los lectores compran y leen libros es porque se deleitan con sus formas, como si diera igual lo que esos libros dicen.

Es verdad que vivimos en un mundo saturado de información. Existe una cantidad agobiante de avances y desarrollo. Pero nunca dejaremos de tener una perspectiva personal de la realidad. Y eso no tiene tanto que ver con cómo organizamos y diseñamos el discurso, tiene que ver sobre todo con la materia prima del discurso mismo: las ideas. Una obra que destaque solo por su forma, alcanzará una trascendencia limitada y será valorada casi exclusivamente por sus formas.

8 Es más importante el fondo, porque una forma sin contenido deja indiferente

Pensar lo opuesto y quedarse allí tampoco es conveniente. Creer que la forma no tiene importancia y que lo mejor es centrarse en producir ideas nuevas y valiosas, puede traer el mismo resultado que solo centrarse en la forma. Podemos tener buenas ideas, incluso originales e innovadoras, pero si no tenemos destreza suficiente para transmitirlas, el valor de esas ideas pasará desapercibido. Para que las buenas ideas trasciendan, necesitan de una plataforma atractiva y bella. Lo mejor en realidad siempre ha sido el equilibro entre la forma y el fondo.

9 La creación literaria es solo para genios

¿A caso yo soy un genio? ¿A caso lo eres tú que miras o escuchas esto? ¿A caso no podría ser un genio? ¿Quién te asegura a ti que no puedas ser un genio algún día? Tenemos sobrevalorada la idea del genio creativo. Ser un genio no es ser una persona superdotada y mágica que tiene buenas ideas con tanta facilidad como se tira pedos. El genio creativo es la habilidad natural que tenemos todos los seres humanos para resolver problemas y producir soluciones. Lo que sí hay en este mundo es gente más o menos creativa, con más o menos ingenio. Pero eso es culpa del sistema educativo, no de la gente.

10 El talento se tiene o no se tiene

En mi acta de nacimiento se certificó mi estatura, mi peso, mi identidad de género según los genitales con los que nací, el lugar y la hora en que nací. Pero no hay una sola letra que refiera a mis talentos y destrezas. Tampoco conozco una publicación científica que asegure que la gente nace sabiendo interpretar a Beethoven en el piano o sabiendo escribir novelas como Dostoyevski.

El talento, según el diccionario, es la “capacidad intelectual o aptitud que una persona tiene para aprender las cosas con facilidad o para desarrollar con mucha habilidad una actividad.” Por lo tanto, el talento siempre se aprende y se adquiere a través de la práctica. ¡Dejémonos ya de tonterías y romanticismos!

11 El escritor nace, no se hace

Esta va en total sintonía con la anterior. Cómo vamos a nacer siendo escritores, ¡por Dios! ¿Por qué se nos olvida tan rápido que todos hemos aprendido a leer y escribir entre los cinco y seis años de edad?

Lo que puede pasar es que desde pequeños desarrollemos una sensibilidad ante las letras. Pero esa sensibilidad también se puede desarrollar cuando somos mayores. Las cosas no tienen que pasar en un momento determinado. Las cosas pasan y punto. Antes o después, eso es lo de menos. En mi casa, por ejemplo, nadie lee, nadie escribe. Nadie es artista. En mi familia no hay mucha gente con sensibilidades artísticas. Y entre quienes las tenemos, solo yo me dedico al arte y he centrado mi vida en ello. Me ha costado y me sigue constando mucho trabajo, dinero y esfuerzo formarme como escritor. Esto empezó un día, en mi adolescencia, pero no acabará nunca.

12 Si no eres influencer tu literatura no le importará a nadie

Esto, en un mundo de redes sociales, se traduce en que si no tienes una cantidad determinada de seguidores en línea, tu trabajo pasará desapercibido. Pero tiene que ver más con la relevancia mediática de las personas y menos con la cantidad de seguidores que tienen en Twitter. Aunque las cifras en las redes son indicadores interesantes de la capacidad de influencia y relevancia mediática que puede tener una persona, lo verdaderamente importante para divulgar tu trabajo como escritor no es tener muchos seguidores en las redes, es conseguir que tu trabajo y tu personalidad creativa alcancen la suficiente repercusión mediática como para que puedas acercar tu trabajo al público lector, de modo que puedas convertir tu oficio en un medio digno de supervivencia. Si nadie te conoce y no tienes repercusión mediática en tu contexto, es probable que tu trabajo pase bastante desapercibido. Pero se puede conseguir repercusión mediática de muchas formas, no solamente a través de las redes sociales. Aunque son canales fantásticos para conseguirlo, lo importante no es estar presente en esos canales, lo verdaderamente importante es tener algo que decir y que el mensaje tenga la capacidad de calar en quien lo recibe. Cuando tu mensaje cala hondo en las mentes y los corazones de la gente, entonces empiezas a conseguir repercusión porque la gente confía en ti. Esa gente se ha convertido en tu audiencia cautiva y a partir de ese momento considerará lo que tú digas o hagas. Pero si no encuentra valor en tus palabras, da igual cuántos mensajes publiques, en cuántos canales o cuántos zombis te sigan. Tu repercusión será mínima.

