Sobre las ansias de ser alguien escribiendo

He estado dando vueltas al vídeo de hoy, porque he pasado unos días fuera de casa y se me han agolpado las ideas. También estoy escribiendo, de modo que me encuentro abducido por la necesidad de encausar mi energía hacia la escritura. Pero no quería dejar de subir un vídeo… entonces me puse a tomar notas y me esforcé para estructurar de algún modo unas cuantas ideas que me permitieran construir el vídeo de hoy. Y haciendo esto descubrí que, a pesar de que me gusta, y mucho, me estaba agobiando porque de algún modo no deja de ser una obligación que yo mismo me impuse. Lo que me ha llevado a reflexionar sobre las ansias de ser alguien escribiendo, unas ansias que seguramente tú conoces.

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El poder de las redes sociales

No me malinterpretes, ¿vale? Subo videos desde septiembre del 2017 con la intención de dar a conocer mejor mi trabajo como profesor de creación literaria y como escritor. Mi interés por ayudar a las personas con sus obras literarias y sus propios procesos creativos es auténtico. 

No podemos negar el poder que tienen las redes sociales para satisfacer esta necesidad, así como la necesidad de divulgar mi trabajo para conseguir alumnos y lectores. Hoy en día no existes si no te pueden encontrar por Internet. Y yo existo… o eso creo. Y quiero existir para los demás, porque hace años que decidí dedicarme en cuerpo y alma a la literatura y no dejo de esforzarme para que así sea. Sin los demás no puedo dedicarme a esto, tú eres parte importante de mi trabajo con las palabras, que no es otra cosa que un ejercicio constante de comunicación.

Pues al enfrentarte a mis palabras, al consumir mi trabajo realizas una valoración que le permite subsistir. Eres el alimento que mantiene vivas a mis obras. Pero ojo, pon atención en esto, porque no estoy hablando de mí, sino de mis obras.

Escribir los guiones de mis vídeos, grabarlos, editarlos y subirlos a YouTube no deja de ser parte del curro que hago para conseguir que tú puedas verme, que tú me encuentres y podamos establecer este vínculo inicial que quizá nos lleve al país de las letras… Pero quiero hablar de la lucha constante que me produce este esfuerzo, pues dedico una buena parte del tiempo semanal a ello y es difícil sobrellevarlo todo: clases, difusión de mis cursos, escritura, lecturas, labores de casa, descanso y vídeos en YouTube. Es el equivalente a todo lo que puede ser tu propia vida en torno al trabajo o la escuela, frente a tu deseo de sentarte a escribir para que un día puedas publicar esa obra y empezar a sentir que ya eres un escritor.

No paro de encontrarme con vídeos en YouTube de gente hiperjoven dándome lecciones sobre cómo puedo conseguir 10 mil suscriptores en Instagram, pagando anuncios en Facebook. Estos chicos, que se las saben todas en el mundo del Marketing Digital, a quienes no estoy criticando, pero de los que sí me interesa hablar, trabajan con discursos como este: «Hoy en día es muy importante tener presencia en las redes sociales y tener una marca personal. Y si tienes un negocio en línea, es fundamental conseguir, lo antes posible, un mínimo de seguidores en las redes, que legitimen tu autoridad, frente a la gran competencia que hay en la red.»

No pongo en duda que esto, en términos mercadotécnicos sea así. De hecho, realmente creo que, según me ha ido conociendo más gente, tengo más autoridad y más atención ponen a mi trabajo. Sin embargo, me resulta muy agobiante el imperativo de conseguir una cantidad determinada de seguidores en las redes sociales, como si esa cantidad de seguidores avalara mis capacidades o mi profesionalidad, como si avalara que soy escritor o profesor de creación literaria. Sé que no se trata solo de números. Que detrás de esos números hay personas que, día con día, miran mis contenidos en las pantallas de sus teléfonos o computadores. Pero, ¿sabes qué es lo que pasa con el 99% de las personas que actualmente me siguen en las redes sociales o visitan mi página web, por pocos que sean? ¡Nada! Porque, igual que yo, esas personas tienen muchísimas otras obligaciones y necesidades. Todos esos seguidores, aunque sean personas interesadas en la creación literaria y eventualmente podrían convertirse en mis alumnos, no se olvidan jamás de su propia vida, de sus propias labores, obligaciones e inquietudes. Y mis esfuerzos por entrar en contacto con ellos para formar parte de sus procesos de formación y crecimiento literario se quedan casi siempre en nada, porque no todo el mundo otorga importancia a su vocación, por fuerte que esta sea. No todo el mundo está tan loco como creo que yo mismo estoy.

