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Algunos escritores noveles caen en la tentación de considerar la escritura como un lujo, algo especial que regalarse una vez concluidos los demás quehaceres diarios, si es que se presentan las musas. Por desgracia funciona exactamente al revés. A las musas hay que arrastrarlas de los pelos hasta el escritorio. Una vez establecido el tiempo para la escritura en un lugar destacado de la agenda, todo lo demás, como si de un puzzle se tratara, se acomodará a ello.
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Te voy a contar lo que puedes hacer para tener mejores hábitos de escritura. Estas prácticas son empleadas y recomendadas por escritores profesionales. Si necesitas trabajar en tus hábitos de escritura, ojo aquí.
1 Elige el momento fijo del día que le dedicarás a la escritura
Si pretendes tomarte en serio la escritura, escribir en tus tiempos libres nunca te llevará a dominar el oficio. Escribir es una labor, como cualquier otra. Y así como defines el momento para realizar el resto de las labores que quieres, necesitas o debes hacer, así tendrías que fijar la escritura en tu día a día.
Sí, tienes muchas cosas qué hacer y no tienes tanto tiempo como te gustaría… pero a que no dejas la sesión de Netflix después de la cena, ni te pegas madrugones rutinarios para escribir.
Si no puedes, es más bien que no quieres. Se ha escrito en las más infames condiciones: algunos en pleno campo de batalla, mientras le llovían bombas. Piensa en eso.
Yo prefiero escribir por las mañanas, aunque no siempre puede ser.
Si estoy enfrascado en un proyecto literario de largo aliento, como una novela, no importa la hora del día en la que me ponga, lo único importante es que nada me interrumpa. Para que mi mente funcione necesito al menos treinta minutos de conexión con el trabajo y cuatro o cinco horas ininterrumpidas de concentración y tecleo.
2 Busca tu espacio
Los profesionales y los testarudos pueden escribir prácticamente en cualquier tipo de lugar y circunstancia. A la larga es lo que probablemente aprendas a hacer. La mayoría de las veces porque no tendrás más remedio. Otras, porque el espacio ha dejado de ser un obstáculo para tu creatividad.
Sin embargo, a quienes no han adquirido el hábito de escribir les conviene hacerse de un sitio y unas condiciones agradables. Ojo, no necesariamente ideales. Basta con que te sientas cómoda y te den ganas de ponerte a trabajar en tu literatura. ¿Necesitas silencio? ¿Una silla cómoda? ¿Estar cubierto bajo las mantas de la cama, con el portátil sobre las piernas? ¿Siempre acompañado por una taza de café o té?
Rodearte de un ambiente agradable, te ayudará a crearte el hábito de escribir.
Ahora mismo tengo un despacho. Prefiero sentarme en mi escritorio a trabajar, pero suelo cambiar de ambiente sin darme cuenta. Al rato ya estoy en el salón, con el portátil sobre las piernas. O acostado de barriga sobre la cama, para estirar un poco la espalda sin dejar de teclear sobre el portátil. Lo que no se me da bien, aunque puedo hacerlo con mucho esfuerzo, es escribir rodeado del escándalo o bullicio de mis familiares. Si son extraños en un café, por ejemplo, me cuesta menos encerrarme en una burbuja invisible. Ayudan mucho los tapones para los oídos.
3 Busca la complicidad de los que te quieren
Si tus seres queridos, sobre todo aquellos con los que vives, no saben que es importante para ti la escritura, te interrumpirán a menudo. Compárteles tu propósito y explícales por qué es relevante para ti esta actividad, qué pretendes conseguir. Así ellos, cuando te vean puesto, no pensarán que estás pasando el rato y que no te importará si roban tu atención durante un instante.
Quien no escribe, no sabe qué tan fundamental es mantener la concentración.
Considera que podrías encontrar en tu familia aliados valiosos. Incluso podrías pedir que su complicidad vaya más allá: que te ayuden a fijar el hábito, impidiéndote hacer otras cosas, hasta que no alcances la meta que te hayas fijado ese día.
En algún lado leí que Victor Hugo ordenaba a su criado custodiar su ropa, ordenaba que no se la devolviese hasta que él terminara sus labores de escritura del día, aunque se pusiera tonto y exigiera a su criado que se las devolviera. O sea, se conocía tan bien, que se sabía capaz de manipular a su criado, a través del poder que ejercía sobre él, para engañarse a sí mismo y eludir el trabajo de escritura.
Tú seguramente no tienes un criado al que puedas dar órdenes. Y con casi total seguridad, ninguno de tus familiares custodiará tus calzoncillos en la puerta de tu habitación, mientras tú terminas las labores de escritura del día. Pero, ¿qué tal si le propones usar un seguro para la puerta que tú no puedas abrir? ¿Extremo? Quizá… pero, ¿no quieres mecanismos eficientes?
Ya me imagino a uno cagándose en su habitación porque a la mamá se le olvidó el seguro cuando se fue al súper…
¡Ojo! Si eres de los que necesita leer las instrucciones del champú, pasa de la recomendación del segurito por fuera.
4 Desconéctate de verdad
Móvil: fuera. Internet: fuera. Correos electrónicos: fuera. Redes sociales: fuera. Televisión o cualquier medio de comunicación: fuera. No tengas cabeza más que para tu obra literaria. Tapónate los oídos, ayuda muchísimo. Te sorprenderá el nivel de concentración que alcanzarás con los oídos tapados.
