Te explico qué es una historia a través de 7 puntos. La idea es que comprendas mejor el concepto y te familiarices con sus componentes, de manera que adquieras recursos para crear una. Para empezar usaré esta metáfora: escribir un cuento o una novela es como hacer una pizza.
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Te voy a explicar qué es una historia en 7 puntos. La idea es que comprendas mejor el concepto y te familiarices con sus componentes, de manera que adquieras recursos para crear una. Para empezar usaré esta metáfora: escribir un cuento o una novela es como hacer una pizza. Y como dice el slogan: el secreto está en la masa. Lo que quiero decir es que para llegar a crear una pizza muy sabrosa, primero hay que saber hacer masa muy sabrosa. La masa es la base de la pizza. La pizza es el producto final, pero no la base. Además, con masa se puede hacer pan, galletas, bollería, etc. Si aprendes a hacer masa podrás no solo hacer pizzas, sino todo tipo de alimentos que lleven masas como base. En términos literarios esto significa que, si aprendes a construir historias, podrás dar formas diversas a dichas historias a través de los géneros literarios: el teatro, la novela, el cuento, el cine, etc.
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Una historia es un conjunto de acontecimientos, ficticios o basados en la realidad, en orden cronológico, que permiten la reconstrucción y representación anecdótica de los mismos a través de las palabras, con un objetivo determinado: comunicar e incentivar el deleite estético.
Dicho de otro modo, una historia es un cúmulo de acciones, reales o ficticias, que representan una situación determinada con un objeto determinado.
A través de una historia transmitimos una idea o un mensaje y al mismo tiempo invitamos al deleite de sus formas.
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El objetivo determina la naturaleza y el poder semántico de los hechos y las palabras empleadas para crear la historia (o sea, lo que significan), así como del orden que se dé posteriormente a los hechos.
Centrémonos en el objetivo de la comunicación, ya que ahora intentamos aprender a preparar la maza de la pizza y no la pizza en sí.
Si mi objetivo al contar una historia es decir que merece la pena ser persistente porque la persistencia te llevará a la obtención de tus metas, los acontecimientos que habrán de componer mi historia tendrán que ser del tipo: quiero perder peso, entonces me alimento sanamente, hago deporte dos o tres veces por semana, me reúno con personas que tengan la misma inquietud para sentirme apoyado y evito los compromisos sociales que involucren comidas copiosas porque sé que las comería si asisto. Entonces, al mantenerme firme durante unos meses, pierdo cuatro kilos de peso.
Vemos cómo la historia se construye a través de acciones concretas: alimentarse, ejercitarse, reunirse, sentir y evitar.
Nótese cómo el objetivo, que era transmitir la idea: ser persistente merece la pena porque te llevará al éxito, condicionó la naturaleza semántica de las acciones. Esas acciones significan avances hacia una meta: perder peso. Si las acciones no tuvieran el poder de significar que estoy haciendo cosas para perder peso, entonces la idea que se pretendía transmitir con la historia se pierde o muta.
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El conjunto de acontecimientos se vinculan a través de la lógica causal.
Los hechos son como tabiques apilados uno sobre otro, que necesitan de un cemento para mantenerse unidos. Ese cemento es la lógica causal o principio de causalidad. Es decir, las cosas pasan por una razón: causa-efecto. Cuando los hechos en una historia no se unen por una lógica causal propia a su universo, se produce una ruptura que lleva al receptor o intérprete a dudar sobre el valor de lo contado, es decir, que pueda ser verdad y útil.
La idea que una historia comunica, para ser percibida, interpretada y asimilada con eficacia, requiere de una carga simbólica de verdad que lleva al receptor a valorar no solo los hechos, sino la idea que comunican en conjunto. Esa carga simbólica de verdad es el vínculo que los hechos necesitan para constituir un todo creíble y valioso.
Así, cuando yo te cuento lo que hice para perder peso, terminarás por hacer tuya una idea que inicialmente era mía, sin que haya tenido que darte un sermón, pensarás: ser persistente merece la pena porque te llevará a alcanzar el éxito.
Si también tienes unos kilitos de más dirás: “ah, claro, si él puede, yo también. Solo debo ser persistente y aprender de su caso. Perderé peso.”
Pero si tú no tienes sobrepeso, al percibir esta historia igualmente podrás extraer la idea, llevándotela a tu terreno y dirás: “ah, entonces si yo sigo ligándome a Pepita conseguiré conquistarla”, o, “si sigo haciendo pasteles de zanahoria conseguiré arrebatarle el premio a la Loli, que se lo queda siempre.”
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La lógica casual produce verosimilitud
Cuando construimos una historia partiendo de hechos que obedecen a una lógica causal propia de su universo, lo que generamos automáticamente es que las personas crean que lo contado es posible y la idea comunicada es verdad. Aunque los hechos sean todos inventados y la idea sea una percepción personal subjetiva.
¿Alcanzas a ver el poder enorme que tienen las historias y que tienes tú para transmitir ideas? ¡Es apasionante!