Quizá ellos también luchan, como yo, contra otro tipo de fuerzas. Pero no estoy de ese otro lado, lo que me obliga a profundizar en el lado en que me encuentro. A veces me pregunto: ¿y tanto esfuerzo y dedicación merece realmente la pena? Quiero decir, sí la merece, en parte. Porque si no fuera así no estaría ahora compartiendo estas ideas contigo. Lo que quiero decir es: ¿Debería seguir dedicando tanto tiempo y esfuerzo a todo esto, cuando lo que amo y me hace realmente feliz es leer y escribir? Al final me he respondido a esta pregunta y voy a compartir contigo la conclusión que saqué, pero antes déjame seguir.

Veámoslo desde otro ángulo

Formulemos esas preguntas de este otro modo: ¿realmente merece la pena que dediques tanto tiempo y esfuerzo a hacer todas esas cosas que no te hacen feliz, que te mantienen lejos de tu vocación y te crean cargas?

Me interesa que tú me conozcas por lo que hago y como lo hago. Y esa es la razón por la que estoy en YouTube, la razón por la que permito que nuevos alumnos tomen una clase gratis de mis cursos, para entender si responden a sus necesidades formativas o que la gente lea los textos de mi web para que sepan si se sienten atraídos por mis libros. Pero no tengo ansias de fama o que la gente tenga una mejor impresión de mí como profesor de escritura creativa, únicamente porque tengo una cantidad determinada de seguidores en Internet. Y no es que la tenga, de hecho no es así. Digo esto porque creo que detrás de los esfuerzos de una buena cantidad de youtubers e instagramers por convertirse en el siguiente influencer y figurar en el Olimpo digital, como de aspirantes a escritores por convertirse en el siguiente premiado vanagloriado del campo literario, muchas veces no hay una vocación, un trabajo o una propuesta. Solo hay ansias por ser alguien.

Quizá sientas algo ligeramente parecido a lo que yo estoy sintiendo cuando luchas contra las obligaciones o las labores que te impiden dedicarte a escribir, para eventualmente publicar esa obra y empezar a reconocerte a ti mismo como un escritor. Y me temo que ese es el problema. Depositar en los demás la legitimidad, la autoridad de ser alguien, haciendo algo.

En otros vídeos te he dicho que el escritor es el que escribe. Y en esencia es así. Se puede decir que yo, ahora que subo vídeos a YouTube, soy youtuber. Pero tú no me haces youtuber porque veas mis vídeos, ni escritor porque leas mis libros o profesor de creación literaria porque tomes mis clases. 

Si me das a elegir entre querer que te suscribas a mi canal o no, elegiré que te suscribas, porque tengo clara la razón por la que estoy en YouTube: realmente me gustaría ayudarte en tu proceso de formación literaria y que llegues a conocer mi literatura, pues a través de ella, busco hacerte llegar algunas ideas que me parecen interesantes y podrían hacerte pensar. Pero tu suscripción no me hace mejor, no me cualifica más para ejercer mi profesión y tampoco me impulsa a leer o escribir más, que es finalmente lo que amo hacer. A través de todas esas actividades: yo soy. Y para ser no necesito de tu valoración.

El caso de una alumna

Hace un tiempo tuve una alumna que quería escribir un ensayo.  Pero nunca hizo realmente nada por materializar su deseo. Las clases le sirvieron para darse cuenta de que en realidad no quería escribir un ensayo, quería otra cosa. En mis clases se encontró con la siguiente realidad: escribir es un proceso lento y que puede ser más o menos difícil si no te llevas bien con las palabras y tienes muchas dificultades para organizar tus ideas; un proceso durante el cual nadie te aplaude o te agradece por ello. Incluso después de haberlo escrito y publicado, existe una altísima probabilidad de que a nadie le importe un bledo lo que has escrito.