Parte de los gajes de este oficio consisten en saber plantarse ante el público para decir cosas y producir valor. Y eso sí es ser un verdadero influencer.

13 Se puede aprender a escribir literatura sin leerla

Ehhhh. No. 

Y si lo crees es que eres muy osado y no tienes idea de lo que es la literatura. Probablemente, quieras aprender a escribir por razones que nada tienen que ver con la literatura.

14 Se puede escribir un cuento o una novela de una sola sentada

Esto es muy propio de lectores enamorados de la literatura. Como nadie nos enseña a ser creadores y la única perspectiva que tenemos de la literatura es la del consumo como lectores, pensamos que escribir es tan rápido y placentero como leer. ¡Y no! 

Pero también se puede escribir un texto muy rápido y gozarlo mucho. Pero en mi opinión eso solo puede conseguirse cuando ya se domina el oficio.

15 La gramática y la retórica son lo más importante

La gente viene preguntándome si mis cursos los ayudarán a escribir correctamente. Y yo me río mucho con esto porque ¿qué es escribir correctamente? A ver, existen normas gramaticales, sintácticas, ortográficas y semánticas que nos permiten decir cuando un texto está bien escrito y cuándo no. Pero que un texto no tenga faltas de ortografía, gramática o sintaxis no significa que sea un texto literariamente bueno. La creación literaria no es sinónimo de propiedad y respeto de las normas gramaticales y de la utilización de una retórica rimbombante. Un fallo común entre mis alumnos es escribir ampulosamente. Se nota mucho su pretensión literaria. Y no hay peor forma de escribir literatura que esa. 

16 Ser escritor te hace ganar puntos en el entorno social

Puede que la gente piense: «anda, qué interesante», pero también pensarán «pobre muerto de hambre». Así que en realidad hay tantos beneficios como perjuicios. Ahora bien, si te estás acercando a la literatura porque te interesa que la gente te perciba de una o de otra manera, entonces detente y piensa si verdaderamente estás interesado en la literatura o solo quieres que la gente piense en ti de un modo especial. Si es el caso, por favor, visita un psicólogo y pide ayuda. Estás algo perdido, es bueno dejarse ayudar.

17 Si no has triunfado ya, no lo harás nunca

Sin ir más lejos, ayer me escribió un aspirante para decirme que tenía ganas de empezar a tomar clases conmigo. Pero me dice: «tengo 30 años, quiero dedicarme a la literatura y enfrentarme a ella de manera profesional, aunque quizá ya es tarde para mí».

Y cuando yo estudiaba en la universidad y tenía 22 años, ya pensaba: ¡qué tarde voy! Todo el mundo está publicando cosas y yo no he dado un solo paso en esa dirección. Y la cosa empeoraba cuando leía libros escritos por gente más joven que yo. 

Se tiene la sensación de que si uno quiere dedicarse a la literatura debería empezar siendo un crío. Y probablemente sea conveniente hacerlo. Pienso en Javier Ruescas, un YouTuber que entró al mundo de la literatura desde su canal de YouTube recomendado los libros que leía. De tanto leer le dieron ganas de escribir y hoy es un exitoso escritor de literatura infantil y juvenil. Sigue siendo muy joven y ya tiene varias publicaciones exitosas. Es quizá el booktuber más importante de España y uno de los más conocidos de América Latina. Le ha convenido empezar joven. Pero no todos somos Javier Ruescas ni podemos serlo.

El escritor norteamericano Raymond Chandler comenzó a escribir con 44 años, cuando perdió su trabajo en una empresa petrolera durante la Gran Depresión que explotó en 1929, y pensó que era el mejor momento para dar un vuelco a su vida. Poco después publicaría sus primeros relatos, y su primera novela: El sueño eterno se publicó cuando tuvo 51 años.

¡Nunca es tarde! Todo es ponerse.

18 Si no estás preparado no puedes escribir literatura

Conozco gente que ha escrito hermosos y arriesgados cuentos, intensos poemas y hasta novelas sin haberse formado antes como escritores, narradores o poetas. Pero no conozco gente que haya escrito más de una buena obra sin haberse formado como escritor. 

Suerte de principiante puede tenerla cualquiera. La llamo suerte por no llamarla sensibilidad artística. Pero el talento se adquiere a través de la práctica. Puede salirte bien una vez, pero eso no significará que podrás hacerlo bien siempre. En cambio, si te preparas podrás controlar tu quehacer literario y llevarte a ti mismo a crecer tanto como te propongas.

