😬“Mamá, papá, quiero ser escritor”: cómo conseguir apoyo familiar

Hace no mucho tiempo un tallerícola llamado José María compartió públicamente una inquietud que muchos de mis alumnos han manifestado tener: cómo le digo a mi familia que quiero ser escritor y dejar la universidad, cómo me enfrento a las críticas. ¡Menudo problemón! ¿A ti también te pasa y quieres saber qué hacer?

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Esto me recordó un libro de autoayuda que leí en mi adolescencia y me empoderó a salir del armario, que es bastante parecido a lo que le pasa a José María, pero en el territorio de la vocación profesional. 

Figúrate los prejuicios sociales que enfrentamos los escritores que, si nos nace la vocación cuando aún somos jóvenes y dependientes económicos, generalmente nos enfrentamos a la angustia, no solo de aceptar dicha vocación, sino también a la angustia de enfrentarnos a nuestros seres queridos, que son quienes impulsan económica y moralmente nuestro desarrollo profesional.

Se nos condiciona. “¿Quieres escribir? ¡Vale! Pero primero sácate la carrera de esto otro.” ¡Como si escribir no fuera una profesión! Pero eso es lo que la sociedad, estúpida y contradictoriamente, entiende sobre la vida de los escritores. Un escritor sin otra fuente de ingresos no puede ejercer su oficio, a menos de que su oficio ya le dé ingresos suficientes para hacerlo. Como si escribir y publicar un libro trajera consigo, invariablemente, la estabilidad económica…

No le pasa a un médico, un físico, un ortodoncista o un informático. La inmensa mayoría de las profesiones son bien valoradas por la sociedad: son necesarias y sus actividades auguran una vida de estabilidad económica, es decir, una vida de bienestar. No se necesita estudiar otra cosa si se quiere ejercer la medicina. Pero si se quiere ser escritor, conviene ser algo más. Es muy estúpido, pero también cierto. Y esta es la causa de que la sociedad (y en consecuencia nuestra familia) sea incapaz de despojar al oficio literario de los prejuicios.

No es que los oficios artísticos no puedan proveer del mismo bienestar al individuo, o que la sociedad no necesite nutrirse con cultura, es que los oficios artísticos han sido tradicionalmente rodeados de prejuicios. Y estos prejuicios tienen algo de verdad y mucho de exageración.

¿Es difícil convertirse en un escritor profesional y vivir del ejercicio del oficio? ¡Sí! Pero, ¿no es también difícil convertirse en médico, físico, informático u ortodoncista? Si un médico necesita invertir ocho años de su vida en formación, nadie lo cuestiona. Se da por hecho que si se quiere ejercer esa profesión será necesario un largo y dedicado periodo de formación y prácticas, además de los costos que implica dicha formación, por supuesto. Como si esto trajera consigo, invariablemente, una vida de bonanza económica. ¿A caso todos los médicos están forrados en dinero? ¡No! Sin embargo, la sociedad no piensa igual cuando alguien aspira a dedicarse a la literatura.

Será igualmente difícil, incluso más, si alguien quiere ganarse la vida como astronauta o futbolista, por ejemplo, pero da igual. Toca lidiar con el estigma y los prejuicios que la sociedad perpetúa en torno al oficio literario.

Es comprensible que tengas preocupaciones al decir a tu familia que quieres dedicarte a la literatura e incluso has creído que deberías dejar la universidad en consecuencia. Sin embargo, es importante que seas honesto y comuniques tus deseos y metas claramente, si aspiras a tener una vida profesional plena que te llene de satisfacciones. 

No he dicho ni diré jamás, conociendo el campo de la literatura y la creación literaria, que dedicarse a escribir sea fácil. Como en cualquier oficio, si esperas que la creación literaria se convierta en tu principal fuente de ingresos, habrás de enfrascarte de lleno y tomártelo con total y absoluta devoción, exactamente igual que harías si eliges otra profesión. 

Lo que sí diré es: si estás completamente seguro de que tu vocación es literaria y no quieres dedicar tu vida profesional a otra cosa, porque no encuentras en otra actividad mayor fuente de satisfacción y plenitud, hay algunas sugerencias que puedo darte para ayudarte a compartir tu dicha con la familia, procurando que te comprendan y apoyen.

Aquí te van mis sugerencias para decir “Mamá, papá: quiero ser escritor”:

1 Considera hablar con tu familia sobre tus intereses y pasiones. Explica por qué te gusta escribir y por qué quieres convertirte en escritor

Esto me lleva a sugerir que no te precipites. Para poder explicar a tu familia por qué quieres dedicarte a escribir, primero debes tenerlo claro tú mismo. ¿Ya lo sabes? 