Si ya te resulta difícil ponerte a escribir, no te lo pongas más difícil rodeándote de distracciones.
Para algunas personas la música de fondo puede ser una inspiración. ¡Depende de ti! A mí me distrae. Y si no es una música que vaya en la onda de lo que estoy escribiendo en ese momento, puede afectarlo porque soy absolutamente incapaz de ignorar las melodías. La capacidad comunicativa de la música es brutal. Y me fascina escuchar música, pero no escribiendo. Me siento culpable cuando lo hago, porque no puedo dejarme llevar por las olas deleitosas del ritmo, ni por las ideas que cruzan mi mente y pretenden ser literatura.
5 Leer también forma parte del proceso de creación
Para escribir hay que leer. No exactamente mientras escribes, pero sí cuando no lo haces. Me explico: generalmente las obras se escriben de a poco. Y entre sesión y sesión de escritura uno hace otras cosas. Un hábito maravilloso que te mantendrá conectado a tu trabajo creativo, es la lectura. Suele pasar, más a menudo de lo que podrías creer, que tus ideas se acomoden de un modo casi mágico. Las obras de otros funcionan como espejos en los que uno consigue ver aspectos de su propia obra. Los mecanismos empleados por otros autores pueden desatar tu creatividad. Estarás leyendo a otros, pero no estarás dejando de construir tu obra.
A mí me resulta muy útil leer libros que se parecen al libro que intento escribir. Si elijo lecturas que se alejan demasiado del espacio creativo que habito, por estimulantes que resulten, no consiguen proveerme de ideas valiosas que pueda utilizar en mi propio trabajo. Pero esto no es ninguna regla. Podrías sorprenderte. Las ideas más locas y atractivas pueden surgir de la asociación de ideas distantes a las ideas en las que te encuentras trabajando.
6 Comprométete a escribir un mínimo de páginas al día
Si eres un principiante, es mejor mantener el listón bajo. Unas cuántas páginas al día pueden ser suficiente. Pero no pienses en la cantidad de páginas, piensa en la conclusión de la obra que te propones escribir. Pregúntate: ¿cuánto puedo escribir hoy para intentar acabar de escribir esta obra?
7 Márcate la meta de conseguir un primer borrador
¿Es un cuento? ¡Bien! Quizá podrías escribir todo un primer borrador el primer día. No será la obra definitiva, pero al menos ya tendrás el primer borrador.
¿Es una novela? Te sugiero planificar la escritura íntegra de cada capítulo. Así, cada que te pongas a escribir buscarás llegar hasta el punto final de esa parte del trabajo. El punto final es la meta. Y acá no se trata de llegar primero, se trata de llegar. Sé coherente con el tiempo y el espacio que le dedicas. El punto final no es una meta inalcanzable. Será una meta preliminar. Un primer punto final. El primer punto final al que llegues no será nunca el último, el que escribas cuando termines definitivamente la obra.
No pierdas la ambición. La clave está en llegar tan lejos, como seas capaz de llegar durante una jornada de trabajo.
8 Empieza un cuaderno bitácora de tu trabajo
Escribir es un trabajo complejo, un reto intelectual que obliga a un autor a controlar una cantidad de información muy bestia. No esperes tener una mente prodigiosa y una memoria a prueba de amnesia. Solo hay una forma en que podrás aglutinar, organizar y utilizar toda esa información que tu mente producirá, cuando te propongas crear una obra literaria: escríbelo todo en un cuaderno.
Los cuadernos de papel, esas herramientas del pleistoceno que ya solo compra (y no siempre usa) el fetichista de la libreta, en realidad tiene superpoderes: es capaz de almacenar todas tus genialidades y torpezas, todos tus pensamientos, ocurrencias, elucubraciones y locuras, para que una vez atrapadas, tengas la posibilidad de hurgar en ese baúl de palabras y hacer algo con ellas.
Las ideas son esquivas. Son mariposas en un bosque. Si no las atrapas, así como se te ocurrieron, desaparecerán. Si no cazas a la mariposa, no podrás estudiarla.
Ah, y sí, si eres hijo del siglo XXI, también valen las libretas digitales, los teléfonos móviles, los procesadores de palabras, las aplicaciones más sofisticadas del mercado, etc. Me da igual, mientras no dejes escapar a las mariposas.
CONCLUSIÓN
Los hábitos empiezan siendo rutinas. Al principio te costará un poco realizar alguna de mis recomendaciones, porque tu cerebro tardará unas semanas en asimilar los beneficios. Entre más a menudo hagas lo que te propongo, entre más rutinaria sea tu jornada creativa, más se fijará el hábito. Todo lo que te sugiero hacer ahora, te parecerá imprescindible y lógico. Serán tus hábitos regulares y te ayudarán a tener una vida creativa muy productiva.
¿Cuáles son los problemas a los que te enfrentas habitualmente y que te impiden escribir? ¿Aún no consigues desarrollar buenos hábitos de escritura? Cuéntamelo todo, leo y respondo todos los comentarios. Pero también considera que al compartir tu experiencia con la comunidad, podrás dejarte ayudar y motivar por las experiencias de otros tallerícolas.
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