Escribir es un trabajo vocacional. Hacerlo bien toma tiempo. No es una actividad que se pueda realizar con resultados dignos de la noche a la mañana, lo que obliga a permanecer sentado, escribiendo y leyendo durante mucho tiempo. Andrés Neuman, el escritor argentino-español al que entrevisté la semana pasada, me dijo que cuando él descubrió que esta actividad le producía placer, por mucha disciplina que le requiriera, reconoció que a esto quería dedicarse. Para él fue liberador.

Mi alumna descubrió en clase que ella lo que quería en realidad era publicar. Le ilusionaba verse a sí misma detrás de una mesa, junto a otros presentadores, libro en mano, a punto de convivir durante una hora larga con otras personas dispuestas a comprar su libro. Encontrar su libro en las librerías, verse firmando dedicatorias, etc. Y no la culpo. Esto que ella quería en realidad, aunque le costó mucho reconocerlo, es algo que forma parte del oficio del escritor de manera muchas veces inevitable y a la inmensa mayoría de las personas les resulta placentero. Y también se confunde fácilmente con ser escritor. No deja de ser bonito sentirse reconocido y valorado. Pero esto es exactamente lo mismo que subir contenidos a las redes sociales para ganar seguidores y convertirse así en un emisor legitimado y por fin autorreconocerse como alguien.

Sobre la importancia de publicar

Estoy leyendo el último ensayo de Murakami: De qué hablo cuando hablo de escribir. Un libro que hasta ahora me está gustando mucho por su alto nivel de sinceridad. Si no recuerdo mal te hice referencia a él en un vídeo pasado. En este libro Murakami hace énfasis en la diferencia que hay entre querer escribir y querer publicar. Porque las motivaciones que nos impulsan a hacer estas dos cosas pueden ser y generalmente son muy diferentes.

Me he ido dando cuenta, a lo largo de los años impartiendo clases, que una de las partes más difíciles de mi trabajo como profe de creación es hacer comprender al alumno de hoy en día, que la publicación de su trabajo no es la parte más importante y que las satisfacciones que encuentra en ello no se pueden comparar con las que encuentra en el resto del proceso creativo. Y hablo de los escritores de hoy en día sin contemplar la edad, porque desde que existen las redes sociales el ansia de ser alguien afecta a todos más o menos del mismo modo.

Cuando yo fui alumno del escritor mexicano René Avilés Fabila (que en paz descanse) y del dramaturgo Teodoro Villegas en México, una de las cosas que se encargaron de hacerme entender es que me olvidara de publicar. Sencillamente, me lo arrancaron de la cabeza. La publicación, durante la mayor parte de mi formación literaria, ha sido para una aspiración que me producía muchísimo pudor, e incluso ahora sigue haciéndolo. Porque una vez que los textos se han publicado ya hay poco que pueda hacerse por ellos, y tampoco habrá mucho que puedas hacer por ti mismo frente al texto.

Mis maestros me ayudaron a comprender los placeres de la creación, muy lejos del territorio de la publicación, invitándome a conocerme a mí mismo a través de la escritura. Y eso es lo que intento hacer con mis propios alumnos, porque además he aprendido que los placeres de la publicación son placeres efímeros, más parecidos a los de un orgasmo, cuando casi todos preferimos la paz amorosa de una relación estable.

Escribir o crear contenidos para las redes sociales no te va a convertir en alguien, mucho menos conseguir 10 mil seguidores en Instagram. Eres alguien y por eso escribes o creas contenidos. Solo cuando te das la oportunidad de ser, sin depositar en los demás el enorme poder de legitimación e incluso definición de ti mismo, estarás yendo hacia la dirección correcta.