Detenerte a pensar y sacar conclusiones sobre esto, pondrá tus ideas en su lugar y ayudará a elaborar mejores argumentos ante la predisposición de tu familia al rechazo. Define tus intereses y explícate a ti mismo la pasión que sientes. Ya que has elegido las palabras para trabajar, trabaja estas ideas con detenimiento. De tus esfuerzos por ser claro dependerá el grado de aceptación que tu familia pueda tener.

Comparte tus argumentos con tus amigos. Observa sus reacciones y toma nota de lo que te digan. Contémplalo en caso de que te ayude a configurar mejor tus ideas.

Cuando seas capaz de explicártelo a ti mismo y a tus amigos, explícaselo a un profesional, busca apoyo en los orientadores de tu colegio o instituto, si aún no llegas a la universidad, y si ya estás enfrascado en la carrera, intercambia tus inquietudes con un profesor que te inspire confianza. Me tienes a mí, para esto, entre otras cosas, sirve un coach literario. Si te decides a consultarlo conmigo reserva una consulta al Dr. Narración. Pon a prueba tus motivos y razones, evalúa la reacción de tus interlocutores. Toma nota de sus observaciones y reelabora tus argumentos en caso necesario.

Solo cuando hayas obtenido una reacción positiva y convincente de comprensión, apoyo y aprobación por parte de tus amigos y consejeros profesionales, estarás preparado para hablar con tu familia. Cuando lo hagas, considera que lo más probable es que no recibas su aprobación y apoyo inmediato, pero es normal porque desconocen el campo literario y no se han tomado la molestia de pensar en esto con tanto ahínco como tú. Si al menos los llevas a pensar en silencio, la cosa va bien.

Cuando yo le dije a mis padres que quería ser escritor ya casi había terminado de estudiar la carrera en Comunicación Social. Casi les da un infarto. Ya se habían convencido de que me dedicaría al periodismo y se habían dejado un montón de dinero durante los cuatro años que duró mi carrera. ¿Cómo, sino, iban a reaccionar al cambiarles la tortilla? Su reacción inicial fue de incredulidad, seguida por una preocupación pasajera que poco a poco se disipó. Aunque siempre existe la posibilidad de que tengas una familia maravillosa que no se extrañe en absoluto de tu vocación, lo más probable es que su primera reacción no sea la ideal. No des un solo paso hacia adelante sin tenerlo muy en cuenta.

2 Expresa tu compromiso con tu carrera de escritor. Demuestra a tu familia que estás dispuesto a trabajar duro y a hacer lo que sea necesario para tener éxito en tu carrera

Aunque tuvieras muy claro por qué quieres dedicarte a la escritura de manera profesional, a tu familia aún le hace falta obtener algunas certezas sobre tu futuro. Te sugiero que no sueltes la sopa antes de poseer pruebas contundentes de que te importa muchísimo la literatura. 

¿Qué tipo de pruebas valen? Por ejemplo: 

a) El galardón o la mención de algún premio local.

b) La copia de los textos que has enviado a participar a concursos.

c) Los ejemplares de las revistas locales, estudiantiles o folletines de barrio en los que hayas conseguido publicar un texto.

d) Una lista de programas de estudios técnicos, talleres, grados superiores y posgrados, dedicados a la creación literaria, en los que estás interesado.

e) Una lista de autores a los que admiras y cuyas carreras literarias te inspiran.

f) Una lista de libros que se parezcan al tipo de obra que aspiras a escribir tú mismo.

El interés tiene pies. Si tu familia sopesa que llevas tiempo explorando el campo, aun sin ser un profesional, pero con todo el ímpetu de uno, les darás motivos para corroborar que la literatura te importa de verdad y no se trata de un capricho pasajero o una curiosidad inexplorada.

Recuerdo que una noche me acerqué a mi mamá y, muy ilusionado le compartí el ensayo que me había dedicado a escribir la semana anterior. Estudiaba el cuento mexicano y me interesó la obra de la escritora Mónica Lavín. Leí sus cuentos y escribí un ensayo que mezclaba mi interpretación con la teoría que por entonces comenzaba a asimilar sobre el género. 

Nunca se me va a olvidar la cara que tenía mi madre cuando le leí aquel texto. Me miraba con absoluto extrañamiento, como quien escucha hablar a alguien en otro idioma. No tenía ni la más remota idea de lo que mi ensayo decía, pero escuchó con atención hasta que terminé de leer y cuando pregunté qué le parecía, me dijo, no sin consternación: “no estoy segura, pero una cosa… esto te importa mucho, ¿verdad?”

