Un libro salvavidas

Recién terminé de leer Come, reza, ama de Elizabeth Gilbert. Me da exactamente igual lo que el mundo piense sobre la novela, o sobre mí por haber leído esta novela. Sí, es un best seller y tiene todos los pros y los contras que este tipo de libros suelen tener. Mi interés por la novela de Gilbert es más visceral de lo que cualquiera de mis lectores podría imaginar, no haré aquí un comentario sesudo ni nada por el estilo, tampoco esto es una reseña. Léase apenas como una impresión.

Hace más de tres años, cuando acudía a las clases de escritura creativa de Guillermo Vega Zaragoza en el Centro Histórico de Ciudad de México descubrí, por recomendación de Guillermo Vega, un vídeo donde Gilbert habla sobre la creatividad, el proceso creativo y la escritura de Come, reza, ama. Así, a través del vídeo y no leyéndola, descubrí a Elizabeth Gilbert. Me pareció entonces una mujer elocuente y divertida. Incluso publiqué en este blog ese vídeo y lo recomiendo ahora entre mis alumnos del TEC. Pero no fue todo eso lo que me llevó recientemente a leer la novela. No.

Hace una temporada medianamente larga que disminuí el ritmo de mis lecturas. 2012 ha sido un año lleno de experiencias pero escaso en libros leídos. No he llevado bien la congoja que trae consigo la abstemia lectora. Una abstemia, vale decir, inducida por la carga ingente de trabajo y la exagerada inversión de tiempo y energía en la solución de problemas con orígenes estúpidos, pero al fin problemas. Una abstemia con la que hace poco decidí terminar, de golpe, como han ido terminando algunas otras cosas en mi vida.

Necesitaba un libro acompañante. Un libro guía que me sacara del letargo y me hiciera respirar de nuevo. No, que me hiciera flotar en la superficie del mar sin ahogarme. Un libro salvavidas que al mismo tiempo me hiciera pensar y reír y parpadear y mirar fijamente un punto equidistante del techo.

Antes de la etapa de abstemia lectora yo solía reproducir, una y otra vez, un bonito rito sobre la cama. Un rito que, bien pensado, dejé de reproducir desde mi llegada a Sevilla. Me rodeaba de libros. Apenas terminaba de leer uno, iba al librero a guiñarles ojo a los demás, que esperaban ansiosos el calor de mis manos, el cariño consecuente de mi atención. Luego leía un poco de cada uno hasta decidir, dejándome llevar por el placer de la lectura, cuál de ellos sería el afortunado que gozaría de mi curiosidad durante un tiempo.

Hacía años que no me dejaba reproducir ese precioso rito que siempre me ha hecho feliz. Por falta de espacio físico, las responsabilidades, la desgana, la añoranza. Qué se yo. Todas excusas pusilánimes pero al fin excusas.

Hace dos meses terminó mi relación con el hombre que pensé estaría conmigo la vida entera. Desde entonces, ando por la vida como zombi, algo perdido y profundamente triste.

Me mudé a un apartamento frío, en el cuarto piso de un edificio clásico sevillano, en el que es conocido como el barrio latino. Un sitio inicialmente acogedor y lleno de inconvenientes que desea convertirse en mi nuevo hogar, aunque yo todavía no lo veo claro.

Mudado ya, lejos de la vida que hacía junto a mi ex, comencé a experimentar una especie de vacío que de a poco me carcomía el hígado, las piernas, el corazón.  Sentía cómo, lento pero seguro, me hundía en un hoyo profundo y apestoso que rápidamente se encargaría de convertirme en un ser humano miserable.

Días después de haber desempacado, de comenzar a organizarme la vida en soledad, volví a traer a mi cotidianidad ese ritual tan rico de rodearme de libros y elegir uno que me hiciera feliz. Los libros con los que compitió Come, reza, ama, son libros importantes, todos de autores queridos y admirados, unos menos contemporáneos que otros, pero igualmente importantes. Incluso había de esos a los que la academia suele llamar clásicos. Sin embargo, la decisión fue fácil de tomar.

Come, reza, ama es uno de esos libros que no olvidaré nunca. Llegué a él en el momento justo. Estoy seguro de que, si lo hubiera leído antes, me habría dado un poco igual. Pero ¿qué mejor momento para leer un libro sobre una mujer recién divorciada en la búsqueda de la felicidad, que el momento en que mi propio matrimonio termina?

Elizabeth Gilbert, con su gran sentido del humor y esa capacidad de ser a la vez profunda y fresca, ha podido no sólo ayudarme a superar la tristeza que llevo en el pecho, también me recordó que el amor empieza y termina en uno mismo y la vida es lo suficientemente basta como para cagarla, caer, levantarse, volverla a cagar, levantarse de nuevo y seguir hasta, por qué no, alcanzar la felicidad.

