El gozo de hacer buena literatura

José Manuel Viera y yo a pie de mesa, donde nos entregamos semanalmente al oficio de narrar.

En alguna ocasión os he hablado de José Manuel Viera, uno de mis alumnos. Ya le conocerán como se debe cuando publique el libro en el que llevamos trabajando unos años. Sin duda le recordarán entonces.

Paso por aquí simplemente para compartir con vosotros la alegría sincera que me produce trabajar con él. Es un hombre talentoso, disciplinado y apasionado que se entrega al oficio con mucha paciencia y esmero.

La propuesta narrativa de José es arriesgada, atractiva y muy acorde con los tiempos que corren. No les puedo contar mucho porque habrán de conocerla a su tiempo. Pero tengo la certeza de que su propuesta será bien valorada y probablemente se convierta en uno de mis alumnos más destacados y brillantes. Y su mayor mérito no está únicamente en la calidad elevada que ha conseguido dar a sus letras, también en su entrega absoluta y amorosa durante el proceso de su formación, que no ha terminado, pero que sin duda lo ha convertido en un autor capaz de crear obras que son ya capaces de defenderse por sí mismas.

No digo más porque mis demás alumnos se podrán celosos. Y porque tampoco quiero que a José se le suba esto a la cabeza. Pero la mayor parte del tiempo mi trabajo consiste en ayudar a mis alumnos a reconocer sus errores, lo que no está mal, pero no es tan gratificante como reconocer sus éxitos.