Cuando hablo de la lógica propia de un universo me refiero a que existen universos realistas y fantásticos, es decir, que representan la realidad en la que tú y yo vivimos y en la que rigen unas leyes científicas que nos ayudan a determinar qué es y qué no es verdad; o que representan una realidad ficticia y fantasiosa que se rige por unas leyes igualmente ficticias y fantasiosas, pero únicas de ese universo en el que las cosas pasan de un modo concreto.
Si yo hubiera concluido mi historia diciéndote que después de todas esas acciones no perdí peso, entonces no creerías que merece la pena ser persistente porque la persistencia te llevará al éxito. Lo que pensarás puede ser incluso contrario. Dirás: “bueno, quizá esté enfermo y su metabolismo estropeado, los médicos dicen que si haces todo lo que él hizo deberías perder peso. Pero ya veo que hay casos en los que no aplica. Yo podría ser otra excepción, ¿para qué intentar perder peso?, ¿para qué intentar nada?”
Te quedarías en una capa poco profunda de significación, en la que no accederías a la verdad que yo pretendía compartir contigo, una capa de interpretación en la que fácilmente transformarás la idea que yo quise transmitir. Y todo porque el último hecho no significaba lo que debía significar. Es decir, el último acontecimiento: me mantuve en el peso y no hubo pérdida, ha sido lo que produjo la ruptura. Si los médicos dicen que se si haces deporte y te alimentas sanamente pierdes peso (regla basada en la ciencia: universo realista), entonces el último hecho de esta historia te lleva a pensar que esa verdad basada en una regla científica pone de relieve que no siempre consigues perder peso si te aplicas el cuento. ¿Por qué? Eso ya da igual. Porque los hechos y su significación son tan poderosos que cualquier explicación sobra. Y es que la idea que está detrás de esta historia no intenta reivindicar la salud de las personas y la importancia de combatir la obesidad, sino hacernos ver que si mantenemos una actitud persistente al final conseguiremos nuestros objetivos, sean cuales sean.
Si ponemos, uno detrás de otro, los hechos como causas y consecuencias, produciremos el efecto inevitable de verosimilitud y quien nos lea podrá llegar a hacer suya la idea que queríamos transmitir.
Por cierto, ¿cuántas veces te has detenido a pensar en las ideas que tus historias transmiten o en las ideas que te gustaría transmitir a través de ellas? Porque otras cualidades del concepto historia son que todas, absolutamente todas, tratan un tema y transmiten un mensaje, seas o no seas consciente de ello.
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Todas las historias tratan un tema
El tema que traté en mi historia es la obesidad o el sobrepeso. Había una vez un gordito que quería perder peso, hizo cosas para conseguirlo y, tachán, lo consiguió. Si hubiera usado el ejemplo de una mujer que quiere tener un hijo trataría el tema de la maternidad, o si te hubiera contado que un niño no quería ayudar a su madre en casa con labores de limpieza, trataría el tema de la pereza. Pero una cosa es el tema tratado en la historia y otra cosa, a veces muy diferente, es el mensaje que esa historia transmite.
Dependiendo de tu pericia narrativa y del cúmulo de prácticas que vayas realizando, serás más o menos capaz de identificar el tema que trata tu historia. Pero seas o no consciente de ello, la historia o el conjunto de hechos que pretenden ser una historia abordan uno o varios temas.
Un escritor profesional supera la etapa de la inconsciencia y se esfuerza en identificar el tema y la manera en que lo aborda, así mismo, si detecta más de un tema en su historia: simplifica, porque hace falta ser muy claro y entre más temas abordemos, menos capacidad tendremos para ser claros.
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Todas las historias transmiten un mensaje
Puedes no saber claramente la idea que tu historia comunica, pero si quieres seguir creando esa historia como un profesional te conviene identificar claramente el mensaje que transmite.
La identificación de ese mensaje condicionará las nuevas decisiones que tomes con respecto a los hechos que componen la historia, de modo que, una vez identificada la idea, te asegures de que los hechos significan adecuadamente. Nótese cómo hablo de nuevas decisiones y de seguir creando. Quiero decir que la identificación del mensaje o de la idea no se realiza mientras creas una primera versión de la historia, sino hasta que esa primera versión ya ha sido creada. Esto se debe a que las historias nacen de nuestro inconsciente, que está muy dentro de nosotros mismos y poco a poco se materializa, sin pretenderlo, en esa historia creada. Detenernos a identificar con calma lo que ha salido de nuestro inconsciente y tomar consciencia de ello conlleva un trabajo duro de autoconocimiento, que no podrá ser realizado sin distancia objetiva.
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Sin conflicto no hablamos de historia, hablamos de anécdota
Para que los hechos en conjunto pasen de ser un montón de anécdotas y se conviertan en una historia apta para contarse de forma literaria, necesitan ser creados y vinculados a través de un conflicto, un problema que el personaje protagonista quiere resolver o un objetivo que quiere alcanzar. Sin un conflicto no podemos hablar de historia desde la perspectiva de la construcción dramática. Pero como esto requiere una buena explicación, lo dejaré para un siguiente vídeo. Baste por ahora con saber que las historias son historias porque tienen un conflicto, si carecen de él son solo anécdotas.
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