Dejó así, aquí estampada, la impresión que me deja el libro, sobre todo como pretexto para compartir algunas citas que me han marcado y guardaré en la memoria siempre. Pongo en primer lugar mi favorita.

«Eres como un perro en un vertedero. Venga a chupar una lata a ver si le sacas algo de alimento. Como sigas así, se te va a quedar el hocico metido en la lata y las vas a pasar canutas. Así que olvídate del tema.
—Es que lo quiero.
—Pues quiérelo.
—Es que lo echo de menos.
—Pues échalo de menos. Mándale luz y amor cuando te acuerdes de él y olvídate del tema.»

«Durante toda mi vida las decisiones relativas a los hombres las he tomado muy deprisa. Siempre me he enamorado a toda velocidad sin tener en cuenta los posibles riesgos. Tiendo a ver sólo las cosas buenas de la gente, pero doy por hecho que todos estamos capacitados para llegar a la cima de nuestra capacidad sentimental. Me he enamorado incontables veces de la mejor versión de un hombre, no del hombre real, y después me dedico a esperar durante muchísimo tiempo (a veces una barbaridad) a que el hombre alcance su máximo potencial de grandeza. En el amor a menudo he sido una víctima de mi excesivo optimismo.»

«Los numerosos motivos por los que ya no quería ser la esposa de ese hombre son demasiado tristes y demasiado íntimos para enumerarlos aquí. Mis problemas tenían mucho que ver en el asunto, pero una buena parte de nuestras dificultades también estaban relacionadas con temas suyos. Es natural; al fin y al cabo en un matrimonio hay dos personas: dos votos, dos opiniones, dos bandos opuestos de decisiones, deseos y limitaciones. Pero tampoco pretendo convencer a nadie de que yo sea capaz de dar una versión objetiva de nuestra historia, de modo que la crónica de nuestro matrimonio fallido se quedará sin contar en este libro.»

«El amor desesperado consiste en inventarse un personaje, exigir a la persona amada que lo represente y hundirnos en la miseria cuando se niega a convertirse en ese ser de ficción.»

«…resulta que, como están casados, se pelean mucho cuando uno de ellos intenta enseñar algo al otro.»

«…si después de pasar por una época tan tenebrosa ves que te queda un atisbo de felicidad en tu interior, no te queda más remedio que agarrar esa felicidad de los tobillos y no soltarla aunque acabes con la cara entera manchada de barro. No lo haces por egoísmo, sino por obligación. Te han dado la vida y tienes la obligación (y el derecho, como ser humano que eres) de hallar la belleza de la vida por mínima que sea.»

«El otro inconveniente de columpiarse por las viñas del pensamiento es que nunca estás donde estás. Siempre estás escarbando en el pasado o metiendo las narices en el futuro, pero sin detenerte en un momento concreto.»

«La única función del ego es tener el control. Y en este momento tu ego está aterrorizado, porque estás a punto de bajarlo de rango. Es un chico malo y sabe que como sigas con tu camino espiritual, nena, sus días están contados.»

«…un alma gemela auténtica es un espejo, es la persona que te saca todo lo que tienes reprimido, que te hace volver la mirada hacia dentro para que puedas cambiar tu vida. Una verdadera alma gemela es, seguramente, la persona más importante que vayas a conocer en tu vida, porque te tira abajo todos los muros y te despierta de un porrazo. […] Un alma gemela llega a tu vida para quitarte un velo de los ojos y se marcha.»

«Después, al ir pasando los años, esa hipersensibilidad ante el paso del tiempo me llevó a vivir la vida a toda velocidad. Dado que nuestra visita a la Tierra es tan corta, cuanto antes lo experimentara todo, mejor.»

«…Estoy harta de ser una escéptica; la prudencia espiritual me fastidia y la controversia empírica me aburre y agota. No quiero oír ni una palabra más. Me importan un bledo las evidencias y las pruebas y las demostraciones. Lo único que busco es a Dios. Quiero tener a Dios dentro de mí. Quiero que Dios corra por mis venas como el sol corretea por la superficie del agua.»

Digamos, pues, que este libro ha sido como tiritas para un corazón partío y al mismo tiempo me devolvió la costumbre de irme a la cama con uno distinto cada tanto, digo, con un libro distinto.

Come, reza, ama

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  1. Siempre he pensado que los mejores libros, siempre terminan siendo los que son cómplices de nuestras situaciones personales. Espero que las cosas, ahora estén mejorando. Un abrazo.