Leer y escribir no me producen ningún esfuerzo, aunque les dedique muchas horas. Cuando me pongo a leer o a escribir es como si el tiempo se suspendiera, como si nada fuera más importante que eso, pues ese hecho simple me produce bienestar. Hace dos noches publiqué en mi blog un nuevo cuento, titulado “Esa mañana que no pude nadar”, para celebrar así el mes del Orgullo LGBTI. Empecé a escribirlo hace unas semanas, junto a otros textos de la misma familia. Y mientras lo hacía me invadió una gran alegría y una gran paz. Me emocioné y me enganché al ordenador como si este formara parte de mi propio cuerpo. El día que los empecé a escribir serían las once de la mañana y tuve que hacer una pausa a eso de las tres y media de la tarde porque se me había pasado la hora de comer, sin darme cuenta. Y después tuve que hacer otra pausa porque de pronto ya no había luz en la habitación y se estaba haciendo de noche. Ha sido uno de los días más bonitos que he vivido a lo largo de todo este año. Y más allá del resultado, más allá de la publicación del texto en mi web y de los dos o tres comentarios que se ha granjeado el texto, yo me siento sumamente feliz por haberme dedicado a escribir desde ese día y hasta estos últimos días.

Entonces, ¿merece la pena el esfuerzo y batallar constantemente contra mis obligaciones? ¿Debería seguir dedicando tanto tiempo y esfuerzo a YouTube, cuando lo que amo y me hace realmente feliz es leer y escribir?

La publicación o el reconocimiento público solo atrae la atención sobre una obra de manera puntual. Pero no es el premio o el reconocimiento lo que hará que la obra permanezca en la mente y el corazón de los lectores, quienes se encargarán de que la obra no salga de las librerías y las bibliotecas. La divulgación de mi trabajo a través de YouTube, me ayuda a mantenerme cerca de tu corazón, en la intimidad de tu bolsillo y siempre a mano. Crear contenidos en YouTube me permite llegar a ti, conocer mejor tus inquietudes, tus dificultades y tus intereses literarios, para así tenerte siempre en mente cuando escribo o imparto clases. Me gustaría llegarte al corazón y que te resulte difícil sacarme de allí.

Todo lo que tiene que ver con mi trabajo me gusta un montón. Si no no lo haría. Llevo mucho tiempo siendo autónomo. De modo que yo elijo lo que quiero y no quiero hacer. Pero como en todo tipo de trabajos, hay partes que disfruto más que otras. Y leer o escribir son definitivamente lo que más me gusta. Quizá un día pueda dedicarme solo a eso. Pero no voy a mentirte: hay semanas en la que dedicarle tiempo a los vídeos de YouTube se me hace un poco pesado. Y esa sensación se acentúa cuando me encuentro en un periodo creativo, durante el que solo querría dedicarme a leer y escribir.

Para picarte las costillas

Entonces, ¿por qué no querías dejar de subir un vídeo?, me preguntarás: pues bien, porque me propuse ser constante y afianzar mi relación con la gente que quiere aprender a escribir y con la gente a la que le gusta lo que escribo. No porque ellos me hagan alguien, sino porque ellos son parte muy importante de mi trabajo. En cierto modo, mi trabajo en YouTube y mi trabajo como escritor y profesor de creación literaria son actividades que se complementan, se retroalimentan y me ayudan a cumplir mis objetivos.

¿Cuáles son los motivos que te mantienen a ti anclado a las otras actividades que te impiden escribir? ¿Por qué aceptas esos motivos, tal y como yo acepto los motivos que me mantienen haciendo vídeos, aunque te alejen de escribir? ¿A caso esas otras obligaciones se interrelacionan con tu escritura? ¿No? ¿Entonces, por qué les estás dando tanta importancia en tu vida? ¿Por qué soportas esas cargas?

Esta lucha te produce ansiedad, una ansiedad que proviene en parte del prejuicio de que para ser escritor, hay que recibir aplausos, premios, reconocimientos por lo que escribes o seguidores en las redes; y en parte de la postergación constante de la tarea que en teoría te hace feliz.

Escribir solo nos hace felices de manera individual y nos ayuda a comprender quienes somos, cómo y por qué somos como somos, a través de lo que hacemos, a través del ejercicio propio de escribir. Pero no al revés. Y… bueno, todo este rollo para esto: Yo soy Israel Pintor, coach literario y profesor del Taller de Escritura Creativa.