Soy una puta estadística en el libro que lleva las cuentas de los soñadores…

Hace ya más de un año que vivo resistiéndome a la idea de volver a empezar. Mi paso por este país, “el plan” que me trajo desde el otro lado del océano Atlántico, se ha visto transfigurado por eso que algunos llaman destino.

Una mañana a mediados del 2009, un correo electrónico de Auxi Ruiz, subdirectora de la Fundación Antonio Gala para jóvenes creadores (FAG), me cambió la vida. Desde entonces y hasta hoy, las transgresiones en mi mundo son cada vez más determinantes y profundas.

¿Alguna vez han escuchado el refrán que dice “Cuidado con lo que deseas, porque puede hacerse realidad”? Soy una puta estadística en el libro que lleva las cuentas de los soñadores irredentos. Víctima de la sabiduría universal.

Me planté en España y a los 15 días, sin previo aviso, me enamoré hasta las trancas. Escribí mi primer libro de cuentos, conocí y trabajé al lado de Antonio Gala. Viví en Córdoba junto a casi una veintena de inquietos y talentosos creadores; vi nevar por primerísima vez.

Me mudé a Sevilla. Entendí el significado de la independencia familiar y la fortuna de enfrentarme a ella acompañado del mejor de los compañeros. Conocí el miedo, la angustia, la renuncia. La diferencia entre el trabajo de autocomplacencia y el de supervivencia. Supe, a ciencia cierta, cuánto pesa la nostalgia y cuánto valen los amigos.

Me abrigan múltiples pasiones. Un torbellino de emociones imposibles de digerir sin sustos y con objetividad. Desde que dejé la casa de mis padres, maletas en mano, me enfrasqué en una verdadera aventura. ¡No tenía ni la más remota idea! Será como saltar de una cama a otra, me dije a mí mismo, en plan imbécil total. Creía era como el juego de brincar sobre la cama, donde uno, de chiquito, refina el sentido del equilibrio.

Vivo en un mundo nuevo, siempre nuevo. Me ha resultado estúpidamente imposible aceptar todos y cada uno de los cambios propuestos por el incesante devenir. La adaptación es un proceso bien piche lento. Pero me niego a pasar sin ver. A dejar atrás los caminos sin que su huella se adhiera en mi memoria.

Hasta no hace mucho, todo me parecía demasiado ajeno y lejano. Nada valía tanto esfuerzo y energía si asomaba una extremidad por fuera de los márgenes del plan. ¡Qué absurdo! Lo sé. Todas las voces dicen: la vida está hecha de cambios. Los veo, incluso, en el espejo. Me he visto en las mejores y peores circunstancias, de pies a cabeza, al derecho y al revés. Descubro perspectivas ingratas y fascinantes de mí mismo. Soy, en mi magnánima mismidad, un cambio imparable que oscila entre los 84 y los 90 kilogramos.

¿Sabe alguien, fehacientemente, cómo perderle la tirria al cambio? Mientras me entero… Paso de la resistencia. ¡Cambios, aquí estoy! ¡Tómenme y hagan de mí su regalada gana! Total, ya aprendí a saltar. En cualquier momento consigo mantener el equilibrio[1].

A dos de acabar les comparto: me vienen estas ganas de postear por dos motivos:

1) Mi clase de Literatura y Medios, impartida por Carlos Peinado en el Máster de Escritura Creativa. No sabía que Dostoievski llevó un diario muy del tipo bloguero.

2) El artículo de Antonio Muñoz Molina publicado hoy en el número mil de Babelia: “20 años, 20 lecciones”: “He aprendido que los únicos estimulantes que necesito para escribir están dentro de mí mismo, en la orgía electroquímica de los neurotransmisores que combinan súbitamente imágenes del recuerdo o de la fantasía en un sueño lúcido. Por comparación con esa efervescencia el efecto de cualquier droga, de la nicotina o del alcohol es una bagatela, un gasto inútil de energía física y mental.”

En serio deseo un día aprender y descubrir cosas tan valiosas como esa y además, comunicárselas al mundo.


[1] Y si mañana me viniera otra vez la fiebre de la angustia, y si me trago mis palabras o me gano el repudio comunitario (mi comunidad, ahora, se resume a mi marido y las hormigas de la alacena que se aferran a vivir de mis ridículas ganancias), ya de menos me quedará el consuelo de haber recuperado mis letras. Abro así el archivo de posts del 2011.