«Víctor Pérez Cantó empezó mi Coaching literario hace más de un año, llegó con un proyecto de novela que promete, pero se ha dado la oportunidad de afinar su destreza con la construcción dramática y ahora escribe cuentos para hacer callo. Recientemente culminó su primer ciclo de clases y terminó escribiendo este gran cuento que se merecía publicación. Esto es lo que me gusta hacer con los textos de mis alumnos destacados. Cuando un texto es bueno, necesita lectores. ¡Que aproveche!» Israel Pintor.
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El verano de Fifí
«Ya conocéis a Jorge Cuervo, pero no habéis leído el que, en mi opinión, es su mejor cuento hasta ahora. Curiosamente también fue el primer cuento moderno que se propuso escribir durante su primer ciclo de Coaching literario. El texto tiene mucho trabajo detrás: la segunda vez que lo trabajamos me sobrevino al cuerpo una oleada de satisfacción, es gratificante ser testigo del crecimiento de mis alumnos. Aunque obviamente le di un montón de caña a Jorge, porque el final de entonces no tenía nada que ver con el que leeréis ahora, el resultado final es bastante molón, digno de cualquier antología de narradores emergentes. Os reto a identificar el cuento de Gabriel García Márquez en el que se inspira Jorge para escribir esta historia.» Israel Pintor.
El anillo
«A veces pido a mis alumnos que escriban un cuento exclusivamente con diálogos, ya que son éstos, probablemente, lo más complicado cuando de escribir narrativa se trata. Este cuento de Jorge Cuervo es un estupendo ejemplo del buen funcionamiento de los diálogos en prosa, donde las palabras que los personajes dicen, bastan para que el lector se adentro en la historia y la descifre. Entre otros, un gran mérito de este texto es que respeta la tradición del cuento moderno y obliga a lector a construir, a través de sus huecos, la parte de la historia que no está expuesta, pero sí a su alcance.» Israel Pintor.
La burbuja
Yo creía querer una relación perfecta. Creía en el amor eterno. Como quien fue bombardeado desde la infancia por el cine romántico y las telenovelas de cable en los noventa. Antes de saber cómo afeitarme, ya anhelaba una morocha perfecta de cutis impecable y ojos seductores, una madre bien peinada para mis hijos. A eso, sumemos que mis padres, ambos catequistas, seguían casados después de treinta años juntos (y lo siguen al día de hoy). La mayoría de los padres de mis compañeros de curso estaban divorciados. Ambas cosas tendrían que haberme dicho algo sobre las bajas probabilidades de un matrimonio perdurable, pero yo estaba sordo y ciego en mi burbuja. Si mis padres y las parejas de la tele podían, yo también podía. Era lo único que necesitaba saber. […]