Conocí a Robert Sendra hace un par de años, en clase. Escribía una novela que necesitaba trabajar a través de mi coaching literario. Durante mi estancia en Barcelona en 2019-2020, la vida no fue amable con Robert y fue imposible encontrarnos. Luego la vida no fue amable conmigo durante 2021-2022 pero, para fortuna de la humanidad, la vida tiene periodos ambles también. Robert y yo nos encontramos precisamente en uno de esos momentos vitales y por ello tuve la oportunidad de reunirme con él, virtualmente, y participar en un proyecto que empezó a desarrollar durante la pandemia. Un podcast llamado Vivir del cuento.

Existió una historia que tenía tantos problemas, que ni siquiera estaba basada en una historia real. En ella, el protagonista vagaba sin rumbo, los personajes secundarios eran indistinguibles y la trama no avanzaba. Cada vez que creías de qué se trataba, en realidad se trataba de algo completamente diferente. Era tan mala, pero tan mala, que ni siquiera el narrador pudo soportarla y, negándose a creer que el relato pudiera mejorar, se fugó en busca de una que valiera la pena contar… ¡Espera! ¿Era la tuya?

De todo lo que he visto en el museo, la guillotina es lo que más me ha impresionado. No solo porque mide tres metros, ni por la madera de roble vieja de más de cien años, sino porque se construyó con una finalidad. La finalidad es importante…