3 Ofréceles un plan de acción. Ayuda a tu familia a entender tus planes y objetivos y cómo te propones alcanzar esas metas

A tu familia le interesa tu futuro profesional, pero le preocupa tu bienestar vital. Lo que tu familia necesita saber, en esencia, es que no sucumbirás en el intento de convertirte en un escritor profesional porque, de hacerlo, experimentarás problemas económicos.

Como en cualquier oficio, nunca tendrás certezas de que todo saldrá bien. Pero no lo consigue el que no lo intenta. Y si lo procuras, dará frutos. Todo huerto, bien cuidado, mantiene alimentado al hortelano. Pero no basta el trozo de tierra. Los frutos del huerto no existen por generación espontánea. Sin hortelano y sin trabajo, ¡ninguna cosecha!

No basta que les digas que quieres ser escritor, les tienes que contar lo que ya haces para procurar que eso suceda. ¿Tienes un plan? ¿Cuál es el camino que seguirás en tu afán? ¿Por dónde empezarás? ¿Cuándo podrás considerar que has conseguido tus propósitos?

El oficio literario no ofrece beneficios económicos a la primera en el 99.9% de los casos, lo que obliga a prácticamente todos los escritores a repartir sus esfuerzos entre la actividad que les provee el sustento y la creación literaria, hasta el punto en que sus actividades literarias en general son capaces de ingresar el sustento necesario. ¿Cómo planeas sobrevivir, durante tu vida adulta, mientras buscas elevar tu desempeño literario hasta el grado de ampliar lo suficiente tu productividad en el campo literario?

No te estoy diciendo que necesitas un plan b o una puerta de emergencia para salir pitando cuando suenen las alarmas. Te estoy diciendo que, si no dispones de una situación económica que te permita enfrascarte en la formación y maduración artística necesaria para ejercer exclusivamente el oficio de la creación literaria, necesitarás otra fuente de ingresos. ¿Cuál es tu plan? Ya sabes que cuentas conmigo si necesitas ayuda con esto también.

Yo no tenía un plan porque a mí nadie me dijo estas cosas cuando las necesitaba escuchar. Al terminar la licenciatura y toparme de bruces con mi vocación literaria calculé mi situación: no tenía un empleo, ni ingresos, solo la firme convicción de que mi camino profesional sería literario. Aproveché lo único que aún disponía entonces: mis padres me daban techo y alimentos. Me puse buscar becas de estudio y becas de creación. Así di con la Fundación Antonio Gala en España y a partir de entonces el camino se ha ido perfilando poco a poco.

A mis padres no les entusiasmaba verme sentado en el escritorio. Mi mamá me encontraba leyendo y me decía: “ya ponte a hacer algo”. Con eso lo he dicho todo. Sin embargo, trabajé muy intensamente en mi primer libro durante tres meses, sin parar. Cada día lo dedicaba solo a ello, aprovechándome del cobijo de mis padres. Usé mi proyecto, aún en proceso de creación, para solicitar todas las becas que encontré y mi esfuerzo dio frutos. 

Cuando me dijeron que había sido seleccionado como finalista para entrar a la Fundación Antonio Gala no me lo podía creer. Mis padres menos. Pero los hechos demostraban qué tanto me importaba lo que hacía y cuán lejos podía llegar si me lo proponía. 

Sin haberlo definido, mi plan fue exprimir a mis padres hasta la última gota de amor que podía, cual sanguijuela, mientras ponía en pie mi primer proyecto literario, con la intención de que ese trabajo me abriera alguna puerta profesional que eventualmente se convirtió en mi primera gran oportunidad literaria. De haberlo sabido, me habría tomado el tiempo para explicarme a mí mismo lo que hacía y así compartírselo a mis padres. No hacerlo, produjo en ellos una sensación constante de angustia; se pensaban que había truncado mi camino y estaba al borde del barranco.

Si aún eres joven, pero sobre todo si aún no llegas a la universidad o aún no terminas la carrera, te conviene definir un plan. Los resultados de tus aventuras profesionales podrían alcanzar mejores resultados si tienes uno. Y eso es lo que tu familia necesita saber.

4 Sé comprensivo. Entiende que tus decisiones afectarán a tu familia

A José María yo le diría que no hace falta dejar la universidad si quieres dedicarte a la creación literaria. Pero quizá necesites reconducir tu carrera. Quizá encuentres otros programas de educación superior que se adapten mejor a tus objetivos.