19 Nunca llegarás a ser un clásico

Dudo mucho que Cervantes escribiera el Quijote pensando que se convertiría en el clásico por antonomasia de las letras hispanas. Tampoco creo que estuviera pensando que su obra era la primera novela moderna del mundo, la obra que sentaría las bases de lo que hoy conocemos como novela y que no teníamos tan claro antes del Quijote. 

Como sucede a todo artista, Cervantes tenía inquietudes. Fue un gran observador de su tiempo y supo transgredir las convenciones de la época para hacer una propuesta nueva. Su rivalidad con el exitoso dramaturgo y poeta Lope de Vega, quizá le llevó a centrarse en el desarrollo de un tipo de literatura que se desmarcaba claramente del tipo de literatura canónica que las élites elogiaban por entonces. 

La primera parte del Quijote fue un bestseller, y las primeras personas que mostraron interés en él no eran la élite culta. Fue sobre todo el pueblo quien se mostró interesado por ese libro que contaba la historia de un loco, de una forma fabulosa, divertida, accesible para el castellano de la época, lejos de la pedantería del verso que por entonces era el canon. Fue la gente de a pie, quienes tenían acceso a los libros y podían leer, por supuesto, que no eran precisamente campesinos, quienes leyeron por primera vez a Cervantes. Pero luego ellos contaban las historias del caballero andante a los mercaderes y campesinos, lo que hizo que el pueblo más llano también se interesase en la obra de Cervantes. Este interés popular llevó a los cultos a poner atención en el Quijote. Y solo después de muchos años, ese bestseller del que todo el mundo habló durante años, pasó a convertirse en la joya de la corona de la literatura hispana.

¿Quién te dice a ti que no podría pasarte lo mismo?

Por supuesto, no basta con quererlo. Y quizá si lo pretendes la cosa te salga mal. Bastará con que te ocupes de traducir el mundo desde tu perspectiva personal y te atrevas a transgredir los cánones para inventar otros. A eso se le llama ingenio. Y todos tenemos de eso. Unos más, otros menos. De ti depende.

20 Saber escribir es igual a poder hacerlo cuando lo necesite

Como si cualquiera que esté alfabetizado fuese un autor en potencia presto a liberar su fuerza creativa en cuanto tome pluma y papel.

Ni has nacido con talento, ni lo adquieres gratis y sin que hagas nada. Estar alfabetizado es dar un pequeño paso. Pero saber escribir es mucho más que saber juntar letras y palabras, una detrás de otra con cierto sentido.

21 Publicar es muy difícil

No es fácil, desde luego. Pero es mucho más sencillo de lo que muchos podrían pensar. Me refiero a la publicación tradicional, por supuesto. 

Lo verdaderamente difícil no es publicar, es crear una obra de calidad. 

Cuando tienes un libro de calidad, aunque no se encuentre editor de la noche a la mañana, tarde o temprano te acogerá un editor. Porque un libro que vale, vale.

22 No puedo asumirme como escritor si no he publicado un libro, incluso si solo he publicado un libro

Se tiene tan idealizada la figura del escritor que se piensan cosas como esta. No soy escritor si no estudié letras, filología o creación literaria. No soy escritor porque solo publico en mi blog. No soy escritor porque solo escribo sobre cosas que a mí me interesan. No soy escritor porque no bebo lo suficiente. No soy escritor porque nadie piensa en mí como un escritor. No soy escritor porque mis padres dicen que ser escritor es un despropósito. No soy escritor porque aunque escriba, no lo hago como un profesional. ¡Cuántas tonterías!

Asumirse como escritor es difícil para la inmensa mayoría de mis alumnos. Les da pudor entenderse como artistas y permitir que los demás los perciban del mismo modo. Tienen tan poco conocimiento de lo que es y no es un artista que les invade la vergüenza y se aferran a seguir ejerciendo la escritura sin ponerse el título de escritores.

Para mí todo se reduce a lo siguiente: si escribes, eres escritor. Como cocinero es el que cocina. Músico el que hace música. Limpiador el que limpia. Diseñador el que diseña. Etc. 

Quitarse de encima estos mitos y prejuicios tendrá como consecuencia tu entrega libre y feliz al ejercicio de aprender el oficio literario y ejercerlo sin miedos tontos que te opriman. Parece una ñoñada, pero no lo es, porque si no consigues pasar por encima de estos mitos y prejuicios, me temo que nunca conseguirás enfrentarte al oficio con la perspectiva adecuada para triunfar haciendo lo que te gusta. Los mitos y prejuicios no son más que desinformación o ignorancia. ¡Abre los ojos a la realidad! ¡Ilumínate y escribe!