No son los que a mí más me gustan, pero reconozco que una historia autoconclusiva, de final cerrado o abierto, pero bien clarito y al alcance de cualquier lector, tiene su gracia y siempre conseguirá dejar al lector muy complacido. ¿Echamos un vistazo a los finales de historias famosas, en busca de lo que les hace satisfactorios y con la intención de aprender de ellos para dejar a nuestros lectores bien satisfechos?

Me sorprende que algunos de mis alumnos, todos escritores en ciernes, estén más preocupados por la publicación de su obra que por la evolución de su escritura. Una obra que, paradójicamente, todavía no han escrito, pero que desean ver en los escaparates de las librerías cuanto antes. Tienen más urgencia por publicar que por escribir, cuando la publicación debería ser una consecuencia de su trabajo, no una necesidad, una obsesión o su único objetivo.

Los escritores debemos echar mano de los cinco sentidos para dar color y realismo a las escenas y conseguir que el lector se meta en ellas. Parece algo evidente, ¿no?, recurrir a los sentidos para nutrir nuestras escenas. Pero ocurre que al narrar, por lo general, solo usamos dos: la vista y el oído, los sentidos que más atendemos día a día, cuyas impresiones recordamos más. Y eso, al escribir ficción, es un problema.