Cuando a mí me tocó elegir una carrera, en México no existía ninguna licenciatura en creación literaria. Para ser escritor de oficio había que estudiar en escuelas privadas y especializadas, cosa que mis padres no se podían permitir y tuve que descartar. 

Hoy existen diversos programas de educación superior en materia de creación literaria en toda América Latina y España, pero aunque allí donde tú vivas no tengas uno de estos programas a la mano, Internet ha revolucionado ya la educación desde hace al menos una década. Ya no es igual de caro conseguir educación especializada y la oferta es muy rica.

No es que ahora se necesite un título universitario para ser escritor y antes no se necesitara. Es que es absurdo no recurrir a los programas de estudio que existen en la actualidad y no formarse, como lo hace todo el mundo, en el campo que te interesa a nivel superior. Si puedes y quieres hacerlo, lo recomiendo mil veces antes que elegir la formación autodidacta. Bolaño dejó incluso la secundaria para formarse como escritor, pero él no tenía alternativa, como no la hemos tenido muchos. Tú sí la tienes.

Un estudio superior podría ayudar a tu familia a sentirse menos tensa con la realidad. Aunque hubieras elegido una carrera diferente y ahora quieras cambiar el rumbo hacia la creación literaria, recuérdales que no te son ajenas sus preocupaciones y comprendes sus miedos. Escúchalos antes de soltar un sermón rebelde y asegúrate de transmitir empatía. Sus preocupaciones no son más que el reflejo del amor que sienten por ti y nacen del temor de que no disfrutes de un bienestar vital en el futuro. Con argumentos y pruebas por delante, sus inquietudes se verán reducidas con el paso del tiempo.

Cuando les dije a mis padres que quería ser escritor y se llevaron las manos a la cabeza, me enfadé y sentí incomprendido. No me puse en su lugar, tuve cabeza solo para mí. Ellos tardaron bastante tiempo en confiar que mis esfuerzos en el campo literario podían llegar a cubrir mis necesidades y hacerme una persona plena y feliz, pero creo que habrían tardado menos si me hubiera ocupado también de comprender sus preocupaciones.

5 Hazles saber que estás dispuesto a enfrentar las dificultades que implica emprender una carrera como escritor

Demuestra que estás dispuesto a hacer lo que sea necesario para tener éxito en tu empeño, incluso si eso significa tomar medidas adicionales o extraordinarias. Y ojo, cuando hablo de éxito, no me refiero a riqueza económica.

Durante esos tres meses, autoconfinado en casa de mis padres para trabajar en mi primer proyecto literario, me dediqué exclusivamente a ello. Para conseguir lo que me proponía dejé de lado otros aspectos de mi vida que, calculé, no eran tan importantes en esos momentos: no salí de fiesta ni una sola vez, no hice ningún gasto (básicamente porque no tenía dinero para gastar), pero tampoco pedí dinero prestado; tuve que aceptar, a pesar de que me apetecía hacer otras cosas, que durante esos meses mi vida se iba a limitar a una sola actividad, lo que me permitió alcanzar un muy elevado grado de concentración y alcanzar buenos resultados. Puse el foco en lo único que sabía que me iba a dar algún tipo de beneficio a medio plazo: escribir tan bien como fuera capaz en ese momento de mi formación profesional.

Es verdad que mi madre me pedía que me pusiera a “hacer algo” cuando me veía sentado escribiendo, pero también es verdad que después de verme trabajar más de ocho horas en mis textos me arrastraba hasta la mesa del comedor para ingerir alimentos o me sugería dejar un rato mi trabajo para ver la televisión o charlar con ella. Aunque no comprendía del todo lo que estaba haciendo y qué podía conseguir con ello, intuyó que estaba dispuesto a enfrentar las dificultades que implicaba el trabajo y, sin ser muy consciente de ello, me apoyó.

No hay nada mejor que los hechos para demostrar algo. Cuando te propongas hacerle saber a tu familia que estás dispuesto a enfrentar las dificultades que implica dedicarse a la literatura, asegúrate de que no se quede todo en palabras. A las palabras se las lleva el viento.

Qué dificultades enfrentas tú: ¿tu familia ya te comprende y apoya?, ¿no sabe siquiera que en lo más profundo de tu alma se anida la esperanza de que puedas dedicarte a la escritura? ¿Te reconoces en algo de lo que he dicho? Compárteme tu caso en los comentarios y recuerda que puedo ayudarte a conseguir la comprensión y el apoyo de tu familia.