Hola, papá, mamá:
Les escribo para que no se olviden de mí. Para no perder la costumbre.
Porque los extraño siempre, todos los días, a cada instante. Cuando miro al cielo o huelo en el aire el azahar de primavera.
Les escribo porque no hay más remedio. De otro modo, los siento más lejos. Menos míos.
Porque he pensado en grabarles un vídeo o audio, para que sean mi voz e imagen las que comuniquen emociones,
pero siempre me detiene la sospecha de que invertiré días intentando explicarles cómo reproducirlos en su computadora.
Les escribo, también, porque a veces es la mejor forma de chismearles noticias: me explayo sin límites ni temor de resultar demasiado parlanchín. Cuando les escribo no tengo que cederle a nadie la palabra y son sólo las mías las que los aburren o entretienen.
Les escribo porque los amo y padezco la estúpida angustia del fin del mundo.
Odio pensar, aunque todos me acusen de imbécil, en que se nos acaba el tiempo y no podré abrazarlos y besarlos una vez más.
Porque hace dos días, Raúl y yo vimos un pinche documental de History Chalennel sobre Nostradamus y conseguí sumirme en la más horrorosa e inútil ansiedad.
Les escribo porque estoy contento, a pesar de todo, y busco compartirlo.
Les escribo porque sí.
Israel.
…ha dulce nostalgia tuya,
amarga melancolía mía, entrañable patria, volveré a verte convertida en ciudad o en nido de serpientes venenosas… cuando se acaben los tiempos de la efimera vida.
Muy buena carta Isra, me encanta como te manifiestas y me sentí plenamente identificado con tu angustia idiota e inútil del fin del mundo porque yo también la padezco. Últimamente me ha pegado por leer mucho acerca de teorías conspiradoras y las veo por todos lados, como una macabra paranoia que me persigue hasta por los más insospechados lugares. Para acabarla de chingar basta darle un vistazo al mundo para convertir mi paranoia en una realidad más tangible e inmediata de la que tuvo mi abuelita, por ejemplo.
Sin embargo, por cada una de estas cosas también está la grandeza de la vida y de Dios y, cuando veo por ejemplo a mis sobrinos sonreír, a mi padre o a mi madre, se me devuelve la esperanza y vivo mi día a plenitud mientras el día fatal se aproxima.
Saludos y un abrazo!